El asma es una enfermedad de las vías respiratorias que puede aparecer en niños, jóvenes y adultos. Destacando que la población de menor edad es la que la padece con mayor frecuencia, al igual que aquellas personas con antecedentes personales o familiares de alergia.

La formas de detectar esta enfermedad crónica son variadas y las manifestaciones varían según cada persona y según en qué momento de la vida se encuentre. Pero en la mayoría de los pacientes se caracteriza por síntomas como tos, dificultad respiratoria (disnea), sensación de pecho cerrado u oprimido y silbidos (sibilancias) en el pecho.

El doctor Jorge Máspero, especialista en Alergia e Inmunología Clínica y director Médico de Fundación CIDEA, profundizó al respecto. «Como sucede con muchas otras enfermedades crónicas, el asma no se cura, pero sí puede obtenerse un óptimo control, lo cual es clave para llevar buena calidad de vida. Las personas con asma pueden llevar una vida normal, incluso en los casos más severos, por lo que siempre va a ser importante contar con un adecuado diagnóstico, que considere también el origen del asma, los factores desencadenantes y la gravedad del cuadro, además de la adherencia al tratamiento determinado por el profesional de la salud tratante».

Hay niños con asma que llegan a la vida adulta sin diagnóstico, aunque muchas veces los síntomas sugestivos de asma se inician durante los primeros años de la vida. Cerca de 4 de cada 10 niños que presentan sibilancias al respirar ante infecciones respiratorias se les diagnostica finalmente asma en los años subsiguientes. Por otra parte, es crítica la determinación de la gravedad de la presentación de asma en cada paciente.

El seguimiento a largo plazo de niños que entre los 7 y 10 años presentaban asma parece confirmar que la gravedad de su cuadro se mantiene con el tiempo: quienes desarrollan asma grave en sus primeros años escolares tienden a tener asma grave también en la adultez.

«El asma grave, por definición, es aquella que no logra ser controlada a pesar de la adherencia a la terapia adecuada en dosis máximas o que -aun si se logra controlarla- empeora cuando se disminuye el tratamiento de dosis elevadas; afecta a entre un 5 y un 10% de los casos», describió el Dr. Máspero.

Existen factores que deben ser tenidos en cuenta para comprender en forma integral si se está ante un cuadro de asma y determinar cómo se presenta en cada paciente, para prevenir complicaciones y controlar mejor la enfermedad.

Síntomas y gravedad de los episodios: es necesario establecer el modo en que se presentan, tanto en su inicio como en su desarrollo, duración, intensidad, variación horaria y patrón (constante o estacional); frecuencia, asistencia a la guardia, hospitalizaciones, necesidad y respuesta a la medicación

Desarrollo de la enfermedad: que está relacionado con la edad de inicio, carácter progresivo o no, diagnósticos y tratamientos previos y actuales.

Factores desencadenantes o agravantes: siendo necesario establecer si los episodios se originan a partir de infecciones respiratorias, exposición a alérgenos del ambiente, contaminantes o cambios de ambiente.

Impacto de la enfermedad: la patología puede generar dificultades en el paciente como ausentismo escolar, reticencia a la participación en juegos y deportes, trastornos del sueño, del desarrollo, del crecimiento y la conducta y también impactar en la familia con alteración de rutinas, pérdidas de horas de trabajo y costos económicos.

Aprendizaje: es clave el involucramiento de la familia y del propio paciente en el conocimiento sobre la enfermedad, su cronicidad, el establecimiento y seguimiento de un plan para el control del asma, junto con el profesional de salud, que incluya además la adecuada administración de los medicamentos, y pautas concretas sobre cómo actuar ante una crisis.