Por Alejandro Maidana

Salieron a las calles en defensa de la salud y la vida, dijeron basta a los atropellos cotidianos que condicionan sus días. Vecinas y vecinos de San Justo decidieron dar un paso fundamental para la transformación de un modelo de producción que genera commodities en lugar de alimento. Salieron a las calles, no piensan retroceder, no van a abandonar esta lucha que tiene sus raíces ancladas en la dignidad.

Como estaba previsto, gremios como ATE, SEMS, CTERA, CTA y AMSAFE, junto a distintas Organizaciones Sociales y ONGs de la ciudad de San Justo, se plegaron al Colectivo «Agroecología por la Vida» para ganar las calles en defensa de la calidad de vida.  Más de 200 ciudadanos se expresaron a favor de la modificación de la actual ordenanza; “no más venenos sobre nuestras escuelas y bombas de agua”, espetaron.

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La exigencia se hermana con muchas otras a lo largo y ancho del país.  La necesidad de modificación de la actual ordenanza en San Justo para terminar con las Fumigaciones en cercanías de las Escuelas Rurales y Viviendas aledañas a éstas que contempla:

– La creación de una zona de resguardo de 1500 metros de las plantas urbanas y de 1000 metros de las escuelas rurales.

– La prohibición de la fumigación aérea por la imposibilidad de controlar la deriva.

– La promoción de una producción agroecológica de verduras y hortalizas como así también la posibilidad de continuar con la siembra de soja/trigo mediante el uso de bioinsumos para controlar de manera natural (Sin Venenos) las enfermedades/plagas que puedan presentarse en esta área que rodea a las localidades.

– La regulación de la venta de los herbicidas con retornabilidad de los envases que, en la actualidad, son de venta libre.

– Se exigió también llevar adelante la prohibición de todos los “pesticidas altamente peligrosos” según OMS y FAO, reconociendo el carácter tóxico de los mismos.

Muchas fueron las voces que se alzaron a favor del necesario cambio en la manera de producir, Conclusión pudo recabar valiosos testimonios en torno a esto. “Lo que pude notar en las personas que estuvieron marchando, es una marcada desesperación. Gente que no sabe a dónde recurrir, otras muy enfermas, personas que sienten en el más cruel y siniestro de los abandonos”, cuenta Sergio Chapelet, hijo de don Diógenes, una de las tantas víctimas fatales de este cruel modelo.

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“El abandono no solo es político, también en el mismo están involucrados personajes que decían estar contra las fumigadas cuando en realidad, todo era una farsa. Cuesta mucho convencerlos de que si ellos pueden consolidar su resistencia, la taba puede darse vuelta, en nuestro caso en la población de Marcelino Escalada lo hemos podido lograr de esa manera”, sostuvo quién viene batallando contra las aspersiones apoyado en la memoria de su difunto padre, alguien que apoyado en sus últimas palabras pidió encarecidamente, que sigan dando la batalla por la vida para que nadie vuelva a pasar por lo mismo.

No se puede tapar el sol con las manos, los poblados que se encuentran dentro del departamento de San Justo, como los aledaños, exteriorizan el atropello del agronegocio con la anuencia del Estado de la peor manera. “Nosotros recorremos con asiduidad distintas poblaciones, los relatos se familiarizan entre sí de una manera muy dolorosa. Las enfermedades siguen creciendo a pasos agigantados en aquellos lugares que se encuentran rodeados por la producción transgénica. No pasa un día en que no recibamos denuncias, videos o fotos de las fumigaciones que atentan contra los días de aquellos que solo quieren preservar su salud”, dijo Chapelet.

“Contemplar el rostro brotado de criaturas producto de las fumigadas, se funde en la desidia del agronegocio y la complicidad política. Se tiene que terminar el verso de los <banda verde>, estos contienen el cancerígeno glifosato, prohibido en muchos países del primer mundo y disparador de juicios que han condenado a Monsanto. Es por ello que decidimos construir este grupo al que denominamos <Agroecología por la vida>, al no encontrar respuestas de nadie y no saber a quién recurrir, nos agrupamos y decidimos seguir activando la resistencia junto a otros vecinos fumigados de manera horizontal”, concluyó el vecino.

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La organización no cesa, el empoderamiento y el avance sostenido de distintos colectivos de vecinos avasallados en sus derechos, se consolida y parece no detenerse. “Me sumé a esta necesaria movida porque mi hijo se encuentra enfermo debido a que su casa está pegada a un campo que fumigan de manera constante”, contó Carmen.

Por último fue Laura, una docente que se ha plegado a este legítimo reclamo la que brindó sus sensaciones; “trabajé durante 8 años en una escuela rural que era fumigada de manera impúdica. Allí pude constatar los daños causados a la salud de los más pequeños, es por ello que me sumé a esta maravillosa y digna movida por la vida”.

El modelo productivo se encuentra sumido en una profunda crisis, mientras que la agroecología avanza a paso sostenido, los adláteres del veneno se ven acorralados por su propio relato, empapado de cinismo y deshumanización.