70/30 #5 – Shocklenders
A mediados de los 90', fueron pioneros en fusionar con éxito ritmos como el funk y el rock, consiguiendo un sonido fresco, potente, divertido y arrollador que los hizo sonar por todos lados. En sus canciones, lograron retratar la actitud, la diversión y los pesares de la noche y la juventud noventera rosarina, protagonizando una época en la música de la ciudad.
- Espectáculos
- Oct 26, 2019
Fotos: Florencia Vizzi
A mediados de los 90′, fueron pioneros en fusionar con éxito ritmos como el funk y el rock, consiguiendo un sonido fresco, potente, divertido y arrollador que los hizo sonar por todos lados. En sus canciones, lograron retratar la actitud, la diversión y los pesares de la noche y la juventud noventera rosarina, protagonizando una época en la música de la ciudad. Veinte años más tarde, su espíritu se percibe en muchas de las bandas de la movida actual, al tiempo que ellos, aunque geográficamente separados, continúan regresando a los escenarios y haciendo nuevo material.
Simplemente, Shocklenders. Ellos son el grupo que protagonizan la quinta edición de 70/30, la nueva publicación transmedia del Diario Digital Conclusión, pensada especialmente para la difusión de la rica y vasta cultura rosarina, incorporando elementos en diversos formatos.
Dentro de las distintas producciones realizadas en esta edición, una de ellas es el #5 de la revista en formato papel, que será presentado próximamente de una forma distinta a los números anteriores.
Para leer todos los contenidos, podes acceder a la edición digital de la misma.
La edición en papel de la misma estuvo disponible en el show de regreso que dieron los Shocklenders el viernes 25 de octubre en Fauna. Si querés conseguirla sin cargo, escribí un mensaje a nuestro Facebook, Twitter, Instagram o a las cuentas de correo de Conclusión (info@conclusion.com.ar) o de 70/30 (revistasetentatreinta@conclusion.com.ar) para más información.
Caramelos de mística
Por Facundo Díaz D’Alessandro
De la fantasía sale la fuerza para pelear cuando todo parece hundirse. Una buena canción justifica al mundo, y cómo no va a hacerlo una banda semejante, fuente que emana pastillitas de buen humor o desacato del espíritu, para bien del que la baile o la cante. Cómo no va a volver a juntarse, superar barreras temporales, historias personales, desencuentros, mares, peleas. Acariciando diferencias, se puede a los 20, 30, 40 o mil, persignar uno a la idea de ir por más. En definitiva, seguir construyendo, respirando y derrochando el aire para algo más que vivir para acumular. Vivir para legar.
Porque una buena receta nunca falla si el chef sabe bien mezclar ingredientes y destreza. Porque una prenda clásica nunca pasa de moda y hasta puede lucir descarada si el que la viste es lo suficientemente audaz. Porque un equipo campeón siempre sabrá jugar finales, y ganarlas. Porque siempre se vuelve a una primavera sagrada para fortalecerse. La voz en el armario pregunta: ¿No siguen?
Cuando hay choque de planetas o un astro cruza a otro, la energía, forma incontenible de expansión del universo, se desborda y reorganiza el espacio a su alrededor. Es inevitable a su vez que el proceso de asimilación de esos cambios en la materia, propios de la deriva cósmica, lleve tiempo. En el caso de Shocklenders, pareciera que incluso ellos mismos, como el cosmos, necesitan de un tiempo para procesar y tolerar esa inyección intensa y adrenalíca del encuentro, o el colapso astrológico que resulta de cada reunión, como aquella gira por España que sería la última, tras devenir en la primera separación, que duró años.
Esa dudosa interpretación celestial podría explicar sus paulatinos alejamientos. O más bien la vida, con su sarcástica costumbre de cagársenos de risa en la cara y dar por tierra de una barrida sobradora con planes, objetivos, proyectos, ideales de futuro. Uno queda confundido, ignorante ante tanto giro; se impone la incertidumbre y es en vano resistirse.
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Por otra parte, lo que hoy es certeza mañana contradicción. Los incautos que no aprendan esto rápidamente, quedarán atrapados por siempre en una falsa memoria de lo que no fueron o proyectaron; esclavos de un recuerdo. Es decir, una mentira más, nada especial, una sombra irredenta.
No es precisamente el caso de una banda que los botones de ayer (mucho progre de hoy) amaban señalar en los 90′, cuando no tenían chapa de legendarios y aún guardaban el divino tesoro de la primera juventud. Hoy conservan intacta la frescura, el atrevimiento y una actitud jocosamente vital que resulta clarificadora respecto a la naturaleza de la obra. Evidentemente, los saltos temporales, cual si esto fuera un guión fantástico, son parte del estilo de Shocklenders, casi un elemento narrativo más de su estética.
Los muchachos parecen tener bien aprendido que son los portadores de la mística que no cualquiera logra y surge cuando tocan juntos, eso que evidentemente les sigue “tirando” lo suficiente, como para dejar sus rumbos cotidianos, en otros países, y volver a ser causa común en Rosario, donde nacieron y donde demostraron que no hace falta ir a timbrear a ningún mostrador porteño de Dios, que también atiende acá la música deidad, para el que sabe a qué santo rezarle.
Amistad, frenesí, tiempo perdido y gozado, las huellas indelebles de la muerte y su providencial redención, arrestos de fe que todavía pueden transformar en caramelos musicales, la humana necesidad de seguir viviendo, creer, que todavía se puede, en la canción: el último refugio de una especie condenada.
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El mundo a tus pies, girará
Perfil de Piturro Benassi. Por Facundo Díaz D’Alessandro
Una fuerza de la naturaleza tan potente como la música, sólo pasible de ser canalizada a través de la humana fe en sí mismo, otorga a los osados que se atreven al sacrilegio de bajarlos al fango de las palabras (mejor dicho, de las brutas palabras que uno le pueda poner a tal fenómeno) casos tan especiales como el de Pablo Rodríguez o, como es mundialmente conocido, “Piturro” Benassi, guitarra y fantasía de Shocklenders (entre otras cositas lindas).
Algunos podrán decir que con ese nombre símil blue note tenía por recorrer un inevitable camino allanado o glorioso a campo traviesa de ritmos con raíces negras, cuyo origen fuera otrora testimonio de la intuición y la necesidad humana constante de redimirse ante una realidad que tiene con qué apabullar espíritus y/o conciencias.
De forma más comprobable, se está ante un caso de uno entre mil cuando tantos músicos contemporáneos a un par (gremio donde hay mucho ego mal colocado y autosatisfacción onanista) se ocupan de elogiar, además de su entereza y calidez, su estilo, su sello y su legado en la música sobre todo, ya no sólo en la escena local sino también en términos de adaptación y apropiación a un género o un tipo de bandas algo inclasificables, paridas de lo mestizo (a la manera de un collage superpuesto) que irrumpían en los primeros 90’ para aportar frescura, atrevimiento y un nuevo “audio”. En el caso de Piturrito, correspondía a atender una búsqueda incansable (de sonidos, armonías, sabores, libertad, caos que justifique el cosmos).
Ese impulso es el que lo llevó a intentar aprender a tocar el piano a sus 16 o 17 años, algo en lo que supo, según sus propias palabras, “fracasar con todo éxito”. Un aprendizaje que puede haber resultado clave, en una época difícil, de juventud y extrema sensibilidad: ser capaz de asimilar la derrota y reconvertirla en algo positivo, que permita crecer, desenvolverse, explorarse, hallarse y perderse nuevamente.
Esa voluntad decantó en la guitarra, de allí en más su ladera en un destino musical que lo llevó a vivir en otras partes del mundo y a estar junto a artistas de toda índole y pelaje, todos los cuales se han asombrado por su genialidad y capacidad intuitiva para ejecutar su instrumento, hacer música.
Primero fue Cal Hawk, después vinieron Los Héctores, Hijos del Reyna, Pordioseros, hasta que tomó forma Shocklenders, una banda con todos los elementos individualmente necesarios y ese extra providencial para trascender, llámese mística, fuego sagrado o invencible amor propio, a uno y al proyecto (cuando se logra fundir ambos, la perseverancia inevitablemente traerá calidad), que hace que, como las diferencias personales, el tiempo o la muerte, sea ya “parte del ser”. Acompaña un proceso que no puede detenerse ya. Como anillos de la vida, girarán.
La misma banda lo llevó a España, donde se truncaría por años el proyecto y vendrían nuevas aventuras. Instalado definitivamente en Barcelona, tocó en otras formaciones entre las que es inevitable destacar, por la masividad de lo mainstream, a Manu Chao. Esa experiencia fue descrita por el Benassi rosarino como “alucinante”, porque le permitió conocer otra veta de la profesión, con ensayos de seis horas diarias y otras yerbas que supo valorar pero, quién sabe, serían también las que lo llevaron a culminar ese vínculo tiempo después.
España le dio también la cocina, su otra pasión. Obviamente, lo relacionaba con la música, a eso lo remitía y quizás de allí su devoción -en especial, por la cocina vasca-, donde prima “la improvisación y la mezcla” y se busca el placer efímero en la boca del comensal a partir de la creación espontánea. “Como la música pero en vez de los oídos, con el paladar”, le diría a Popono, histórico cantante de Los Vándalos, en alguna vieja entrevista.
Un espíritu libre, alegre, muy buen amigo, brindador de cariño fraternal. Seguramente, como todos, habrá tenido su “lado dark”, el oscuro lado de la luna que cada uno oculta (o no) para mirar en soledad en algunos ratos y tratar de ser mejor (o resignarse a que a veces hay que aprender a ser el peor). Esa es ‘arena de otro costal’, que enriquece y no castiga a un personaje, aunque requiera de otro tipo de relato y extensión para abordarse consecuentemente.
El final, para algunos sorpresivo, para otros esperable, llegó hacia fines de 2017, a los 48 años, cuando todavía seguramente quedaba camino por recorrer, pero ya nada podría reprocharse sobre el recorrido pertrechado en la entrega y el compromiso con el propio sentir y la obra. El último tiempo, cuentan, lo encontró navegando, quizás, como dice alguien que lo conocía y quería, para confirmar la teoría de que era pirata. Quizás, como decía él, porque era “una persona hecha del desarraigo, que está buscando siempre algo de qué agarrarse”. Eso sí que es un desafío en el agua, donde el desarraigo es la metáfora perfecta.
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Discografía
Contado por Tato Vega -voz-, Francisco Pesado -batería- y Hernán Benegas -bajo-.
Cómo me gusta! (1995, disco)
Francisco Pesado: El primer disco fue el más elaborado nuestro. Es como cronológico de los dos primeros años de existencia de los Shocklenders. Incluso incluye desde una versión de “Un Chicano en NY”, que fue lo primero que grabamos, de manera muy precaria, hasta las últimas grabaciones que hicimos, que fue Money, donde se nota otra calidad de audio e interpretación. Está bueno porque es más variado el audio, los estilos. Es un disco que hicimos con el tiempo y salió en noviembre del 95′, cuando nosotros teníamos apenas dos años juntos. También está bueno porque es el primero que produjimos nosotros, en Estudios Godzilla.
Tato Vega: Para mí este primer disco fue despertarme dentro de mi vida, porque venía medio como en una nebuloza y de repente me encuentro tocando con ellos, que ya venían juntos hace un rato muy largo, y con Piturro, con quien yo nunca había tocado pero era más allegado a lo que yo estaba haciendo. Esa combinación fue muy buena. De que lo de ellos era un poco más pop la base, y nosotros veníamos más del palo de los Rolling Stones. A raíz de ese mix es que era muy fresco todo el sonido de la banda. Eso es lo que tiene.
Shocklenders (1997, disco)
Francisco Pesado: Ese en su gran mayoría lo hicimos en Roldán, en una casa de fin de semana con pileta. Con la caraterística de que había uno de nosotros que no estaba… (Tato).
Hernán Benegas: Grabábamos. Estábamos en malla y con la toallita decíamos “Vamos a hacer un tema” y así iba. Ese disco tienen mucha poesía, muchas historias. En cuanto a las letras, nosotros siempre fuimos conscientes de la problemática social (las drogas) y nos encontrábamos a tomar café y hacer las canciones, con las experiencias que íbamos teniendo en el momento. También teníamos 20 años… y Tato también tenía menos.
Tato Vega: Las letras las escribíamos entre todos. Casi siempre. Siempre hubo como una colaboración de todos, porque a veces uno puede tener la letra entera y falta una palabra, como por ejemplo cuando hicimos la última que se llama Polvo Estelar y no le podíamos encontrar el nombre a la canción. Tipo tres horas buscándola y Francisco dijo “Polvo Estelar”, y todos saltamos ahí porque quedó perfecto.
La hora del postre (2014, EP)
Hernán Benegas: Hace unos años, entre diciembre y enero de 2014 y 2015, hicimos unas canciones que están buenísimas. A mí me gusta mucho “Polvo Estelar”, creo que es una de las mejores canciones que hicimos. Me encanta y es súper linda. El retorno surgió porque teníamos ganas de tocar. Cada uno estaba con su movida, yo vivo en Barcelona, el Tato en Miami, Francisco todo el tiempo dando vueltas. Quería mos juntarnos y tocar, que es nuestra vida. Aparte cuando nos juntamos tenemos 20 de nuevo. Somos los mismos.
Francisco Pesado: Para mí “La Hora del Postre” es de lo mejor que hicimos. Son cuatro temas, y una diferencia que tiene con las otras grabaciones fue que esas canciones las hicimos prácticamente en dos semanas, con un par más para grabarlas. Estuvimos un mes y diez días para hacer cuatro shows, prepararlos con una banda que éramos ocho músicos, y al mismo tiempo producir esto. Otra característica es que las letras las escribió Tato. Eso también se nota, tienen más faltas de ortografía… nah, está como más cerradito el concepto. Eso también me gustó. Son cuatro temazos. Habíamos grabado más canciones, y quedaron ahí en el tintero… ¿quién sabe?
Tato Vega: Es como que siempre queda algo en el tintero que a vos te dan ganas de decir “Bueno, vamos a tocar una vez más”, y siempre es una vez más. Siempre es la última. Después, en el medio decís “No, no lo hago más”, y volvés. Esa es la dinámica de la banda. Siempre fue muy así. Es muy divertido. Si llegamos al moméntum que tenemos cuando tocamos, como esa química de cuando empezamos a tocar por primera vez, entonces ahí todo tiene sentido. Cabe destacar que estuvo el Pitu en la guitarra y después partió, ya a esta altura hace dos años.
McNamara (1996, videoclip)
En 1996, la banda lanzó el recordado videoclip de su canción “McNamara”, incluída en los dos discos del grupo («Cómo me gusta!», publicado un año antes, y “Shocklenders”, un año después). Con la dirección de Javier Bellittieri, la pieza audiovisual recorre lugares icónicos de la noche rosarina de los 80′ y 90′ como la entrada del Viejo Galeón (y el túnel de Sarmiento al 200, casi Parque España) y los míticos boliches Space y Contrabando. El rodaje se extendió durante unos doce días y terminó siendo una verdadera súper producción. Originalmente, la canción a grabar era “Cómo me gusta” (del disco homónimo), pero luego se modificaría por el tema finalmente elegido. Veinte años más tarde, en 2016, lanzarían videoclips de las canciones «Los anillos» y «La hora del postre», dirigidos por Alejandro Nannini con imágenes de grabaciones y/o shows. Además, saldrían otros dos lyrics videos del último EP y en 2018 (año en que sacarían el simple “I Know You Want It More Than Me”) publicarían “Shocklenders en McNamara”, un show de 2014.
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Podcast: Cauce y Consecuencia #1
«Los Cuentos de la Buena Pipa», narrado por Guido Brunet
Como parte de la naturaleza transmedia con la que fue gestada y es llevada adelante 70/30, a partir de esta edición se presentan oficialmente los podcasts de esta publicación del Diario Digital Conclusión. Bandas, artistas, proyectos e historias se verán reflejadas a través de las distintas publicaciones, que se podrán escuchar de manera libre y gratuita a través de Anchor.FM y Spotify, entre otras plataformas.
«Cauce y consecuencia» es el primero en ver la luz y en donde se repasarán distintas historias que merecen ser contadas sobre las bandas de Rosario y su vasta movida. Atravesada por el río Paraná, la ciudad tiene su propio cauce por el que transitan miles de expresiones que nacen, crecen y viven (y a veces, desbordan) con una potente fuerza propia, capaz de saltar las barreras y los obstáculos que el mismo trayecto impone. ¿Cuál fue el camino que tuvieron que navegar estas bandas para poder expresar su arte en esta parte del mundo?
En este primer capítulo, con la voz de Guido Brunet: Invierno de 2007. Una reunión en Arroyo Seco. Once personas con habilidades en la música, el teatro, el cine, el diseño o las artes plásticas se debaten un nuevo proyecto para llevar adelante. El objetivo: usar todas las herramientas expresivas posibles para contar una historia. Así nacieron Los Cuentos de la Buena Pipa, que en aquel entonces era un grupo que no pensaba en la idea de hacer canciones, ni mucho menos discos.
Escuchalo en Spotify y Anchor.fm:
¿Te perdiste los números #1, #2, #3 y #4 con Los Cuentos de la Buena Pipa, Mamita Peyote, Farolitos y Kunyaza? Miralos en el siguiente enlace:
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