El 16 de septiembre de 1976 y en los días posteriores, un grupo de diez jóvenes militantes –en su mayoría estudiantes secundarios– fueron secuestrados, torturados y algunos asesinados en la ciudad de La Plata por miembros de la Policía de la Provincia de Buenos Aires: de ellos, seis continúan desaparecidos. Eran los primeros meses de la dictadura cívico-militar que acabaría en diciembre de 1983. La fecha quedó grabada en la memoria colectiva como “La noche de los lápices”.

La mayoría de los jóvenes tenía militancia política en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), agrupación estudiantil encuadrada en el peronismo de izquierda, y en la Juventud Guevarista, rama juvenil del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Algunos de ellos habían participado, durante la primavera de 1975, en las movilizaciones que reclamaron y obtuvieron el Boleto Estudiantil Secundario, el cual otorgaba descuentos a la hora de viajar en el transporte público.

“Lo predominante era atribuir aquel operativo a la lucha por el Boleto Estudiantil Secundario. Esa movilización fue muy importante, pero había ocurrido con anterioridad, en 1975, y a nosotros nos detuvieron por ser militantes de la UES, nunca me preguntaron por el boleto escolar”, recordó Emilce Moler, una de las sobrevivientes, quien subrayó: “La Noche de los Lápices quedó como un ícono muy fuerte en la impronta de los jóvenes; es una fecha para conmemorar a los cientos de chicos que fueron desaparecidos, torturados o que sufrieron cárcel o exilio; violaciones de los derechos por ilusiones propias de su edad”.

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Por su parte, Pablo Díaz, otra de las víctimas de este operativo, afirmó que el boleto estudiantil fue suspendido en agosto de 1976 con la intención de detectar, mediante un trabajo de inteligencia, quiénes eran los líderes en cada escuela e ir a buscarlos.

De aquellos estudiantes hoy continúan desaparecidos: Claudia Falcone (16 años), Francisco López Muntaner (16 años), María Clara Ciocchini (18 años), Horacio Ungaro (17 años), Daniel Racero (18 años) y Claudio de Acha (18 años). Gustavo Calotti, Emilce Moler, Patricia Miranda y Pablo Díaz también fueron secuestrados y son los únicos sobrevivientes del hecho. En conmemoración a ese día, a partir del 2014 mediante la Ley 27.002, cada 16 de septiembre se celebra el Día Nacional de la Juventud.

Las órdenes de detención habían sido libradas por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército7 y llevaban las firmas del comisario general Alfredo Fernández8 y del coronel Ricardo Eugenio Campoamor, jefe del Destacamento de Inteligencia 101. Lo más llamativo de las mismas es que, en todos los casos, se les asignó grado de peligrosidad mínimo a los estudiantes.

Los secuestros fueron llevados a cabo por miembros de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dirigida en aquel entonces por el general Ramón Camps y Miguel Etchecolatz, usando vehículos Ford Falcon de la armada para cometer los hechos.

Tras una semana de torturas, el 23 de septiembre, un grupo de detenidos dentro del cual se hallaban los estudiantes fue trasladado en al menos dos camiones celulares. El convoy se detuvo en la Brigada de Investigaciones de Banfield, en donde bajaron a un número de personas previa lectura de una lista en la que figuraban sus nombres. El resto de los prisioneros siguió camino hasta el Pozo de Quilmes.

Según la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), “los adolescentes secuestrados habrían sido eliminados después de padecer tormentos en distintos centros clandestinos de detención, entre los que se encontraban: Arana, Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes, Jefatura de Policía de la Provincia de Buenos Aires y las Comisarías 5ª, 8ª y 9ª de La Plata y 3ª de Valentín Alsina, en Lanús, y el Polígono de Tiro de la Jefatura de la Provincia de Buenos Aires”. Se presume que habrían sido fusilados a principios de enero de 1977.