Por Gisela Gentile

Andrea Cristina Trigo Conte tiene 49 años y sufrió abuso sexual en su infancia, cuando apenas tenía 10 años de edad. Durante 34 años de su vida, no pudo contarle a nadie el calvario vivido. Hoy se atreve a socializar su historia para poder visibilizar su camino de transformación y resiliencia, que puede resultar una luz en el oscuro túnel de aquellos y aquellas que alguna vez sufrieron abuso.

Una vida de silencio, tratando de esconder y solapar los recuerdos del horror. Los niños y las niñas entienden que están sufriendo, pero no pueden hablar de ese abuso que no soportan. Un recorrido complejo y plagado de incertidumbres en donde existe el doble vínculo que se genera en niñas y niños abusados sexualmente.

La complejidad comunicacional que se suscita  con la idea de que deben confiar, amar y respetar al adulto, padre, abuelo, hermano o tío que está abusando de él o ella, ya que es un familiar o un ser querido y en consecuencia es confiable. Pero al mismo tiempo, este ser es quien abusa sexualmente, aniquila su integridad física y psíquica, a través de ese aberrante acto.

La niña o el niño abusado, al recibir esta comunicación paradojal, no saben qué hacer.  Por un lado siente el daño que sufre, pero por otro imagina que este daño infringido por ese adulto, en el cual debe confiar, es una demostración de amor. A menudo ocurre, que cuando dichos abusos quieren exteriorizarse de alguna manera, las narraciones del mismo son ilegitimadas, desoídas o minimizadas. El grito en silencio de muchos niños u adolescentes no es reconocido, y resulta mucho más triste aún, cuando no pueden salir a la luz.   

“Cuando lo pude contar, se lo expresé a mi actual pareja que es abogado penalista, lo hice en unas de esas charlas que uno tiene sobre la vida. Él me hizo ver que lo que había pasado era un delito, y ahí comenzó el camino que hoy estoy transitando. Fue allí donde tomé consciencia de lo que me habían hecho y de que es algo condenable, esto me motivó a contarlo y perder la vergüenza”. De esa manera comenzaba el diálogo con Conclusión Andrea Cristina Trigo Conte, víctima de violencia e impulsora del proyecto para que no prescriban los delitos de abuso sexual en la infancia.

Después de cuatro años de mucha lucha y sufrimiento en donde Andrea sacó fuerzas de donde pudo para seguir de pie, un nuevo desafío se avecinaba. “Con mucho apoyo psicológico y de mi marido, es que hoy estoy decidida a empezar a luchar porque se incorpore en el código penal un artículo que diga que estos delitos no prescriben, teniendo el mismo trato que los de lesa humanidad”.

Seguir adelante con la mirada puesta en poder llegar a la tan ansiada justicia, “el poder estar como estoy hoy, en gran parte se debe a mi carácter fuerte, forjado por haber sido la hermana más grande de 7 hermanos, por haber tenido una infancia muy dura, y por haber sabido que sólo nos teníamos a nosotros mismos. Cuando hablo aparento estar bien, pero interiormente es una herida que nunca se cierra y siempre está. Cuando tomé conciencia de lo que me había pasado, también supe que iba a necesitar ayuda profesional”.

Así como los delitos cometidos en la dictadura son imprescriptibles, estos también deben serlo. Existen infinidades de convenios y convenciones que avalan estos derechos de las niñas, niños y adolescentes, pero lamentablemente Argentina los pasa por encima

El camino de encontrar un profesional que se adapte a las necesidades y vivencias de cada persona puede resultar muy espinoso. “Te puede tocar el mejor psicólogo o el mejor psiquiatra, pero cuando estás en las distintas etapas del duelo, no hay nada que te ayude, es solo intentar con un profesional, dos o tres meses y lo dejaba porque el sufrimiento era muy grande, entonces volvía para atrás. Mi marido Daniel fue un puntal enorme en mi vida, él al conocer los pormenores de estos delitos, nunca dejó que claudicara. Con su amor incondicional siempre me dijo que siga a delante y que iba a encontrar el profesional que me callera como anillo al dedo para lo que necesitaba, y así fue. También incorporó en mí el hecho de seguir adelante para poder lograr algo para que se pueda hacer justicia”, enfatizó.

El objetivo de buscar que el código penal no sea tan blando con respecto a los abusos, es lo que logró esperanzarla y mantenerla en pie de lucha. “Esa búsqueda hace que mi interior y mi alma tengan la convicción de que voy a lograr justicia. Y que como yo, otras tantas mujeres y hombres que han padecido esto en la niñez y no se han animado a contarlo, lo puedan hacer teniendo la certeza que van a lograr justicia. Pero para poder llevar a cabo esto, el código penal de la nación debe cambiar. Así como los delitos cometidos en la dictadura son imprescriptibles, estos también deben serlo. Existen infinidades de convenios y convenciones que avalan estos derechos de las niñas, niños y adolescentes, pero lamentablemente Argentina los pasa por encima”.

Esto demuestra la soledad que vive una víctima, por ello el Estado debería ser absolutamente consecuente con ellas

Después de 34 años, su marido la convenció de que sus padres debían saber lo que había padecido en su infancia, “Se los conté y obviamente les causó un sufrimiento enorme, pero no los hizo acercarse a mí, sino que contrariamente hizo que se alejaran. No poder contar con su apoyo fue algo que durante un tiempo se sumó al dolor que yo sentía. De a poco van entendiendo y van acercándose, dejando de lado ese dolor que tienen tratando de acompañarme un poco más. Esto demuestra la soledad que vive una víctima, por ello el Estado debería ser absolutamente consecuente con ellas. En muchos casos una persona detenida tiene muchos más derechos que una víctima, donde el Estado la desampara por completo”, relató.

En torno a las leyes actuales, Andrea destacó, “no cabe duda que tanto la «ley Piazza» como esta última reforma de 2015, han sido fundamentales para garantizarle a las víctimas de delitos sexuales en la infancia, la persecución judicial de estos hechos, cumpliendo así con las aspiraciones de las víctimas, sus familias y las organizaciones dedicadas a la protección de la infancia frente a las diferentes formas de maltrato y violencia”.

A continuación compartimos los puntos más salientes de este ante proyecto creado por Andrea Cristina Trigo Conte:

>Establecer la imprescriptibilidad de las diferentes modalidades de abuso sexual infantil previstos en el Código Penal en los Artículos 119, 120, 124, 125, 126, 127, 128, 129, 130, 131, 145 bis y 145 ter. Artículo 2.

 >El Estado tiene la obligación de garantizar a las víctimas, independientemente de la edad que tengan al denunciar o solicitar asistencia, de los delitos declarados imprescriptibles en esta ley, el abordaje integral adecuado al caso antes, durante y posterior al proceso judicial:

a) Información y asesoramiento.

b) Patrocinio legal gratuito.

c) Facilitación y acompañamiento.

d) Tratamiento psicológico.

e) Asistencia económica.

Una de las características que rodea este aberrante delito es que no es denunciado por parte de las víctimas, y en muchos casos ni siquiera por parte de las personas de la familia que se dan cuenta lo que está pasando en el seno familiar.

En los casos diagnosticados de abuso un 53% de niños hasta 15 años efectúan un relato, 12% niegan el abuso y en un 35% de casos no hay relato

Irene Intebi nos enseña, por ejemplo, en su texto Abuso Sexual Infantil en las mejores familias, el “síndrome de acomodación” al abuso sexual infantil para explicar las razones o fundamentos de por qué las víctimas no denuncian estos delitos: “La víctima no protesta, no se defiende, no denuncia. Por el contrario, se acomoda a las experiencias traumáticas mediante comportamientos que le permiten sobrevivir en lo inmediato, manteniendo una fachada de seudonormalidad.”

Mirta Beatriz Miras Miartus, en su exposición “Abordaje Diagnóstico del Abuso Sexual en Niños”, señaló que en los casos diagnosticados de abuso un 53% de niños hasta 15 años efectúan un relato, 12% niegan el abuso y en un 35% de casos no hay relato.

Para concluir,  Andrea Cristina Trigo Conte compartió una última reflexión: “La falta de respuesta por parte del Estado ante la comisión de estos delitos, que afectan la libertad, privacidad e integridad sexual de niños y niñas, no puede mantenerse si pretendemos cumplir con los compromisos de Argentina al suscribir los Tratados Internacionales, entre ellos la Convención sobre los Derechos del Niño, Niña y Adolescentes. Es imprescindible revisar y ajustar nuestra legislación interna a esos instrumentos internacionales de garantía y protección de los derechos humanos, especialmente de los que protegen a la infancia y al reconocimiento definitivo de los niños y niñas como sujeto de derecho”.