El popular locutor, animador y periodista Antonio Carrizo falleció hoy a los 89 años de edad en una clinica porteña donde fue internado al agravarse su estado de salud que era delicado luego de sufrir un ACV en 2008.

Carrizo, cuyo nombre real era Antonio Carrozzi, había nacido en General Villegas, provincia de Buenos Aires en 1926 y es un legendario periodista, locutor, animador y escritor -quien en sus ratos libres se dedicaba además a ser árbitro de fútbol-, creador de éxitos de la radio como el legendario «La vida y el canto».

El animador debutó en Radio El Mundo, de Buenos Aires, en 1948 y llegó a convertirse en jefe de programación. Luego, durante largas décadas, condujo en radio Rivadavia «La vida y el canto», un ciclo periodístico y musical.

En la televisón, Carrizo trabajó en ciclos como «Polémica en el fútbol» y «Sábados continuados». Condujo ciclos periodísticos entre los que se desatacaron «La primera de la noche», en Canal 7. En 1982, junto a Raúl Portal y Virginia Hanglin, estuvo al frente de «Semanario insólito». Inolvidable fue labor junto a Juan Carlos Calabró en «El contra».

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En cine, Carrizo actuó en 1955, en el filme El barro humano dirigido por Luis César Amadori, en 1963 lo hizo en la coproducción hispano-argentina: El noveno mandamiento dirigido por Enrique Carreras y en 1966 en Muchachos impacientes.

Presentó la edición de 1980 del Festival de la OTI internacional. Obtuvo en 1981 el Premio Konex a la defensa de la cultura. Fue panelista del programa Río revuelto de radio Rivadavia.

Durante el 2010 condujo el programa «Tangos y libros», los domingos en la mañana, en la radio 2×4, de la frecuencia FM 92.7.

 

Nota de la Redacción

Fue un ícono, un símbolo, un paradigma de una  época brillante de la radio y la televisión argentina. Y acaso deba decirse también,  de un tiempo en donde los valores poseían muchos más  quilates en esta sociedad,  hoy obnubilada por lo fútil, lo frívolo cuando no lo fatuo. Antonio Carrizo fue un conductor incomparable, un periodista  de esos que no abundan, un ser humano de una cultura exquisita.

Hay que decirlo, hay que confesarlo: había sido olvidado. Había sido injustamente archivado por la sociedad y el mercado en el arcón adonde van a parar aquellas cosas que la moda social ya considera antiguas, pasadas.

Claro, es el precio que suelen pagar los personajes (en la verdadera acepción del término) cuando aquello que los distingue comienza a estar fuera de foco para el público que lo sigue.

Desde luego, la radio y la televisión de estos tiempos ya no son lo mismo y ocurre con ellas lo que se da en otros ámbitos: han sido invadidas por lo insustancial, pero que vende. Porque la venta ahora es lo importante; no la cultura, no la formación, no el ocio sano, no el destino del hombre común, sino la necesidad del dios mercado, el requerimiento del rating.

La muerte de los personajes, después de todo, tiene estas cosas: logra sacudir ese costado anestesiado del público, o de cierta parte de él y traerle a la memoria  que hubo otras cosas y otros seres que no necesitaron de la banalidad para hacer lo suyo y entregarlo.

Isabel Allende hace decir a uno de sus personajes: “La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo”. Por eso podría decirse que hay quienes mueren por voluntad de la gente antes de que mueran, y otros que viven para siempre.

Mas la noticia dice que Antonio Carrizo ha muerto. Recordando aquel sketch que hacía con otro genio de esos tiempos, se puede terminar este breve homenaje así nomás: Juan Carlos Calabró ha dicho en el Cielo…“Dios, mirá quien vino”.