Por Alejandro Maidana

“Es necesario esperar, aunque la esperanza haya de verse siempre frustrada, pues la esperanza misma constituye una dicha, y sus fracasos, por frecuentes que sean, son menos horribles que su extinción”, Samuel Johnson.

Callecitas de tierra, el ulular altisonante de un sinfín de niños que pueblan las mismas, se transforman en el cartel de bienvenida de uno de los tantos barrios populosos de esta gran metrópoli llamada Rosario. Reposeras afuera, el mate cimarrón calentito que viene y va, no hacen otra cosa que matizar las charlas de aquellos que entienden por “barrio”, esto de compartir y confraternizar.

La enorme mayoría de los relatos se funden entre  el dolor y la impotencia, siendo la esperanza el único combustible existente para seguir empujando el carro de la vida. En Valparaíso 3750, entre Pasaje 1801 y Biedma, se pueden oír los guanteos y la queja de las bolsas ante cada embestida de aquellos que encontraron en el gimnasio de “Don” Zarza, su lugar en el mundo.

“El Aprendíz”, así reza el humilde cartel que colgado sobre una de las paredes, invita a pibes y pibas a amigarse con la disciplina de un noble deporte. “Acá se les pide una humilde colaboración, y si bien no todos pueden hacerlo, acá siempre tendrán las puertas abiertas”, dijo Zarza en diálogo con Conclusión.

“Tenemos muchos pibes que no tienen trabajo, sin embargo la Federación los obliga a pagar una cifra determinada para realizarles la revisión médica”. Este histórico púgil rosarino que se encarga de entrenar a los jóvenes de su barrio, fue contundente a la hora de referirse a la situación antes mencionada, “una vez le dije al presidente de la Federación de Box, que aparte era comisario de las TOE, el pibe que no tiene ese dinero tiene que salir a robar, usted en lugar de darle una mano desde el organismo, me lo lleva preso”. Una pintura de una realidad con aristas de película.

Zarza no tiene pelos en la lengua, un hombre de manos pesadas y de cabeza bien abierta que a la hora del análisis no espera el campanazo, “en más de una oportunidad elevé mi queja para que desde ese lugar activen una mano para que aquellos pibes que quieren boxear puedan hacerlo. Necesitan salir adelante, nosotros desde acá hacemos todo aquello que está al alcance de nuestras manos, pero debemos admitir que nos sentimos muy solos”, enfatizó.

El boxeo fue y sigue siendo la vía de escape para aquellos que conviven con la marginalidad, es aquí donde la Federación debería aportar su granito de arena para acompañar a aquellos sueños que buscan doblegar a las pesadillas. Rafael Zarza comenzó a boxear a los 14 años, al llegar a los 30 dejó de fajarse arriba del ring pero, pero lejos estuvo de abandonar su gran pasión.

“Hoy tenemos entre 20 y 30 chicos todos los días, me gustaría destacar la figura de Lucas Toledo, un pibe que encontramos consumiendo poxirrán en la calle y lo transformamos en campeón argentino. Un orgullo para todos nosotros, estas son las cosas por las que luchamos cotidianamente. Uno de mis hijos es campeón Fedelatin de la división superliviano de la Asociación Mundial (AMB), Brian Nahuel “La Cobra” Zarza, quién en estos momentos se está recuperando de la fractura en una de sus manos”, concluyó.

Terminó la pelea, ahora es tiempo de la copa de leche y el apoyo escolar

“A esto lo iniciamos 14 años atrás, arrancamos con el gimnasio, seguimos con la copa de leche, para luego ir sumándole un roperito y apoyo escolar”, cuenta Ramona, quién se encarga de las actividades antes mencionadas.

La provincia envía alimentos y es ella quien se encarga de armar diferentes bolsones, “con la mercadería que me llega, sumada a la que compro con mi propio dinero, tratamos de tenderles una mano al barrio. Hoy por hoy solo martes y miércoles estamos dando la merienda, ya que se fueron sumando muchos chicos y no damos abasto con las raciones”, sostuvo.

A Ramona le tiembla la voz cuando debe referenciar la transformación del barrio en los últimos años, “nos ha invadido mucha pobreza, desde la asunción de este gobierno nacional se ha profundizado la miseria que se hace más profunda en este tipo de barrios”.

“Ver a los más chiquitos criarse en las calles duele muchísimo, los chicos en una esquina, las nenas por otro. Muchos de ellos tienen a sus padres trabajando en changas todo el día, por eso quedan a la buena de dios”, indicó.

Realidad tormentosa si las hay, una encrucijada que lleva a la desesperación a aquellos que intentan ponerle el cuerpo y el alma al trabajo solidario, “muchos pueden pensar que sólo la comida y la ropa vuelan de nuestras manos por la enorme demanda, pero por ejemplo esperábamos a 30 chicos para repartirles útiles escolares y terminaron siendo más de 50. Nos sentimos acorralados tanto por el consumo de drogas como por la creciente miseria, es increíble que la gente ante este panorama no salga a manifestar su bronca”, finalizó.

Dicen que los gestos mas grandes parten desde la médula de los más humildes, el hogar de Ramona y “Don” Zarza, es un fiel reflejo de ello.