Dejar de lado la visión centrada en aplicaciones para pensar en «lo que necesita la gente», incluyendo a aquellos que no están pendientes del smartphone, es la clave para diseñar ciudades inteligentes, cada día más cercanas gracias a la proliferación y abaratamiento de los sensores electrónicos, destacaron especialistas en un foro realizado en la ciudad de Buenos Aires.

En un panel desarrollado en el congreso «Fiber to The Home» realizado en un céntrico hotel porteño, Nick Wilcox, director de Estrategia de ETI Software, relató su experiencia en el asesoramiento de gobiernos municipales europeos que caminan hacia la meta de la «smart city», y señaló algunas limitaciones que se deben tener en cuenta en el proceso.

«Nuestros ingenieros salen a comer y utilizan seis aplicaciones, desde Google Maps hasta Instagram, porque ven al mundo a través de su smartphone. Pero pensar una ciudad inteligente es pensar qué quiere la gente, y no todos usan smartphones», explicó.

En ese sentido, comentó que su propia madre nació en un pueblo sin luz eléctrica y que se jubiló antes de que explotara el uso de los celulares, por lo que un desarrollo de la llamada «Internet de las cosas» debe tener en cuenta esa situación.

Además, recordó que Europa y muchos países de otras regiones del mundo viven un envejecimiento de su población y que, por ello, la ciudad inteligente debe llevarse adelante «mirando todo el panorama».

Para Wilcox, los cerebros de los desarrolladores están «cableados de manera diferente» al de una octogenaria que, muy difícilmente, quiera y pueda usar un smartphone.

«En cambio, una pulsera puede recolectar datos de su salud, incluso alertar si se cae. También existe una caja de medicamentos inteligente que me puede decir cuánto hace que mi madre no toma una pastilla. Unir la información con Big Data es necesario para que el médico pueda entrar a su smartphone y no deba ingresar a dos aplicaciones sino a una sola que le alerte, por ejemplo, un coma posible diabético», ejemplificó.