Todos los  17 de enero, el mundo celebra el Día del Protector Animal en honor a San Antonio Abad también conocido como San Antón, quien dedicó su vida a cuidar y amar a los animales. San Antonio Abad nació en el Egipto Medio entre los años 250 y 260, y a los 20 años, después de escuchar en un templo las palabras evangélicas: “si quieres ser perfecto, anda, vende cuanto tienes y sígueme” (Lc. 18-22), y así lo hizo; primero se retiró a una tumba situada entre rocas, luego a un castillo ruinoso y abandonado en el desierto y finalmente a una montaña situada cerca del Mar Rojo.

Como  un eremita del siglo III, San Antonio Abad,  descubrió la sabiduría y el amor divino a través de la observación de la naturaleza durante su vida austera. Su conexión con los animales fue tan profunda que se ganó el título de protector y patrón de los mismos. Bendecía a los animales y a las plantas, reconociendo la importancia de mantener un equilibrio armonioso entre el hombre, la naturaleza y los animales.

Cuenta la leyenda que desde que empezó a vivir como ermitaño en busca de la santidad, un puerco se le unió y hacia ruidos espantosos cuando él oraba con la intención de distraerlo. Era el demonio que le mostraba infinidad de tentaciones y que han sido reproducidos por artistas de todos los tiempos, incluyendo a Salvador Dalí.

En la festividad de San Antón, es común ver a los feligreses acudir a los templos con sus animales domésticos para recibir la bendición de los sacerdotes. Este gesto simboliza la devoción hacia la protección de los animales y la comprensión de que todas las formas de vida merecen respeto y cuidado.

San Antonio Abad se une a la distinguida lista de Santos que amaron y protegieron a los animales, como San Francisco de Asís, San Martín de Porres y la Madre Teresa de Calcuta. La compasión por los animales y los seres humanos, según la Madre Teresa, no son excluyentes, sino interdependientes. Todas las vidas, sin importar su forma, merecen ser respetadas y salvadas.

En la actualidad, el Día del Protector Animal no solo es un recordatorio de la devoción de San Antón, sino también un reconocimiento a aquellos que dedican su tiempo, esfuerzo y recursos para salvar, cuidar y proteger a los animales. Estas personas y asociaciones, a menudo trabajando en el anonimato, desempeñan un papel crucial en la preservación de la vida animal.

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