Por Andrea San Esteban

Desde enero de 2015 en Buenos Aires se viene reclamando el cese de los cierres de espacios culturales. Docentes, músicos, referentes políticos y sociales denuncian la política que lleva adelante la administración que lidera Mauricio Macri. Se cerraron 500 talleres y 20 mil vecinos se quedaron sin centros culturales. Por aquel entonces Claudio Gorenman, referente del movimiento «La Cultura no se Clausura», sostenía que “esos espacios son parte de la vida del pueblo que privilegia la necesidad de expresarse por encima de lo comercial o lucrativo”, y agregaba que “las clausuras de centros culturales, dicen, se debe a que esa figura no está contemplada en la normativa de la Ciudad de Buenos Aires”. En realidad ahora se puede ver que la base de tantos cierres se debe a una idea de atomización de la cultura popular.

Fernando Montalbano, músico de Rosario, dialogó con Conclusión y dijo que “los lugares que continúan abiertos en diferentes latitudes del país, lo hacen abaratando sus costos de entrada, los artistas trabajando a la gorra. Toda una postal de la situación económica, donde los números negativos impactan de manera tal que todo lo que sea cultural no se consuma, porque no es de urgencia, como sí lo son los alimentos y por estos se ve afectado”. Y agregó: “Yo creo que la problemática de los espacios culturales va mas allá de la crisis económica actual, tiene que ver con una situación más profunda, amplia y compleja de la Argentina. Un país donde los espacios culturales no abundan, donde se concentran en Bs As y, aun así, se complica por la competencia internacional”.

Minorías consumidoras de cultura

Mas allá de las políticas públicas, el sujeto argentino no se muestra seguidor del reducto chico, casi íntimo de la propuesta intelectual, cultural. “Se demanda lo comercial y en determinados ambientes reducidos, lo alternativo. Quizás la educación artística sea de bajo nivel y de pocas horas, entonces, un pueblo que no tenga una valoración de lo artístico, de lo identitario, difícilmente valores sus dones”.

Y continúa Montalbano: “En Cuba, por ejemplo, desde jardín de infantes hasta terminar la secundaria, tienen 8 horas de música por semana, en comparación con nuestro sistema educativo, donde se reduce la clase de música y arte en las escuelas, es claro que aquí no hay una valoración, como si la hay en la isla. Un pueblo como el nuestro que está detrás de los espectáculos comerciales, no tiene herramientas culturales. Por lo cual, al no haber productos culturales de valía en cantidad y calidad no habrá espacios donde estos se puedan presentar y donde haya una población importante que los pueda apreciar y consumir”.

Finalmente dice el trovador: “Creo que pasa por la raíz profunda de la educación”.

A esto le debe sumar los movimientos de base que están reclamando que desde que Macri fue jefe de gobierno porteño, hasta ahora, los reductos se cierran y clausuran. Desde la Fundación Start, el espacio Ramona expresa: “Estas medidas no hacen más que ratificar el temor de los trabajadores, es decir, el cierre de los centros culturales de la ciudad donde asisten más de 50.000 vecinos o la continuidad de algunos, pero arancelados. Esto es una pérdida irreparable para la cultura y el patrimonio intangible de la ciudad. Cierre y vaciamiento que se está dando por esta reducción y por las condiciones de precarización en la que se trabaja”.

Desde Ramona sustentan: “Los centros culturales son herramientas, acercamiento a los lenguajes artísticos, posibilitan el encuentro entre vecinos, como forma de consolidar una identidad barrial y ciudadana. Constituyen la columna vertebral del tejido social”.