Por Marcelo Chibotta

“Soy militante política, y por el hecho de ser abogada estoy siempre procurando revertir las situaciones de injusticia. Las mujeres venimos librando duras batallas para buscar un punto de equiparación con el poder constituido por y para los hombres para siempre”, anuncia Alicia Migliore casi como una carta de presentación en la entrevista que concedió a Conclusión.

Con motivo del día de la mujer, esta cordobesa y partidaria del radicalismo que dará esta tarde una charla como representante de la red de mujeres radicales de la Argentina en el Senado de la Nación, afirmó que “a la militancia intuitiva le fui sumando estudio desde el punto de vista histórico y filosófico. Soy hija de la Universidad Nacional de Córdoba y allí se dictaron varios talleres que abrieron caminos de feminismo, para después abrir una diplomatura de desarrollo humano con perspectiva de género que terminamos en 2007”.

Al respecto de su reciente publicación, “Ser mujer en política”, señaló: “El libro es compacto, pero abre muchas puertas para ir consultando distintos enfoques y el prólogo lo hizo María Teresa Mercier de Morini, que fue la responsable de la reglamentación de la ley de cupo femenino”.

Ante la consulta sobre dicha ley indicó que “los detractores dicen que el objetivo ya está cumplido y nosotros decimos que no porque la sociedad sigue siendo machista, todas sus instituciones lo siguen siendo. De hecho en Córdoba, en la alianza Cambiemos, la mujer iba en el segundo lugar y la pusieron en el tercero. Nosotros hicimos una impugnación y la Cámara Electoral dijo que podía ir número tres, pero con eso hacía futurología, porque si hubieran salido electos dos candidatos, ninguno iba a ser mujer”.

“Nosotros vamos hoy por la paridad porque somos el 52 % de la población y nunca estamos convocadas al espacio de poder porque los que se organizan son los hombres y nosotras tenemos una actitud subalterna, aunque por ahí alguna no gratuitamente llega a posicionarse”, expuso.

Seguidamente, la militante radical relató: “En ese sentido puedo citar el caso de Olga Riutort, que por su condición de esposa del entonces gobernador José Manuel De la Sota, posibilitó cosas a partir de que quien detentaba el poder lo admitió. Ella logró que se dicte la ley del 50 y 50 aplicable a todo lo que sea cargos legislativos, organizaciones intermedias, sindicatos… Todo al cincuenta por ciento y también para los municipios que no tienen carta orgánica propia”.

“En ese entonces había que poner mujeres –indicó– y las mujeres no querían porque estaban preparadas para hacer las empanadas, para repartir los votos o controlar las elecciones pero no para ser concejales. Eso hoy no se discute porque las mujeres ya saben que pueden estar o que van a pertenecer”.

-¿Tienen partMigliore 1icularidades los abordajes de la política desde los distintos sexos?

-En el libro hablo de las mujeres generadas que son las paradigmáticas, las chicas buenas, las que cocinan… las que saben abrir la puerta para ir a jugar…. Ellas han adoptado el modelo para el que le dieron permiso, es decir, fueron generadas por el sistema. Después tenemos a las otras que son las regeneradas, es decir las combativas, las que están todo el tiempo hablando de las mujeres y demás, y que cuando se sientan en el espacio de poder, son peores que los hombres porque se constituyen en un hombre con falda. Y tenemos a las degeneradas que somos la piedra en el zapato porque señalamos la irregularidad, la injusticia, las que denunciamos discriminaciones. Por ello, las mismas mujeres quieren ser señaladas por el dedo poderoso no quieren tenernos demasiado cerca y es ahí cuando nos sentimos privadas de género porque por un lado no somos hombre y por el otro, nuestro propio género a veces no nos reconoce.

-A la luz de las transformaciones que produjo el avance de la mujer, ¿ve modificaciones en la relación con los hombres?

-A mí me parece que el cambio gradual que ha venido construyendo la mujer en cuanto a la conquista de espacios, ha significado también que el hombre deba reconstituir su identidad masculina porque ya no está con la misma mujer. Ya no puede ser el mismo hombre que era el dueño de toda la verdad porque no puede imponer desde su rol de hombre todo lo que podía imponer antes. Ese es el gran desafío y por eso es la gran resistencia. Si al hombre se le muestra que la vida puede ser mucho más feliz para ambos, en tanto respetara y construyera una persona que crece a su lado, también crecería él. Pero también creo que hay una gran responsabilidad de las mujeres en la construcción de un machismo extremo en sus propios hijos, porque la que educa es la mujer. Si a la mujer se le abren esas perspectivas y busca la igualdad entre los hermanos o los niños, donde no haya ese liderazgo y ese “segundo sexo”, creo que la vida sería mucho más rica para ambos; porque el hombre proveedor, educado para no llorar, para no sentir, para resolver, está mucho más solo que si tiene una compañera que marche a su lado. Lo que pasa es que tiene que ser mucho más horizontal que vertical el vínculo que se construye.

-Hay quienes dicen que detrás de la reivindicación en  cuanto a la equiMigliore 2paración de sexos, algunos alientan y promueven el enfrentamiento con el hombre…

-Esa es una concepción extrema, un correligionario suele decirme: ‘Ustedes nos eligieron de enemigos y no somos tales’, y yo creo que no es así, nosotras nos consideramos iguales, no menos ni más… pero lo que pasa es que algunos no están dispuestos a conceder nada porque esto es transaccional, ese es el punto. Pero eso también está alentado en todos los credos religiosos porque las mujeres somos los males ellos, y mientras menos hablemos y menos pensemos, mejor para algún sentido de esa concepción autoritaria… E Papa por ahí nos dice que estamos pensando demasiado o algún otro obispo que tiene concepciones antediluvianas.  Hay una frase de Sarmiento, que fue uno de los primeros en educar a las mujeres en función de proteger a la prole y de reconocernos capacidades iguales cuando le dijo a Juana Manso: ‘Piensa tan bien que parece un hombre’, pero él quería que las mujeres recibieran educación integral y no aprender a coser solamente.

-Hay viejos credos que valoraban a la mujer y la iglesia católica entronizó a una…

-La virgen no fue tal hasta el Concilio de Nicea, pero esa mujer que todo comprende, que todo perdona que nada demanda, responde a un mandato de la iglesia puntual y también de la mujer en función de la conservación de los hijos, procreadora, sin placer, porque el sexo es solo para la concepción y no para el placer. Hay una negación de la naturaleza.

-¿Podrías mencionar tres mujeres que según su criterio son las más significativas en la historia argentina?

-Eva Perón, con su juventud y su vida tan breve fue una bisagra en la historia al impulsar y lograr el voto femenino que hacía cuarenta años que se venía presentando en proyectos y al que los conservadores decían ¡no, vayan a cocinar! Fue de una trascendencia enorme porque ahí nos recibimos nosotras de ciudadanas. Cristina (Kirchner) ha sido una mujer que se ha destacado y yo la preferí en su rol de legisladora porque la veía muy progresista, porque me parece que cuando ejerció el poder desde el Ejecutivo lo hizo de una manera bastante masculina. La ley de paridad es una gran deuda que dejó como mujer porque tenía las dos cámaras a favor. Ahí me parece que perdió de vista la visión femenina, aunque me parecieron progresistas las leyes de identidad de género y de matrimonio igualitario. Creo que otra deuda muy grande fue la discusión del aborto. Y por lo que la vi luchar durante sus últimos años de vida, María Teresa Mercier de Morini, que logró la reglamentación de la ley de cupo después de batallar durante siete años. Todas las que están sentadas en  las bancas, no saben que están allí por ella. Carolina Muzilli fue un portento, era socialista, murió a los 29 años en 1917 y trabajaba por las mujeres de las lavanderías y por los niños explotados y Elvira López, que allá por los años 1906 o 1907 hablaba de la trata de mujeres y proponía revertir esa situación. Cuando se empieza a conocer la historia de las mujeres, no nos queda más que decir: ‘¡Caramba, cómo han ocultado tanto!’.