MIéRCOLES, 27 DE NOV

Huerta «La Revolución»: cuando tras los muros florecen sueños de libertad

Es un proyecto que se realiza en la Unidad N° 5 dentro del programa Santa Fe Más en Contexto de Encierro. Allí mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries, son parte de un proyecto inclusivo que le da color y vida al encierro. “Nos pareció muy notorio que las internas quisieran llevarse sus plantas a las celdas”, contaron.

 

Por Gisela Gentile

Con las manos en la tierra, trabajando a conciencia y tendiendo redes se construyen puentes que liberan. Palabras que sanan y colores que hacen florecer las frías paredes grises de un penal. El encierro es un hecho, pero las posibilidades de transcurrirlo de manera diferente, donde aflore lo colectivo y pensándose en otros escenarios, es una posibilidad concreta.

Semanalmente, la huerta comunitaria de la Unidad N° 5 es habitada, transitada y trabajada por mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries. “Huerta La Revolución” fue el nombre que surgió desde el interior de las personas que fueron parte de este espacio, que es posible dentro del marco del programa Santa Fe Más en Contexto de Encierro.

Capacitación en la producción de alimentos de huerta, elaboración de productos de cosmética natural y cuidado de los cuerpos fueron algunos de los puntos trabajados durante el 2021. A lo que también se le sumo un fanzine realizado por las internas, en el que se plasmó el registro fotográfico de la experiencia de los procesos del taller “Huerta La Revolución”.

Destacando que la publicación de dicho fanzine, es de circulación interna en la unidad penitenciaria, como así también en otros espacios de huerta realizados en el marco del programa a los fines de compartir el saber hacer y el conocimiento colectivo producido en el taller.

Conclusión dialogó con Agustina Chirife y Chefu Occhiuzzi, quienes llevan adelante esta propuesta que promueve la revinculación ciudadana, la inclusión socio laboral de las y los jóvenes desde diferentes dimensiones. Haciendo hincapié fuertemente en escuchar a quienes habitan las diferentes unidades, implementando acciones desde una perspectiva de derecho y género.

Se trabaja mucho con los tiempos de las plantas, que no son los tiempos de la inmediatez.

El nombre del taller fue elegido por las personas que fueron transitando el taller y de allí surgió el tema de la revolución que significa hacer huerta. “Tener encuentros coloridos en contextos de encierro no es menor, y rescatando que todo lo que se fue generando fue a pesar de un sistema penitenciario que impone constantemente trabas”. De esta manera empezaba el diálogo con Chefu Occhiuzzi.

Desde el principio resultó un espacio muy atractivo por desarrollarse al aire libre. “Las personas privadas de su libertad pueden acceder a patios solamente en ciertos momentos del día, por lo cual el taller de huerta, con pasto y al aire libre fue siempre muy valorado”.

Un recorrido que promueve la paciencia, lo colectivo y el trabajo a conciencia. “Se trabaja mucho con los tiempos de las plantas, que no son los tiempos de la inmediatez a los que estamos acostumbrades en estos tiempos capitalistas. Trabajamos mucho la paciencia y la frustración, ya que no siempre las cosas suceden como quisiéramos, hay plagas, falta de lluvia, o exceso de las mismas, y otras cuestiones que influyen en el proceso de las plantas y se aprende a trabajar con ello.

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La tierra y la huerta como puntapié para generar un sinfín de situaciones, “conciencia del cuerpo, cuidar esos cuerpos que ya de por sí están encerrados y con muchas vulneraciones sobre ellos, por lo cual trabajar la tierra con cuidado poniéndole mucho el cuerpo y por sobre todo hacerlo a conciencia”.

Las hormigas resultaron una plaga tremenda que nos llevó mucho tiempo poder combatir, pero también pudimos sacar mucho de su organización.

Si bien el taller estaba planificado, en cierto modo se fue adaptando a las demandas que fueron surgiendo con el correr de los días. “Fuimos trabajando según las demandas de les pibes y de esa manera pudimos analizar ciertos procesos de las plantas con paralelismos. Si bien las hormigas resultaron una plaga tremenda que nos llevó mucho tiempo poder combatir, también pudimos sacar mucho de la organización de las mismas, aunque sean muy pequeñas, organizadas y de manera colectiva pueden lograr muchas cosas”.

Siguiendo esos paralelismos que tienen redes, el taller de huertas reformuló sentires, pensares y acciones. “Charlamos mucho sobre los cultivos asociativos como la necesidad de la variedad de cultivos para combatir las plagas, distraer a las hormigas con aromáticas y fortalecer la idea de que cuantas más plantas haya, al ser seres vivos, existen mayores posibilidades que sobrevivan. Sobre estos puntos hubo mucho para charlar, en muchas oportunidades llevábamos algunas temáticas para trabajar, pero iban surgiendo otras ideas, desde los deseos de quienes participan en el taller. No solo cultivamos y cosechamos tomates, sino todo lo que sucede antes de eso en torno al preparado del terreno, la tierra, las posibles plagas entre otros”, enfatizó.

Los bancales que realizaron para no pisar los cultivos fueron mucho más que maderas pintadas. “En un momento surgió pintar cajones de verduras para poder diferenciar los bancales y no pasar por encima de los cultivos, allí pintamos algunos con los colores de la bandera del orgullo, iniciativa traída por algunes de les integrantes. Otros fueron pintados con otros colores, siempre tratando de escuchar los deseos de quienes fueron participando”.

Era muy común que las personas que participaban del taller quisieran llevarse plantas a sus celdas. “Nos pareció muy notorio, no solo por la intención de embellecer un espacio tan hostil, sino también por el cuidado que le daban y la preocupación por esas plantas. Semana a semana nos iban contando como iban sus caléndulas, como se las habían ingeniado para que les de más la luz o como, por ejemplo, las protegían de las hormigas. Inclusive una de las integrantes escribió un cuento corto en relación a ello, es decir que desde la huerta han salido muchas charlas. Rescatando también lo simbólico de que esas plantas que tanto cuidaron también se las fueron regalando a personas que las iban a visitar. Por ejemplo, a sus madres, y desde allí surgió la reflexión de que aquello que fue tan cuidado y protegido, luego salió del encierro y justamente a quienes mas les cuidan, ya que por lo general son las madres las que visitan a las personas privadas de su libertad”.

A los varones privados de su libertad suelen visitarlos sus madres y parejas, pero a las mujeres y disidencias encarceladas se las juzga doblemente.

Son justamente las mujeres quienes más visitan a las personas tras los muros. “Esto no es casual, sino una consecuencia patriarcal, a los varones privados de su libertad suelen visitarlos sus madres y parejas, pero a las mujeres y disidencias encarceladas se las juzga doblemente, no solo por el sistema judicial, sino también por la sociedad por fallar en cierto rol de mujer que espera esa sociedad”.

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Un trabajo a conciencia que tiende lazos e invita a construir desde otro lugar. “Es sistema penitenciario se propone siempre la fragmentación, siempre separando. Y no solo a través de los pabellones, sino generando una cierta rivalidad. Por ello siempre insistimos con que es un espacio compartido que cuidamos entre todes. En la realización de cremas se compartieron esos productos con otros pabellones y no fueron solamente para quienes realizaron el taller, lo cual insta a combatir dicha fragmentación. Es más fácil proponer rivalidad que generar otras cosas que luego terminen en una organización o ciertos reclamos”.

Dentro de los deseos que fueron surgiendo en cada charla, las identidades de género fueron un tema a dialogar. “Si bien es Unidad N°5 es llamada de mujeres, no solo las habitan ellas, sino también lesbianas, travestis, trans y no binaries. Por ello resultó importante seguir escuchando y conociendo a quienes participaban del taller e ir dándole importancia a como nos nombramos y como se atraviesan soledades en torno a las identidades”, concluyó.

Para finalizar, Agustina Chirife también quiso agregar una situación particular que surgió desde las personas que transitaron el taller y insta a inclusión. “Nos encontramos con una institución que dice alojar mujeres, pero concretamente existen situaciones tales como no conseguir ropa que no sea de mujer. A partir de escuchar los malestares, iniciamos una campaña para juntar ropa, remeras, shorts y bermudas que no sean específicas de mujer. Lo recolectado lo llevamos al roperito para aquelles que no se sientan cómodas con la ropa que allí estaba, puedan contar con otras prendas con las cuales se sientan a gusto. Éste y otros son los horizontes a profundizar este año que comienza”.

 

 

 

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