Foto: US Naval Institute.

 

Mientras que el secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, lanza su ronda diaria de amenazas prácticamente dirigidas al mundo entero, para que se rompa todo contacto con China bajo riesgo de recibir un castigo ejemplar ya sea del gobierno de Estados Unidos, las fuerzas armadas norteamericanas anunciaron una reorientación total en el teatro del Pacífico, donde parecieran prepararse para una guerra con China.

El comandante del Cuerpo de Infantería de Marina de Estados Unidos, general David Berger, dijo en una conferencia de la institución, el pasado 24 de septiembre, que ya no es apropiado el antiguo enfoque del Comando del Pacífico respecto al peligro de un conflicto en la península coreana.

“Nos tenemos que extender”, dijo Berger. “Tiene que haber un despliegue disperso y distribuido en el Pacífico que nos permita trabajar con todos los socios y aliados e impedir que fuerzas como el EPL (Ejército Popular de Liberación de China) se afirmen de manera tal que traten de reescribir las normas globales muy bien establecidas en los últimos 70 años. Así que, nuestra posición tiene que cambiar”, definió.

Al mismo tiempo, la edición de septiembre-octubre de la revista Military Review, The Professional Journal of the U.S. Army (Revista Militar, la revista profesional del Ejército de EEUU) está dedicada a la discusión de la guerra venidera, que se lanzaría con la rescisión unilateral del Comunicado de Shanghái de 1972, en el cual Estados Unidos adoptó el acuerdo entre Taiwán y China continental, mediante el que habría solo “Una China”, aunque Taipéi y Pekín no estén de acuerdo en quien está al mando.

Ese dossier sentó las bases para el reconocimiento formal de la República Popular de China, en 1979, por parte de Estados Unidos. El gigante norteamericano adoptó una Ley de Relaciones con Taiwán en ese año, la cual ordenaba la salida de las fuerzas militares estadounidenses de esas tierras, aunque permite el suministro de armas al gobierno taiwanés.

Es conocido universalmente que Pekín considera la política de “Una China” como una línea roja para la guerra, con lo cual cualquier intento de separar a Taiwán significaría terminar con el esfuerzo de lograr una reunificación pacífica en el tiempo, que requeriría el uso de la fuerza militar para preservar la soberanía nacional.

Sazonadas y posturas

El artículo más explícito en la Military Review, se titula “Deterring the Dragon: Returning U.S. Forces to Taiwan” (Para disuadir al dragón, regresar las fuerzas estadounidenses a Taiwán) escrito por el capitán Walker Mills.

Allí dice: “Si Estados Unidos quiere mantener una disuasión convencional creíble contra un ataque del EPL a Taiwán, tiene que considerar el estacionamiento de tropas en Taiwán… Fuerzas estadounidenses en el terreno en Taiwán, en particular fuerzas de combate pesado creíbles, que no solo puedan llegar a repeler una operación del EPL a través del estrecho, sino que serviría como un cable de trampa que detonaría inevitablemente un conflicto mayor, inaceptable para China”.

¿Qué tipo de mentalidad dentro de las fuerzas armadas de Estados Unidos permite que se publique una locura como esa? ¿Acaso la guerra nuclear es un juego para los cálculos geopolíticos de hegemonía unipolar? ¿No derrotó Estados Unidos al imperio británico en tres guerras sangrientas a fin de acabar con esa perversidad?

Cabe recordar lo que dijo el Presidente Donald Trump el Día del Trabajador: “No digo que los militares estén enamorados de mí. Los soldados sí; los altos mandos en el Pentágono probablemente no, porque ellos quieren hacer lo que sea para librar guerras de manera que estén contentas todas esas maravillosas compañías que hacen bombas y hacen aviones y hacen todo lo demás”.

Varios de esos generales del complejo militar industrial, los que han dirigido las “guerras sin fin” iniciadas por los Presidentes Bush y Obama (guerras que Trump ha prometido acabar) firmaron una carta abierta el jueves 24 de septiembre en apoyo del cognoscitivamente discapacitado Joe Biden, para que sea el Comandante en Jefe de la fuerza nuclear más grande del mundo, y declararon que el Presidente Trump “no es apto para las enormes responsabilidades de su cargo”, y que “nuestros aliados ya no confían en nosotros ni nos respetan, y nuestros enemigos ya no nos temen”.

La carta alega que Trump “le ha cedido la influencia a un adversario ruso que ofrece recompensas por las cabezas del personal militar estadounidense”, una mentira sacada de las noticias falsas del New York Times, que ha sido desmentida por los mismos militares.