Por Mario Luzuriaga

El teatro La Comedia es un lugar obligado para que compañías teatrales se presenten en Rosario. Inaugurado en 1902 con la obra «El canillita» de Florencio Sánchez, el teatro albergó a artistas de la talla de Lola Membrives, Arturo García Buhr, Tita Merello, entre otros.

El gran Carlos Gardel se presentó en su escenario junto a la compañía de Enrique Muiño en el año 1916, como así también trabajó durante su juventud, uno de los más grandes cómicos de nuestro país: Alberto Olmedo.

Hoy pasaron los años y sigue vigente por su historia y por ser seleccionado por los artistas más reconocidos a nivel local, nacional e internacional. Sebastián D’Addario, director de la sala, dialogó con Conclusión haciendo un repaso de su gestión.

—¿Es un gran desafío dirigir éste mítico teatro?

—Me pasan muchas cosas por dentro. En realidad es un lugar muy querido, hace 13 años que estoy acá; y pasé por todos los puestos. Yo vengo de la rama del teatro, soy actor y técnico, además de esas ramas específicas yo siempre estuve en otras áreas. Cuando me ofrecieron la dirección, era un momento de reflexión y de ver que implica una gran responsabilidad todo esto. Acepté con mucho gusto y siento que al haber estado en todas las áreas, me siento fuerte para dirigirlo. Es muy fuerte tener la última decisión a la hora de accionar y lo tomo muy en serio.

—¿También lo haces a la hora de tomar decisiones a nivel artístico?

—Mi forma de trabajo es en equipo, no lo puedo pensar de otro modo. Nosotros hacemos un trabajo horizontal, no es una decisión mía la programación que tenemos, sino que lo hago con los programadores, productores y otros sectores como prensa y técnica. Uno por ahí lo que hace es delinear más o menos para donde quiere llevar la programación y una estética. Participo activamente para armar la agenda.

—¿Te costó en algún momento bajar un espectáculo?

—Muy pocas veces nos pasó algo así tan vertiginoso. Lo que sí es que tenemos una programación muy dinámica para mi gusto. Uno avanza en la programación del año y planifica lo que va a hacer, pero a veces pasa que a último momento se caen dos espectáculos y en esos casos salir a buscar espectáculos que quedaron afuera. Hay veces que se dificulta armar una programación de una semana a la otra, por muchos factores. Pero por ahí pueden surgir cosas interesantes.

—Hablando de cosas interesantes, llama la atención que el verano haya una movida teatral, sabiendo que los grandes espectáculos están en Mar del Plata y Carlos Paz.

—Nosotros tenemos un gran cariño por el verano, sentimos que fue un gran avance y un gran logro lo que hemos hecho durante el verano. Fue algo que discutimos y nos preguntamos durante muchos años antes de tener el aire acondicionado. Sin el aire acá es imposible, una vez que se instaló ya lo pensamos mejor. Salimos a ganar este espacio que no existía y lo hicimos con Juan Pablo Geretto y nos fue muy bien; a partir de ahí apostamos a obras locales y mechamos con elencos de Buenos Aires.

—Pero éste año explotó…

—Iba creciendo, pero este año tuvimos una sorpresa muy grande por la asistencia del público. Fue la primera vez que hicimos una co-producción, lo que veníamos haciendo era buscar programación que podía estar dentro del ciclo. Esta vez hicimos la primer co-producción que fue «Mi vecino es un Wi Fi» y fue un desafío; lo hicimos todos los fines de semana de enero y fue un éxito. También empezaron a aparecer otras plazas y también se sumó Cansino y está bueno que aparezca un público nuevo. Está bueno que la gente tenga una oferta cultural para disfrutar.

—Y en febrero también fue muy exitosa.

—Para nosotros es más difícil febrero que enero, porque hay más espectáculos. La gente no tiene tanto para hacer, a nivel teatro, pero empieza un poco más fuerte que en enero. Entonces fuimos por un camino distinto, se plantea el desafío de cómo iba a funcionar y salió muy bien. Tanto Luis Rubio, que es marca registrada del teatro, como Sebastián De Caro y Diego Fernández fue asombroso porque no esperamos que llenen tanto la sala.

—¿Qué balance haces de éste primer semestre en cuanto a público y obras?

—Está pasando algo que no lo notamos por ser un teatro oficial, tenemos una relación fluida con productoras privadas que alquilan la sala. La charla frecuente con ellos es que hay una merma importante de público en todo el país, entre un 20 y un 25% menos de asistencia. Acá nos pasa algo inverso, si bien tenemos una programación accesible y variada, pero por ejemplo estamos teniendo muchas localidades agotadas. Mi evaluación es que estamos orgullosos de haber arrancado con el pié derecho con «Mi vecino es un Wi Fi», porque fue un gran esfuerzo, hubo algunos altibajos pero yo diría que hemos tenido una variedad increíble.

—¿Cuál es el desafío para esta segunda mitad del año?

—Viene muy cargado, estamos avocados a la producción de vacaciones de invierno. Hace 4 temporadas que iniciamos un proyecto junto con la Secretaría y ahora vamos con la segunda parte de «Alicia en el país de las maravillas». Es un proyecto en el que intervienen las escuelas que integran la Secretaría, somos un total de 80 personas. Este año retomamos el Festival Internacional de Teatro y la apertura del Festival de Cine Latinoamericano, entre otras cosas.

—¿Qué significa el teatro para Sebastián D’Addario?

—Es gran parte de mi parte de mi vida laboral, es un lugar donde hay mucho cariño y goce. Por suerte la gente nos pide que traigamos muchos espectáculos. Es muy reconfortante.