Años de reclamos, lucha y concientización que llevaron adelante, con profunda convicción y esfuerzo, militantes por la igualdad en todo el país, confluyeron, finalmente, en la Ley civil de Matrimonio Igualitario, que fue, en esencia, la  modificación de algunos artículos de la ley nacional  N° 26.618.

El cambio más importante se dio sobre el artículo 172, que definía al matrimonio entre «hombre y mujer». A partir de esta ley se reemplazó por «contrayentes» y se agregó: «El matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos, con independencia de que los contrayentes sean del mismo o de diferente sexo».

Esto implica también la adopción, ya que el artículo 312, que reza «Nadie puede ser adoptado por más de una persona simultáneamente, salvo que los adoptantes sean cónyuges» no se modifica. En el artículo 326, que trata sobre el apellido de los hijos adoptivos, hace una aclaración para cuando se trata de padres de distinto o de mismo sexo.

También se modificaron artículos de la ley 26.41351 sobre inscripción de nacimientos, y la 18.24852 sobre los nombres y apellidos de las personas.

Sólo para tener una idea el impacto que la ley de Matrimonio Igualitario ha tenido en la sociedad argentina, a día de hoy, se producen un promedio de 7 casamientos por minuto. Desde la sanción de la misma, más de 12.000 parejas han pasado por los registros civiles del país.

El presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), César Cigliutti, expresó: “Si alguien está enriqueciendo el concepto de familia es nuestra comunidad LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, intersexuales). En Argentina estamos orgullosos del trabajo de las organizaciones de Derechos Humanos por las conquistas en una democracia plural y laica por las leyes de Unión Civil de la Ciudad de Buenos Aires, el Matrimonio Igualitario, la Identidad de Género, La Ley de Educación Sexual Integral y la de Reproducción Asistida. Es lo contrario a una crisis: hay más inclusión, diversidad e igualdad ante la ley”.

La sanción de la ley permitió un amplio debate en todos los estamentos sociales, interpelando convicciones y creencias, desmitificando y alejando a la homosexualidad de los tabúes.

Diversas formas de familia quedaron legitimadas, y eso posibilitó la percepción y la reflexión sobre el amor en sus distintas acepciones. El psicólogo Roberto Viñas, considera que “es posible que se pueda comprender con más claridad que el eje familiar es el vínculo de amor y compromiso entre sus miembros y no la orientación sexual de ellos. Este es un mensaje también para las parejas heterosexuales: no son determinadas formas las que sustentan la pareja y la familia, sino sus vínculos».

“Las nuevas generaciones expresan su orientación sexual e identidad de género con mayor libertad, crecen en un país que nos reconoce como iguales en dignidad y derechos. Y eso genera mejores condiciones para que cada persona se desarrolle, y lo destacamos porque hasta no hace muchos años el Estado nos perseguía y la ciencia nos señalaba con el dedo”, destacó Cigliutti

La ley, en ese sentido, también ha movilizado conceptos básicos de la educación en todos los niveles. La concepción de pareja como la unión entre un hombre y una mujer se ha modificado, y no puede tomársela más en esos términos si se quiere ser inclusivo. Esto ha removido, y continúa haciéndolo,  profundas estructuras culturales que atraviesa a la sociedad toda.