SáBADO, 30 DE NOV

Esther Pineda: «La mayoría de las mujeres hemos padecido o vamos a padecer, en algún momento, violencia estética»

Así lo afirmó Esther Pineda G., socióloga especialista en discriminación racial y violencia contra las mujeres, quien desarrolló los conceptos de violencia estética y cultura femicida. Pineda estará este viernes, a las 17, en la Facultad de Ciencia Política brindando la conferencia “Discriminación y violencias de la vida cotidiana: el sexismo y el racismo a discusión”

Por Florencia Vizzi

Esther Pineda es socióloga y Magíster Sceintarum en Estudios de la Mujer, doctora y postdoctora en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela, escritora y poeta. Desde su identidad de mujer negra y feminista, en un formidable recorrido académico, que acumula decenas de publicaciones que abordan desde la filosofía y la sociología la discriminación racial,  la violencia de género, el sexismo y la misoginia, Pineda desarrolló conceptos como «violencia estética» y «cultura femicida», que abrieron nuevos parámetros en el debate social e, incluso, hacia adentro del feminismo.

En entrevista con Conclusión, Esther Pineda G., como suele figurar en casi todas las entrevistas y reseñas publicadas en la red, ahondó en esos conceptos, y muchos otros, remarcando que la violencia estética es una de las formas de violencia más universales que existe. «La mayoría de las mujeres, en algún momento de nuestras vida, hemos padecido o vamos a padecer la violencia estética, porque es una de las formas de violencia más universales que existe, más permanente y sobre todo, más cotidiana y tan naturalizada, que genera poco cuestionamiento, porque está instalada, convertida en parte de nuestras relaciones sociales en la vida diaria».

Pineda enfatiza entonces que, lógicamente, ese acoso estético para quienes no entran en determinados parámetros, deja expuestas a esas mujeres al «permanente cuestionamiento de su apariencia física, a la desestimación de su condición de mujer, de su feminidad y las sujeta a distintas formas de discriminación».

En ese concepto Pineda apunta que sin dudas, se trata de una forma de violencia sexista, porque se exige y se impone principalmente sobre el cuerpo de las mujeres y se manifiesta a través de variables como el racismo, la gordofobia y la gerontofobia, es decir, «un mandato, una exigencia que permanentemente nos demanda ser jóvenes, ser blancas, ser delgadas y ser femeninas». «Y además, por supuesto, responder a un canon de belleza que puede ser el de la extrema delgadez o el de la chica de calendario, es decir, de grandes proporciones, voluptuosa y hipersexualizada».

Entonces quienes no entran en esos parámetros son violentadas, cuestionadas públicamente, sometidas a crueles opiniones y comentarios sobre su apariencia física y discriminadas.

«Esto se ve sobre todo durante la infancia y la adolescencia, el bullying en los espacios educativos y  comunitarios, que genera un daño permanente que acompaña a las mujeres a lo largo de su vida, que en muchos casos lleva a la modificación corporal a través de diferentes mecanismos y que, en repetidas ocasiones, pone en riesgo la salud de las mujeres y su vida. ¿Cuántas mujeres han muerto realizándose estos procedimientos estéticos? En una sociedad que demanda justamente esa belleza para ser más aceptada, para ser querida, para alcanzar mejores posiciones o posibilidades económicas y laborales esto termina generando una presión negativa, muy fuerte sobre los cuerpos y sobre la psique de las mujeres y que tiene consecuencias también, por supuesto, de carácter físico. «.

Para Esther Pineda, todo esto termina generando y profundizando situaciones de inconformidad, inseguridad y necesidad de modificación del cuerpo, que viene acompañado e incentivado por la millonaria industria de la belleza.

La escritora y socióloga reconoce que esta discusión del sufrimiento basado en la corporalidad y la apariencia física, durante mucho tiempo, e incluso desde el feminismo, se ha visto como algo superficial y banal. «Y no lo es. Es algo que genera un daño muy profundo en la psique y en la corporalidad, porque justamente nuestra imagen, nuestra apariencia, es lo que se presenta ante los otros. Es lo primero a lo que se tiene acceso de la otra persona, y cuando eso es agredido, genera mucha inseguridad y dolor y,  por supuesto, reacciones muy particulares: una necesidad de aislamiento, de modificación de la apariencia, dificultades para la interacción social, entonces no es un daño menor y por eso es importante trabajarlo».

En este punto, también aborda la cuestión de las redes sociales y de cómo han exacerbado la problemática. «Antes, el bombardeo de esos imaginarios lo recibíamos principalmente a través de la televisión, en su modalidad tradicional, a través de las publicidades y revistas. Ahora las niñas y las adolescentes reciben este mensaje de forma permanente, es decir, no hay ningún momento de su vida en la que no estén recibiendo este bombardeo, este mensaje de esos ideales de belleza, porque pasan mucho más tiempo conectados a las redes sociales. Y lo que antes se veía a través de artistas y celebridades, ahora se recibe a través de estos personajes, que siguen siendo referenciales en la sociedad, pero también de influencers, y de una  publicidad que es constante y permanente, que tiene como objeto la venta de productos y servicios de la modificación corporal».

Pineda remarca el alto porcentaje de publicaciones que apuntan a la modificación de la apariencia física y a los llamados filtros, «que cada vez que vas a grabar un vídeo o subir una fotografía tienes disponible un filtro que automáticamente sin hacer mucho cambia tus facciones, aclara tu piel, aliza tu cabello, adelgaza tu nariz, aumenta tus labios, es decir, te da la posibilidad de modificar tu imagen de forma instantánea».

La activista profundiza en este punto y señala que así se terminando creando un malestar con la imagen propia y va generando también una adicción al consumo de esta imagen modificada. «En la medida que te haces adicta a mostrar tu imagen modificada, también se genera aislamiento e incapacidad de mostrarte tal cual eres…porque lo que han visto las personas a través de las redes sociales es una imagen modificada. ¿Cómo te presentas ahora con la imagen real? Entonces eso genera también contradicciones, dificultades para relacionarse,  porque cuando tienes que presentarte en sociedad tal cual eres, hay una dificultad para hacerlo porque tu imagen es absolutamente distinta.  Entonces, hay una disociación y una distorsión que tiene que ver co0n ese juzgamiento social de la imagen, pero que se alimento y se profundiza por la experiencia en las redes sociales».

Cultura femicida

En la extensa entrevista que Esther Pineda G. concedió a este medio y que puede verse completa en nuestro canal de Youtube, la socióloga ahondó en el concepto de «cultura femicida», en relación a la dificultad de reducir los índices de femicidios, sobre todo en América Latina, algo que no se ha modificado ni un ápice en Argentina tras la inserción de la figura del femicidio en el Código Penal.

«La dificultad de reducción de los índices de femicidio tiene que ver, justamente, con esta cultura femicida, que yo lo he definido como ese imaginario, esas nociones de una sociedad en la cual la vida de las mujeres tiene un menor valor que la vida de los hombres, donde se desestima la muerte de las mujeres y se la naturaliza».

Pineda remarca que el asesinato de las mujeres es algo que se ha cotidianizado a través de la dinámica social en general, y que estamos acostumbrados a verlo en nuestra sociedad como tema de telenovelas, en el cine, lo escuchamos en las canciones. «Vivimos bombardeados con contenidos que han vuelto normal y nada del otro mundo, el asesinato de las mujeres».

En ese sentido, apunta que generalmente, son asesinatos cometidos por hombres en contexto del sexismo y la misoginia y donde ese crimen es visto como un acto resolutivo, es decir, «como un mecanismo para resolver el conflicto ante determinada situación».

«Entonces, cuando estamos inundados de estos imaginarios, vemos como normal el asesinato de una mujer. Y cuando ocurre en la vida real, ya no impacta, ya no conmociona a la sociedad porque constantemente está recibiendo esos mensajes».

«Una sociedad en la que los hombres son socializados para el ejercicio de la violencia, donde se les otorga socialmente el permiso y  monopolio de la violencia, una sociedad en la que se normaliza y cotidianiza el asesinato de las mujeres a través de sus diferentes productos culturales y  una sociedad en la que se sigue creyendo que las mujeres son inferiores y que son propiedad del hombre, esto crea un caldo de cultivo para la ocurrencia de estos crímenes».

Pineda agrega que esto se profundiza en el contexto de estados que han sido absolutamente negligentes en la persecución y sanción de estos delitos, donde, y es una de las particularidades de América Latina, existen altos índices de impunidad ante los delitos cometidos contra las mujeres. «Esto también envía un mensaje a los agresores, de que la vida de las mujeres no tiene el mismo valor o no se cobra o no se persigue de la misma manera».

En ese sentido, también refiere, como no podía ser de otra forma a la narrativa cotidiana y mediática donde siempre persiste la «sanción», el cuestionamiento a la víctima.

«No se cuestiona toda la estructura, los factores sociales que inciden en la ocurrencia de ese crimen, sino que se interpela y se hurga en la vida de la víctima. ¿Qué dijo? ¿Qué hizo? ¿Qué tenía puesto? ¿A qué lugares fue? ¿Con qué personas? ¿Cuál era su estilo de vida? Y siempre en búsqueda de algún elemento, de algún factor que permita justificar el crimen ocurrido contra ella, el delito ocurrido contra ella». «Y una sociedad que justifica el asesinato de las mujeres, es una sociedad de alguna forma cómplice de esos delitos».

Pineda apunta que el tratamiento amarillista de estos crímenes, antiético, tiene una consecuencia muy grande en la sociedad porque justifica el mensaje de justificación. «Estos mensajes contribuyen a sedimentar la idea de que las mujeres se lo buscaron, de que son las mujeres que se ponen en situación de riesgo y de peligro, de que son las mujeres las que están contribuyendo a su propio aniquilamiento físico. Entonces es importante trabajar en la sensibilización de esta materia, en crear nuevas narrativas que enfoquen la atención de estos crímenes en los agresores y en los contextos y la estructura social que permiten que ocurran, en el sexismo, la misoginia y otras formas de discriminación y no en la víctima».

Esther Pineda G. se presenta este viernes 28 de abril, para brindar una conferencia sobre Discriminación y Violencia en la Vida Cotidiana, para profundizar sobre estas dos líneas de investigación la violencia, las formas de discriminación y violencia contra la mujer y también las formas de discriminación y violencia de carácter racista. Cómo se articulan, cómo se interseccionan en el hacer y decir de todos los días.

La charla es a las 17 en el aula 304 de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (Riobamba 250 Bis)

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