Posiblemente uno de los primeros trabajos de la historiografía moderna en establecer la existencia de población normanda en la costa atlántica de América del Norte es la obra desarrollada por Kart Wilhelm titulada “Amerikas Upptäckande Gewan Norrmännerne soocar faäre Columbus”, publicada originalmente en Estocolmo en 1843.

Nicolás Palacios, autor de la monumental obra “Raza Chilena” (1904) ha comprobado a su vez la presencia de grupos vikingos en nuestro continente, expresando que ni siquiera la primacía del descubrimiento y colonización de este hemisferio es de la raza latina. Lo cierto es que islandeses y noruegos, habían descubierto y poblado una parte de América, que ellos llamaron Markland y Vinland, más de cuatrocientos años antes de que arribara a sus playas Colón.

Las huellas de población nórdica a partir del siglo XI en América se encuentran en las investigaciones desarrolladas por el antropólogo Jacques de Mahieu: La lucha mortal de los Dioses Solares. Los vikingos en Paraguay (1973); La agonía del Dios Sol. Los vikingos en la América del Sur (1974); La Piedra Sagrada del Dios Sol. Los vikingos en Brasil (1975); El gran viaje del Dios Sol. Los vikingos en México y Perú, 967-1532 (1976); Drakkares en el Amazonas (1977); Los sabios de Ippir. Los vikingos en Amambay (1978); El rey vikingo del Paraguay (1979) y El imperio vikingo de Tiahuanaco (1981). El profesor Vicente Pistilli ha continuado esta huella en valiosos trabajos como Vikingos en el Paraguay, La aldea vikinga-guaraní en la Cuenca del Plata (1978); La cronología de Ulrich Schmidel (1980), Etnología y etnografía americana (1990) y Vikingos en América (2000). (1)

En nuestra edición anterior (N° 74, cap.VI en nuestro blog http://infoconnoticias.blogspot.com.ar/2012/08/buscando-la-verdadera-historia-de-los_22.html ) publicamos una entrevista a Reginaldo Tulian, uno de los descendientes comechingones en la localidad de San Marcos Sierras, Pcia de Córdoba, el nos explicaba que sus antiguos ancestros eran distintos al resto de los aborígenes, en cuanto a la contextura física eran de rasgos típicamente europeos; altos, rubios, barbados y de cutis claro. Y que en el Cerro Colorado se han podido encontrar pictografías con hombres con cabeza con cuernos y formas de barco con cabezas de cuernos y que ellos serían descendientes de vikingos. “Siempre con relación a la llegada de los españoles nos han hecho creer que la historia comenzaba cuando llegaron ellos acá. Por el contrario, termina, porque es la última cultura que encuentran aquí en América” enfatizaba Reginaldo.

DESCENDIENTES DE PUEBLOS INDOEUROPEOS EN ARGENTINA PREHISPÁNICA

La Primer Tiwanacu de los descendientes de Troyanos, (aclaremos que cuando hablamos de «Descendientes de Troyanos» no estaremos suponiendo una «unidad étnica o cultural», más bien estaremos entendiendo una «horda en movimiento» con un «cierto bagaje cultural», el cual se irá perdiendo con el tiempo, adaptándose a las condiciones y mezclándose con otras razas y culturas hasta olvidar su propio origen como lo hacen las mayoría de las personas que emigran actualmente a otro país, una o dos generaciones después ya no se sienten de la anterior sino de la nueva nación y adoptan sus costumbres, lengua, historia y banderas como propias) continuaría su expansión influyendo en el norte de Chile y de Argentina, hacia el Cuzco (Perú) y hacia Colombia, sobre todas las culturas amerindias hasta la llegada de los vikingos daneses hacia el 1.100 d.C. al altiplano boliviano. Podemos decir que extendió su dominio por el sur hasta la Provincia de Córdoba, en Argentina, donde estos descendientes de Troyanos se instalarían en lo que antes eran frondosos bosques y, ahora son páramos, desiertos, producto de las devastaciones de los ingleses para la construcción de su red de ferrocarriles en Argentina (obviamente favorecidos por las corruptas clases gobernantes argentinas y el desinterés del pueblo). Y no solo llegaron tan lejos como a Córdoba, se expandieron además más al sur hasta 4 mil kilómetros de Tiwanaku, dejando Construcciones Megalíticas en la Provincia de Buenos Aires en Ventania y Tandilia. Obviamente, no estamos diciendo que esas regiones eran parte de la estructura del imperio, sino que fueron grupos independientes que llegaron hasta allí.

Varias generaciones después ya ni recuerdan de donde vinieron. Igual que en la actualidad, pasó con los troyanos en Sudamérica y luego con los Vikingos Daneses. En ese «cierto bagaje cultural» que mencionábamos, traían los estilos arquitectónicos (estructuras megalíticas) presentes en toda América, el estilo escultórico y la simbología indoeuropea. En Santiago del Estero, Chaco y Córdoba estos descendientes de blancos europeos, terminaron convirtiéndose en los famosos «Indios» Blancos Comechingones (que de amerindios no tenían nada). Los Comechingones sorprendieron a los Conquistadores Españoles por ser blancos, barbados y por usar «cuchillos de hierro». ¿Cuchillos de hierro? si, cuchillos de hierro…Dicen los «expertos» que el hierro «no fue conocido» en América hasta la instalación de las fundiciones de hierro españolas, francesas e inglesas. Sin embargo, los Comechingones varones portaban puñales de hierro, los cronistas españoles mencionan que «son unos treinta mil». E incluso hay hachas de hierro precolombinas en el Paraguay. Con la llegada de los españoles, los comechingones fueron rápidamente asimilados y desaparecieron.

Que haya ocurrido esta «asimilación» tan rápida es muy lógico puesto que los Comechingones eran BLANCOS, no amerindios como se tiende a suponer popularmente.

La cultura de los «Comechingones» que tenía su centro más sagrado en el Cerro Uritorco, es descendiente directa de hordas de Troyanos, siguiendo los pasos de Emilio y Duncan Wagner y del inolvidable Jacques de Mahieu (Antropólogo Franco-Argentino, fundador del Instituto de Antropología y Ciencias del Hombre de Buenos Aires, Argentina, de la Comisión de Exploraciones Arqueológicas de la Corporación Planetarios.com, apenas conocido por las generaciones actuales que poco saben de sus espectaculares descubrimientos que dieron origen a una visión real de nuestra procedencia).

Los Comechingones fueron integrantes de la Cultura «Chaco-Santiagueña» (que imaginara Emilio Wagner), que en realidad no es otra que la misma cultura de los Comechingones. Estuvieron integrados al Primer Imperio de Tiwanaku, una raza que se hunde hasta los remotos orígenes antes de nuestra era en el 1200; mismo siglo de la caída de Troya. Estos «Comechingones» (palabra despectiva aplicada por sus enemigos amerindios, los Sanavirones), tenían las mismas costumbres de los pueblos megalíticos europeos del oeste y norte de Europa, de vivir bajo tierra. Una acepción posible para el término «Kami-Chingón» es que era un grito de guerra proferido por ellos mismos. Este pueblo, dependiente de la «Metropoli» de Tiwanaku (durante el primer imperio) es el responsable directo de los primeros Menhires de Tafí del Valle y de las Construcciones megalíticas en Sierra de la Ventana

PERFIL DE ALGUNOS DE LOS MENHIRES DE VENTANIA Y TANDILIA (presentan alineaciones que muchas veces apuntan hacia la cima de los cerros en los cuales se pueden encontrar, o apachetas, o bien dólmenes o bien posibles tumbas. Las construcciones megalíticas en Argentina no son de origen amerindio, son aportes culturales de naciones que emigraron de Europa.)

Decíamos los primeros menhires de Tafí del Valle, Provincia de Tucumán, porque esta zona primero fue ocupada por descendientes de Troyanos (Primer Imperio de Tiwanaku) y luego por descendientes de Vikingos daneses durante el Segundo Imperio de Tiwanaku. La zona no ha sido investigada en profundidad más allá de relevamientos fotográficos en el terreno y relevamientos aerofotográficos realizados por investigadores particulares y por arqueólogos profesionales. Sin embargo, no se han hecho excavaciones arqueológicas que permitan dilucidar el verdadero origen de estas construcciones y acreditar a qué cultura pertenecen. Por lo tanto, las conclusiones precipitadas que han hecho algunos acerca de su origen indígena, son al menos arriesgadas como cualquier otra conclusión posible, hasta tanto no se realicen excavaciones arqueológicas.

La ocupación de la zona por diversos pueblos indígenas desde la época de la conquista o aún antes, no implica que tales construcciones tengan ese origen. Hay también perímetros cuadrangulares con construcciones de piedra de tipo megalítico que incluyen el uso de dinteles e inclinaciones sobre las paredes a manera de terraplen. Solo una imaginación febril podría atribuir a tehuelches, mapuches y pámpidos este tipo de construcciones. Sólo políticos ignorantes en función de obtener votos y lugareños chauvinistas pueden sostener que son de origen amerindio.

Como ya se ha dicho, Menhires y Dólmenes no son estructuras que puedan atribuirse a Mapuches, Pámpidos o Tehuelches por más que hayan habitado la zona. Es tan ridículo atribuir a amerindios del sur este tipo de construcciones por razones «nacionalistas», como lo que hacen los peruanos barnizando las momias blancas para que «parezcan más peruanas» o los egipcios, haciendo «silencio» sobre las MOMIAS RUBIAS de Ramsés II u otros faraones o los chinos con las Momias Blancas de Tarim. Sería bueno dejar la incoherencia de lado de algunos pseudo historiadores que pretenden mutilar la presencia blanca en América; si en Argentina quieren ser «nacionalistas» pues que comiencen en devolver a los Mapuches (Araucanos) al otro lado de la cordillera, porque son un pueblo invasor, cuyo territorio original es el sur de Chile y no el sur argentino al cual ingresaron invadiendo y exterminando sin piedad a los Tehuelches. Los menhires y las construcciones megalíticas eran conocidas desde la época de la conquista y aún antes. Garay lo sabía, los conquistadores lo sabían. Las primeras expediciones se dirigieron al «Volcán de Tandil» en busca de tesoros, en busca de la Ciudad de los Césares. Los mapuches son tan «originales» de Argentina como lo son los Kelpers británicos de las Malvinas. No estamos hablando aquí de deportar a nadie, lo que estamos diciendo es que las construcciones megalíticas en Argentina no son de origen amerindio, son aportes culturales de naciones que emigraron de Europa.

Hay también perímetros cuadrangulares con construcciones de piedra de tipo megalítico que incluyen el uso de dinteles e inclinaciones sobre las paredes a manera de terraplen. La calidad en el trabajo con la piedra, demuestra a las claras la presencia de una cultura que no es la Tehuelche o Pampa quienes jamás trabajaron en piedra, ni ninguna de las culturas indígenas del sur argentino. Muchos tienden a confundir los mismos como obra de indígenas pámpidos o sureños (etnias tehuelche y mapuche) que llegaron a ocupar la zona, quienes incluso utilizaron ampliamente estas construcciones, tanto como para abrigo del ganado, abrigo tribal e incluso como centro de intercambio provincial. Pero es bien conocido que nunca ni tehuelches ni mapuches ni pámpidos en general han trabajado la piedra más allá de ciertos instrumentos para la subsistencia como boleadoras. Pueblos en constante movimiento nunca desarrollan una tecnología en piedra más allá de ciertos elementales instrumentos. La mayoría de los menhires apuntan hacia cimas de cerros, cuevas, túmulos (que la tradición de los amerindios locales afirma son «chenques» – «tumbas de caciques») e incluso dólmenes. Los menhires son cientos y de altura variable. Algunos de hasta más de 2 metros de altura.

Uno de los conjuntos más grandes está al pie del cerro Tres Picos. Hay también alineaciones de menhires que recorren varios kilómetros. (0)

Pacientemente se han propuesto hipótesis de trabajo sobre la presencia de los nórdicos en Paraguay (y en América). Esta se afianza cada vez más, pues nunca nadie ha logrado señalar algún error de fundamentación y pruebas en todos los órdenes: arqueológico, etnológico, lingüístico, antropofísico y epigráfico. Pues así es, en el Paraguay como en el resto de la América aborigen, existen inscripciones rúnicas ( los alfabetos rúnicos son un grupo de alfabetos que comparten el uso de unas letras llamadas runas, que se emplearon para escribir en las lenguas germánicas principalmente en Escandinavia y las islas Británicas, aunque también se usaron en Europa central y oriental, durante la Antigüedad y la Edad Media, antes y también durante la cristianización de la región.) pruebas terminantes de la presencia de sus portadores, los vikingos, que hablaban el norrés (dano-noruego; pro-nórdico). Desde la más remota antigüedad, en diversos campos como petroglifos, textiles y alfarería, los símbolos conocidos en Europa como runas, han sido estampados en las manifestaciones culturales del mundo andino prehispánico. Ciertamente, las runas andinas poseen los mismos atributos mágico-esotéricos de sus homólogas europeas, además de presentar formas muy similares en algunos casos, o bien, claras estilizaciones en otros.