“Después de escalar una montaña muy alta, descubrimos que hay muchas otras montañas por escalar”. La cita es de Nelson Mandela, el legendario líder de la resistencia contra el apartheid, el aberrante sistema segregacionista que imperó en Sudáfrica desde 1948 hasta 1994 y que condenaba a la inmensa mayoría de la población a la marginalidad simplemente por el color negro de su piel. Pero la frase es también toda una definición de vida de quien se convirtió en 1994 en el primer presidente negro de Sudáfrica y de cuyo nacimiento se cumplen este miércoles 100 años.

Tras soportar 27 duros años de cárcel durante el régimen racista, en 1994 Mandela se convirtió en el primer presidente de raza negra en Sudáfrica y también en el primer mandatario de ese país en ser elegido por el sufragio universal. Durante su mandato, que se extendió desde el 10 de mayo de 1994 hasta el 14 de junio de 1999, Mandela promovió la reconciliación social al tiempo que desmontó la estructura política y social heredada del apartheid. En esa línea, combatió el racismo, la pobreza y la desigualdad social.

Y luego, retirado ya de la vida política de su país, el ganador del premio Nobel de la paz siguió buscando el desafío de nuevas montañas a las cuales poder escalar casi hasta el final de su vida, que se apagó el 5 de diciembre de 2013 en Houghton Estate, Johannesburgo, Sudáfrica.

De pastor a líder de una nación

Nelson Rolihlahla Mandela nació el jueves 18 de julio de 1918 en Mvezo, un poblado de unos 300 habitantes cercano a Umtata, en la región de Transkei, en la actual provincia sudafricana de El Cabo Oriental, donde a los cinco años se convirtió en pastor de ovejas y becerros.

Uno de los 15 hijos de Henry Mgadla Mandela estudió Derecho en la Universidad de Fort Hare, en Alice, donde entró en contacto con la política y conoció a Oliver Tambo. En 1944, junto a Tambo, Walter Sisulu y Anton Lembede, fundaron la rama juvenil del Congreso Nacional Africano (CNA).

En 1948 se convirtió en el secretario nacional de esa organización y a partir de la “Campaña del Desafío”, en 1952, propugnó la acción conjunta contra la política oficial del apartheid.

En esa época fundó con Tambo el primer estudio de abogados dirigido por negros en Sudáfrica.

En diciembre de 1956, junto con otras 156 personas, fue juzgado por traición. El juicio se prolongó hasta 1961 y concluyó con la absolución de todos los cargos. Pero tras la matanza de Sharpeville, en la que 69 ciudadanos negros murieron asesinados por las fuerzas de seguridad surafricanas durante una manifestación en contra del apartheid, fueron prohibidos el CNA y el Congreso Panafricano.

En marzo de 1961, con el fin de evitar su detención y una nueva inhabilitación, Mandela pasó a la clandestinidad y, junto a Sisulu, recorrió en secreto el país para organizar una huelga de tres días.

En junio de 1961, los dirigentes del CNA decidieron iniciar la lucha armada y crearon el Umkhonto we Sizwe (“La lanza de la nación”), brazo armado del CNA, con Mandela como máximo dirigente.

En enero de 1962 abandonó Sudáfrica y acudió a la Conferencia Panafricana de Addis Abeba, Etiopía. Más tarde viajó a Argelia, donde recibió entrenamiento para la lucha guerrillera, y por último a Londres, donde se reunió con los líderes de la oposición en el exilio. Regresó a su país en julio de ese año y fue detenido el 5 de agosto, acusado de rebelión y abandono ilegal del país, por lo que fue condenado a cinco años de prisión.

Mientras se encontraba en la cárcel, la policía registró el cuartel general del CNA en Rivonia. La mayor parte de los dirigentes de esa organización fueron arrestados; además, se confiscaron diversos documentos, entre los que estaba el diario escrito por Mandela durante su viaje por el extranjero.

Él y otros activistas fueron juzgados, en lo que se conoce como “El juicio de la traición de Rivonia”. Duró desde octubre de 1963 hasta junio de 1964, y llevó a cabo su propia defensa y la de los otros acusados. Fue condenado a cadena perpetua.

Durante más de 25 años fue el preso político más famoso del mundo y pasó 18 años en la prisión de Robben Island, antes de ser trasladado a la de Pollsmoor , en Ciudad de El Cabo, en 1982, fecha en la que se inició una campaña internacional en favor de su liberación.

Durante los años que permaneció en la prisión de Robben Island, fue obligado a realizar trabajos forzados en las minas de cal de la isla. No les permitían usar anteojos de sol y los reflejos del sol sobre la cal dañaron sus ojos para siempre.

Estando en la cárcel murió su madre y uno de sus hijos, pero se le negó el permiso para asistir a sus funerales.

En 1985 rechazó la oferta del presidente Pieter Willem Botha de libertad condicional argumentando que el presidente blanco no estaba dispuesto a modificar su posición sobre el régimen del apartheid.

Finalmente, el gobierno del presidente Frederik Willem de Klerk liberó a Mandela el 11 de febrero de 1990, tras legalizar el CNA y otros partidos políticos.

Mandela asumió el liderazgo del CNA y dirigió las difíciles negociaciones con el gobierno entre 1990 y 1994.

En 1991, el régimen sudafricano abolió la última de las leyes que constituían la base legal del apartheid. Mandela y De Klerk compartieron en 1993 el premio Nobel de la paz por sus esfuerzos para establecer la democracia y la armonía racial en Sudáfrica.

En mayo de 1994, tras las primeras elecciones generales en las que todos los grupos raciales –incluidos los negros– tuvieron derecho al voto, Mandela se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica.

Al asumir, renunció a una tercera parte del salario y creó el Fondo Nelson Mandela para la Infancia.

El 3 de marzo de 1999 anunció que no se presentaría a la reelección presidencial y, tras las elecciones generales el 2 de junio de ese año, fue sucedido 14 días después en la jefatura del Estado por el vencedor, Thabo Mbeki, hasta entonces su vicepresidente.

Si bien anunció por entonces su retiro de la política, desde que abandonó el cargo asumió diversas responsabilidades de liderazgo en diversas esferas, como el llamado a terminar con la esclavitud de la pobreza en el mundo. Una nueva montaña que el viejo y venerable Nelson se empecinó en escalar casi hasta el fin de sus días. Finalmente, luego de sufrir una prolongada infección respiratoria, Nelson Mandela murió el 5 de diciembre de 2013, a los 95 años, rodeado de su familia en su hogar de Houghton, Johannesburgo.

El emocionante discurso de Obama

Barack Hussein Obama, el primer presidente negro en la historia de Estados Unidos, rindió este martes en Johanesburgo un homenaje al ex presidente sudafricano Nelson Mandela en el centenario de su nacimiento, con un discurso en el que se refirió a un futuro de la humanidad en “encrucijada”.

“En el cumpleaños número 100 de Madiba (apodo de Mandela), nos encontramos en una encrucijada. Un tiempo en el que dos visiones diferentes sobre el futuro de la humanidad compiten sobre quiénes somos y quiénes deberíamos ser”, dijo el ex mandatario demócrata estadounidense.

“Es un honor para mí estar aquí, reunidos para celebrar el nacimiento y la vida de uno de los verdaderos gigantes de la historia”, remarcó en una ceremonia celebrada en un estadio de cricket en Johannesburgo, al que asistieron miles de personas.

Obama describió cómo el mundo parecía tomar un rumbo progresista más estable durante el cambio de siglo, pero que luego el orden internacional fracasó en cumplir algunas de sus promesas y el resultado fue un ascenso de la política “reaccionaria”.

En lo que fue leído como una alusión velada a su sucesor, el magnate republicano Donald Trump, Obama dijo que el mundo atraviesa “tiempos extraños e inciertos”. Y agregó: “Todos los días las noticias traen cada vez más titulares vertiginosos y perturbadores”.

“Más de un cuarto de siglo después de que Madiba saliera de prisión, todavía debo estar aquí diciendo que las personas de todas las razas y hombres y mujeres son iguales”, expresó Obama ante el aplauso generalizado del público.

La viuda de Mandela, Graca Machel, también ponderó su legado, aunque también reconoció que su marido “dijo en varias ocasiones que no era un santo”.

“Madiba y sus contemporáneos sentaron una sólida base para la generación de hoy”, añadió. “La juventud de este país debe seguir sus pasos, ya que son suyas las promesas de justicia económica y social por cumplir”, sostuvo la viuda de Mandela.

El actual presidente sudafricano, Cyrilá Ramaphosa, quien reemplazó a Jacob Zuma tras su salida del gobierno envuelto en un escándalo de corrupción, también dio un discurso de marcado tono político en el que pidió terminar con la corrupción.

“Mientras nuestra nación está repleta de una esperanza renovada, sigo escuchando la voz de Madiba en mi oído diciendo ‘Te envío para que sirvas a nuestra nación’”.