Por Alejandro Maidana

“No somos chetos, pero somos cultura también”, así reza el eslogan de Diego Rodríguez (El Mago TV) y de Analía Méndez (Pirula), una pareja de artistas barriales que no claudican en la lucha cotidiana para vencer la creciente discriminación. Una familia dedicada a escudriñar, en profundidad esos mensajes que en voz baja intentan socializar con los corazones jaqueados por la desesperanza.

Con un derrotero tan amplio como maravilloso, quienes debieron reinventarse en pandemia y padecen el sinsabor que se desprende desde los territorios vulnerables, hoy vuelven a disfrutar de dar un paso mas en esa reconstrucción permanente de sus vidas, y la de los otros. Excluidos del sistema cultural, por acción y omisión de quienes manejan la marioneta universal fortalecieron su ideología, esa que los lleva a compartir su arte con los más postergados a cambio de trocar, al menos por un instante, angustia por felicidad.

Así es la cultura villera, de esta manera se manifiesta la cultura popular, esa que debe gambetear los deshumanizantes prejuicios y la escasa difusión en los medios de comunicación, siempre afines a lo comercial. Son muchos los lugares e instituciones que requieren el arte que despliegan Diego el Mago TV y Pirula, pero en muchas oportunidades les resulta una utopía poder mover todo lo que la obra teatral requiere producto de los costos.

Los populares somos invisibilizados, no por ser populares no vamos a contar con talento o profesionalidad, nos sentimos muy discriminados por este sistema elitista. Nosotros no hacemos arte popular o arte villero como nos gusta definirlo en representación de algún partido político popular, lo hacemos como sentido de pertenencia, ya que consideramos que el arte debe ser para todas y todo”, enfatizó Diego Rodríguez en dialogo con Conclusión.

La calesita que funciona en el patio de la casa de Diego y Analía, comenzó a girar hace aproximadamente unos seis años atrás. A la misma le dio vida “el mago” con sus propias manos, el barrio podía acceder a este divertimento gratuitamente, allí los chicos con menos oportunidades que otros, encontraban su refugio. Pero claro, esto generaba una grandiosa oportunidad para que los padres de los mismos puedan compartir extensas rondas de mates fortalecedoras de la unión entre pares.

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Sorteos con una ruleta al estilo kermesse, y montañas de pororó a la gorra, marcan a las claras el sendero inclusivo que emprendieron y han podido retomar estos artistas populares. “Cabe destacar que en los últimos años tuvimos inconvenientes para poder seguir haciendo girar a nuestra calesita debido a que pretendían que paguemos impuestos, cuando en realidad la misma no es una fuente de ingresos, ya que no persigue el lucro. Fueron muchos años de lucha y militancia para poder recobrar nuestro arte en servicio de los más humildes, ya que la calesita dejó de funcionar, por suerte la situación comenzó a acomodarse”, sostuvo Diego Rodríguez.

 

La casa de Diego y Analía funciona como un espacio de contención y organización, por ello, así es como los días lunes funciona un taller de manualidades de microemprendedoras, donde se reciclan distintos elementos, ya sea tanto para la venta, como para uso personal. “También contamos con apoyo escolar, donde los chicos son acompañados en sus estudios. Todo lo que te estoy diciendo es gratuito, incluso los materiales de las chicas, si bien hay veces que debemos pasar una gorra para juntar algo de dinero que necesitamos para un material puntual. Tenemos el merendero, donde Caro, una querida compañera se encarga de llevarlo adelante. También contábamos con una olla popular, que por ahora está suspendida, y continuamos con la recepción de alimentos y ropas de vestir para poder abrazar a quienes habitan un barrio con muchas carencias”.

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El espacio que capitanean tanto Diego como Analía, se basa pura y exclusivamente en la solidaridad, en la horizontalidad. “Siempre estamos buscando la manera de conseguir lo que van necesitando las familias, a veces se puede, a veces no, pero siempre tratamos de llegar a los espacios donde se toman las decisiones. La calesita es nuestro corazón, en un tiempo se encontraba en una feria acá en la plaza abandonada, allí junto a mi compañera colaboramos para que la feria tenga forma. Si bien después tuvo intervención municipal, todo el primer tramo que estaba abandonada, ayudamos desde el centro comunitario”.

Pero hubo un día en que la calesita, gracias al apoyo de la Secretaría de Cultura de la provincia saliente que acercaron las herramientas necesarias, ese lugar de contención y multiplicador de felicidad pueda convertirse en una ONG, en una asociación civil. “Así fue que nos reunimos un montón de papás de la calesita, armamos la asociación civil y empezamos los trámites, todo a pulmón, porque nosotros lo hacemos desde el barrio. Nos costó mucho, ya que nos encontramos con situaciones a resolver que requerían de asesoramiento legal sumado a la parte monetaria, por suerte siempre aparecen esos ángeles que te tienden una mano desinteresadamente para que puedas encausar los proyectos. Y así fue, hoy el Centro de la Calesita ya es una ONG, ya es legal, ya contamos con personería jurídica. En los próximos días estaremos llamando a la primera reunión organizativa para poner en marcha el proyecto barrial y solidario, seremos la primera institución con personería jurídica del barrio Villa Flores. Lo interesante a destacar, es que la gestión para reactivar la calesita nació de los papás y las mamás. Hoy, y después de mucho luchar y resistir, podemos contar con variadas actividades y ayuda social, todo gracias a una calesita que nació con la idea de divertir y entretener, para terminar, conformando una organización que pretende fortalecer los vínculos barriales para enfrentar los tiempos duros que se avecinan”.