MIéRCOLES, 27 DE NOV

El filósofo que inspiró a Merlí

Nemrod Carrasco, profesor de la Universidad de Barcelona, habló con Conclusión sobre su trabajo en la aclamada serie de producción catalana que se puede ver en Netflix.

Por Fabrizio Turturici

Llegó un día en que la filosofía pudo salirse del reservado ambiente que la caracterizaba, atravesando el umbral imaginario entre la elite y la gente de a pie. Así, los filósofos se vieron obligados a dejar las humeantes pipas y el ampuloso lenguaje, para embarrarse en el idioma popular y hacerles llegar las grandes preguntas de la humanidad a sus vidas cotidianas.

Y Merlí, la aclamada serie de producción catalana, es un claro exponente de esta nueva tendencia. No obstante, el polémico y entrañable maestro que encarna el actor Francesc Orella no podía haberse logrado sin la inspiración de Nemrod Carrasco, profesor de la Universidad de Barcelona que brindó el soporte filosófico de la ficción creada por Héctor Lozano, quien fue su alumno en tiempos pasados.

En un reportaje concedido a Conclusión desde Europa, Carrasco dio una de sus clases magistrales al referirse a múltiples temáticas, siempre con el foco puesto en su trabajo en Merlí. Cómo le llegó la propuesta, cuáles son los valores más importantes que quiso transmitir, el sentido de la filosofía, de la vida, del amor y demás, son respondidas en esta entrevista.

—¿Cuánto de usted hay en Merlí?

—La verdad es que el origen de la serie se debe, en gran parte, a que el guionista y productor de la misma vio en mí unas cualidades óptimas para asesorarlo filosóficamente. Seguramente hay rasgos que tienen que ver con su carácter para transgredir y cuestionar la realidad que le debieron fascinar de mis clases. No tengo en claro hasta qué punto estoy reflejado en el personaje, pero de lo que estoy seguro es que mis clases buscan el mismo objetivo.

—Merlí es una serie que incentiva a desarrollar el pensamiento crítico de las cosas, sobre todo contra el orden establecido. ¿Cómo es su relación con el poder de turno, llámese gobierno, iglesia o demás, y por qué considera importante rebelarse contra ellos?

—Es un intento de plantear la filosofía como un instrumento para llevar la crítica hasta las últimas consecuencias. Me parece importante porque, por definición, la filosofía es la capacidad que tenemos para dudar de todo lo que nos impusieron. Y en la medida que esa capacidad está presente, debe cuestionar el orden establecido. Lo que mueve a la filosofía es la búsqueda de la verdad, cuya esencia es incomodar al poder. Lo que quiero decir con esto es que la filosofía tiene un función esencialmente crítica, y cuando hablo de crítica lo empleo en el sentido más negativo y destructivo que tiene esa palabra. Se tiene que dirigir contra el poder abstracto, entendido en todas sus manifestaciones.

—Hizo mención del espíritu destructivo de la filosofía, pero el discurso cínico de Merlí contrasta con la sensibilidad social que vivimos, donde está de moda lo políticamente correcto. ¿Cómo se maneja esta paradoja?

—Esta contradicción es uno de los aspectos más interesantes del personaje, algo que vale la pena tener en cuenta. Yo sostengo la idea de que, para filosofar, se necesitan fundamentalmente muchas dosis de malrollismo. Si no tenemos mala baba, difícilmente podamos conseguir la gasolina que nos mueve a pensar. Pensar es sospechar de las mentiras que nos venden como verdades, cuestionar los prejuicios que imperan y mostrarse completamente irrespetuoso ante cualquier tipo de opinión. Y para eso se necesita mala baba.

—En el armado del guión, ¿cómo fue el desafío de pensar primero la trama y después el filósofo en cuestión? ¿Qué pensador le costó adaptar a la historia y cuál disfrutó más?

—Fue complicado, porque Héctor (Lozano) me comentó desde el primer momento que lo que primaba en la serie era la trama narrativa. En muchas ocasiones nos pasamos tres o cuatro semanas hasta encontrar a un autor cuya problemática filosófica encajara en la historia. Otras veces, el creador tenía una idea clara sobre el tema para abordar y resultaba sencillo insertar al filósofo de turno. La dinámica fue variable, hubo capítulos complicados y sencillos. Desde mi punto de vista, los capítulos que más me gustaron son los de Freud y Descartes. También me gustó incluir a Guy Debord para abordar la problemática de las redes sociales. Pero no quedé nada satisfecho cuando hablamos de Nietzsche: es un autor del que se podía haber obtenido mucho más rendimiento. Entiendo que muchas veces las secuencias te quitan espacio, pero en general la valoración que hago es muy positiva.

—En cuanto a la relación de la filosofía con la vida misma, ¿por qué es importante romper esa barrera imaginaria que separa a la academia de la realidad?

—De entrada, lo que tenemos que hacer es plantear que la filosofía no es algo que esté reducido a una élite. No es una cuestión única y exclusivamente de especialistas, sino que está al alcance de todos. Y precisamente por esto, lo único que se necesitan son dos cosas: hacerse preguntas y tener ganas de razonar. La filosofía y la vida están mucho más relacionadas de lo que podríamos pensar; creer que el pensamiento no tiene consecuencias sobre la propia vida, es un error extraordinario. Dicho de forma más sencilla: se piensa como se vive y se vive como se piensa. Por ende, si se piensa libremente, lo más probable es que uno viva libremente.

—Es evidente que la serie acerca a grandes y chicos a la filosofía, por su manera entretenida de contarla. Pero, ¿cómo advierte el presente académico de la materia, en un clima de época donde todo es inmediato y superficial?

—Contemplo el panorama de una manera bastante desoladora y esperpéntica. Resulta que tenemos una serie como Merlí que ha logrado revitalizar la filosofía, sacarla de la academia para acercarla a las problemáticas de la gente cotidiana. Pero eso contrasta brutalmente con lo que está sucediendo a escala institucional, donde en España la situación es lamentable, por no decir extraordinariamente preocupante, dado que está desapareciendo de los institutos. Nos encontramos en esta paradoja donde la sociedad demanda a la filosofía y las instituciones no dan respuestas.

—El maestro que encarna Francesc Orella relaciona al hecho de pensar con la felicidad, ¿usted concuerda con esa premisa?

—La filosofía no nos ayuda a encontrar la felicidad, sino a buscar la verdad. Y la verdad no necesariamente coincide con un hecho feliz. La filosofía no te calma con el sedante de las respuestas tranquilizadoras, sino que te obliga a sobrevivir en medio de la inquietud y perplejidad. La filosofía no le dará un sentido a tu vida, sino que contribuye a problematizarlo todo.

—¿Y cómo se hace para lidiar con la angustia que nos genera el hecho de no poder responder ciertas preguntas eternas de la humanidad?

—De entrada, tenemos que intentar no darle más trascendencia de la que merece. Para filosofar no solamente debemos hacernos las preguntas trascendentales, como quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos; sino que hay otras actitudes de la vida cotidiana que sirven como un interesante punto de partida. Yo no le daría más trascendencia de la que podemos darle, porque en el fondo, lo más profundo termina siendo lo más superficial, que es lo que tenemos delante de nosotros mismos.

—En la serie se habla mucho de amor…

—Tenemos un exceso de amor, porque se ha convertido en una especial de ideal, un mito intocable que condiciona y determina nuestras vidas de una manera bastante acuciante. En la serie se tratan de ejemplificar mucho de los conflictos relacionados a las vivencias amorosas de los personajes, pero también hay un llamado a distanciarse y despegarse del mismo, porque es algo que en muchas ocasiones a uno le impide pensar.

—A modo de síntesis, ¿cuáles son las lecciones más valiosas que podemos aprender con Merlí?

—Además de lo que fuimos hablando durante toda la entrevista, si hay una lección que podamos extraer de la serie es que la filosofía lleva implícita una actitud de resistencia, una disposición a no dar las cosas por sentadas. Merlí nos invita a preguntar hasta las últimas consecuencias, formular las cosas de otra manera. La filosofía hace que nadie piense por nosotros y para eso tenemos que distanciarnos de nuestras propias creencias. Pensar no es otra cosa que descreer y es lo que nos enseña Merlí.

—Por último, quisiera pedirle una breve referencia de su último libro…

«Viaje al centro de la filosofía» es un libro que está escrito en castellano y sirve para iniciarse en el mundo de la filosofía. El lector que quiera emprender este viaje, sin tener en claro su destino, encuentra en este libro una opción formidable.

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