SáBADO, 30 DE NOV

El hombre que colaboró con Perón en su destino histórico y compartió con él su «día más feliz»

Juan Manuel Abal Medina, hoy de 77 años, fue uno de los protagonistas del regreso a la Argentina tras 17 años de exilio del líder del justicialismo. Testigo y protagonista, cuenta en su libro "Conocer a Perón" la construcción de ese regreso clave en la historia política de nuestro país.

Este 11 de marzo se cumplen  50 años de la victoria de Héctor José Cámpora, relatada -entre numerosos sucesos del peronismo-  en el libro «Conocer a Perón» escrito por Abal Medina. Para repasar este hecho histórico rescatamos una entrevista al autor realizada por Martín Piqué para Agencia Télam.

En noviembre de 1972, a sus 27 años, Juan Manuel Abal Medina fue protagonista de la jornada que lo marcaría para siempre y que para Juan Domingo Perón significó la concreción de «un destino histórico», el regreso a la Argentina tras de 17 años de exilio, un acontecimiento que conmovió al país desde la bienvenida en Ezeiza bajo la lluvia y junto a José Ignacio Rucci, y que el propio Perón le describiría luego en un diálogo íntimo como «el día más feliz de su vida».

En  entrevista con Télam, Abal Medina sostuvo que su «adscripción definitiva» al peronismo se «precipitó» por la muerte de su hermano Fernando, dos años menor, a quien vería por última vez a mediados de 1970 arriba de un Dodge conducido por Carlos Capuano Martínez y estacionado en la avenida Rivadavia al 2300, donde -tal como narra en el libro- el ideólogo y autor material del secuestro y muerte de Pedro Eugenio Aramburu le dijo: «Matar es terrible, es tremendo».

Abal Medina evitó hablar del último diálogo con su hermano, salvo con sus padres, hasta que el 20 de enero de 1972 se reunió por primera vez con Perón en Madrid y hacia el final de la visita le contó detalles de esa conversación; tras aquel encuentro, en el que hubo momentos emotivos, el líder del justicialismo comenzaría a encomendarle cada vez más tareas en reconocimiento a lo acertados que resultaban sus informes sobre la situación política de las Fuerzas Armadas.

«Para el General, era central tener información completa y le daba una enorme importancia a la objetividad. Yo tenía amistad directa, personal, con oficiales de rango de tenientes coroneles o mayores, y esa información el General no la tenía por otras vías, porque en el rango de oficiales superiores todos se cuidaban mucho», explicó Abal Medina, quien así se fue convirtiendo en un actor clave -junto a Rucci, Rodolfo Galimberti y Héctor Cámpora- para la estrategia por etapas de Perón.

Desde ese rol, Abal Medina estableció un vínculo de afecto con su jefe político, lo que le permitía en cierta situación preguntarle qué pensaba hacer con el «payaso» de José López Rega sin recibir ninguna reprimenda, o en otro momento -el 26 de septiembre de 1973, en medio de la tristeza de Perón por el asesinato de Rucci- escuchar una confesión íntima del ya presidente en ejercicio: «Ese 17 de noviembre, cuando los vi a ustedes dos y nos abrazamos, fue el día más feliz de mi vida», le dijo sobre lo que pasó al bajar del avión de Alitalia y pisar otra vez suelo argentino.

-En el libro cuenta que a fines de 1971 usted plantea en un documento que era necesario que el peronismo diera un paso a una nueva etapa, generar un hecho político: el regreso de Perón al país. Eso lo leen Cámpora, (Antonio) Cafiero y Rucci, y se lo mandan a Madrid. 

-Sí, es un informe de fines del ’71, en el cual hago un balance del cuadro de fuerzas y veo que el General ya ha logrado por lo menos empatar la situación. En consecuencia, estaba en condiciones de buscar una definición. Y la definición de una situación de conflicto uno la busca siempre en el terreno donde es más fuerte. Había que ir al terreno más fuerte para el peronismo, que era el número. Todo tenía que confluir en conseguir elecciones lo más abiertas que se pudieran. Pero, claro, la correlación de fuerzas no nos iba a permitir elecciones sin restricciones.

– Lanusse, por entonces, intentaba una normalización institucional pensada para que el peronismo perdiera las elecciones. 

– Claro. La idea era que el peronismo podría ser derrotado si Perón no era candidato (por la cláusula que exigía años de residencia en el país, NdR), el balotaje del 50% y sacándonos un pedazo por izquierda con el frente de la Alianza Popular Revolucionaria, en el que seguro tuvo que ver la Unión Soviética porque estaba en graves problemas y Argentina era el gran surtidor de trigo de ellos. Perón recibe dos versiones de ese borrador y me manda a decir que me espera en Madrid.

– ¿Por qué cree que lo convocó? 

– Le llamó la atención de parte mía tanta información, que luego se verificaba correcta, del área militar y del área sindical. Ese informe había sido una composición política que había preparado con el apoyo de Luis Rivet, quien había sido director de «Azul y Blanco» (semanario periodístico de línea nacionalista) después de Marcelo Sánchez Sorondo (uno de los primeros editores en publicar «Operación Masacre»). Por mi forma de ser y por mi formación, yo no le ponía ninguna tendencia para pasársela al General. Es decir, no le hacía ningún «diario de Yrigoyen». Así comencé a colaborar con Perón en diversas tareas, lo cual con la práctica me lleva a la conducción del movimiento. Y eso se hace público cuando me designa secretario general (del Movimiento Nacional Justicialista).

– Tras su regreso al país y en la búsqueda de arrancarle a Lanusse la convocatoria a elecciones, Perón promueve un acercamiento con el radicalismo. ¿Hubo chances reales de una fórmula compartida con (Ricardo) Balbín? 

– Sí, yo creo que existió. Pero estamos hablando del ’72, no del ’73 (por la campaña electoral de las elecciones del 11 de marzo de ese año).

– ¿Fue Raúl Alfonsín uno de los principales boicoteadores a esa fórmula conjunta de peronistas y radicales? 

-Es el momento de la reunión en Nino (restaurante de Vicente López, a la que asistieron 28 partidos políticos, con la presencia de Perón). El intento de que el radicalismo levantara la cláusula proscriptiva no iba a suceder, salvo que hubiera un acuerdo, pero a eso el radicalismo lógicamente no se plegaría porque era darle el Gobierno directamente al peronismo. En todo ese proceso, habían sido claves el levantamiento montonero, con la juventud radicalizada que por entonces expresaban muy bien y superestructuralmente Rodolfo Galimberti y su grupo. En mayo de 1972, el General me había dicho que tenía tres alfiles: en la relación con el mundo político, Cámpora; un alfil en el movimiento sindical, que era Rucci; y un alfil en la movilización juvenil, Galimberti. Perón a cada uno le daba un trato distinto: y a los únicos que les decía «m’hijo» eran a Rucci y Galimberti, a los dos los quería mucho.

– Este jueves se cumplen 50 años del regreso de Perón, para el que usted trabajó mucho. ¿Qué significó para el país? 

– Fue una victoria única en la historia argentina. Porque todos nuestros grandes hombres murieron en el exilio, afuera del país, y el General pudo volver. (José de) San Martín murió en Boulogne Sur Mer, (Juan Manuel de) Rosas en Gran Bretaña y (José Gervasio) Artigas en Paraguay. Perón pudo lo que no lograron otros jefes populares de la Argentina.

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