Por Luciana Glezer

El feroz deterioro del poder adquisitivo de los salarios fue del 18% en apenas dos meses.  El dato surge de la Remuneración Imponible Promedio para los Trabajadores Estables (RIPTE) indicador de la Secretaría de Trabajo, que depende de la ministra Sandra Pettovello.

No hay antecedentes de un retroceso de esa magnitud. Para dimensionar, a lo largo del 2002, año posterior al estallido de la crisis de diciembre de 2001, la contracción salarial fue apenas superior al 26% durante período mucho mas prolongado según se observa en el gráfico de la consultora Equilibra. El dato es tan alarmante que hasta el propio Domingo Cavallo le pidió a Milei que tome medidas para recomponer los ingresos de trabajadores y jubilados.

En diciembre 2023, el salario promedio fue de $484.298,40 mientras que la canasta básica para una familia de cuatro personas, dos mayores y dos menores, fue de $495.798 para no ser considerada en situación de pobreza. De esta manera, el sueldo promedio quedó $11.500 por debajo de la canasta familiar.

En enero el salario bruto promedio fue de $555.269. Así, un salario formal promedio quedó 23% abajo del costo de la canasta básica total para un hogar tipo de cuatro integrantes, que en enero fue de $596.823, es decir, de la posibilidad de evitar que su familia no se ubique en situación de pobreza.

A esto se suma que la evolución del RIPTE -salario promedio- que da conocer mensualmente la Secretaria de Trabajo bajo la órbita de la cartera de Capital Humano, volvió a quedar significativamente por debajo de la inflación, con subas promedio del 14,7% para los salarios de trabajadores registrados contra el 20,6% de inflación. Así acumula en dos meses un desplome del 18%.

Este deterioro de los salarios, en combinación con el ajuste vía licuación de las jubilaciones y pensiones, es la contracara de la agudización del escenario recesivo. Según cálculos del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), en el primer bimestre del año el recorte real del gasto primario fue del 33,6% interanual. Del ajuste total, las jubilaciones y pensiones aportaron el 43% y los salarios de los estatales, el 5%. El impacto de la licuadora sobre los haberes es tal que «un jubilado con la mínima va a terminar marzo con una pérdida de poder adquisitivo del 43% respecto al mismo periodo del año 2023», advirtió el IARAF.

De acuerdo con la medición de Instituto de Estadística de los Trabajadores (IET) de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) y el Centro para la Concertación y el Desarrollo (CCD) «la inflación de las y los trabajadores se ubicó en el 15,8% en febrero, desacelerándose en 6,8 puntos respecto a los valores de enero, sumando un 41,8% en el primer bimestre del año».

Bajo este cálculo el poder adquisitivo actual es similar al que tuvo Argentina a principios de los ’50, o al que tuvo Francia en 1956, Japón en 1965 y Estados Unidos en los años ’30 del siglo pasado. «Estamos frente a un ajuste de ingresos que nunca transitó la sociedad argentina moderna», destacó el director ejecutivo del CCD y ex ministro de Educación, Nicolás Trotta.

El Ripte contempla la remuneración promedio sujeta a aportes al Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) que reciben los trabajadores bajo relación de dependencia y declarados en forma continua durante los últimos 13 meses.

Por eso vale aclarar que quedan fuera de esta medición el universo de trabajadores no registrados que  explican casi la mitad del universo total de las personas ocupadas de la Argentina, según datos del INDEC.

Como se trata de precisamente de trabajo no registrado, no se puede calcular con precisión la evolución de la remuneración para este segmento. No obstante según calcula el INDEC un trabajador no registrado gana 40% menos que otro contratado de acuerdo a las normas. A las claras, para este grupo de trabajadores, el golpe es aún mucho más duro.