Por Alejandro Maidana

El fútbol es una pasión que lejos está de amigarse con la razón, y tiene su lógica, el amor es muy difícil de explicitar ya que se trata de un impulso que nace desde el corazón. La pelota y su embrujo, poesía viva que esconde en cada pique pinceladas de historias que buscan trascender los límites de un campo de juego.

La de cuero vive anclada en nuestra cultura como abrojo en los colores que se la disputan en cada picado o en un match por los puntos. Al fútbol se lo vive, se lo siente, ya que resultaría una verdadera utopía tratar de explicar lo movilizador que resulta aquello que brota desde los poros de la cultura popular. El fútbol es un duende que se esconde en los rincones, y que no duda en salir gambeteando los prejuicios de quienes no se animan a enfrentarlo.

Desde los huecos, el potrero, la plaza, un patio y desde esas generosas terrazas, el fútbol se abre camino entre caños, pases cortos y chumbazos. “Juguemos al gol entra”, “mejor hagamos un mundialito”, “a mi me parece que da para un dos contra dos arco chico”, en fin, la globa de una u otra manera a fuerzas de piques será la protagonista. La dinámica de lo impensado como lo definiría el gran Dante Panzeri, nunca le puso freno a su marcha, incluso mientras este humilde servidor se encuentra enhebrando estas líneas que buscan desnudar en carne viva su devoción por el fútbol, la pelota se encuentra rodando en algún arrabal.

Si bien para muchos puede resultar exagerado, la ciudad de Rosario se sigue erigiendo como cuna del futbol nacional. Una verdadera placenta de cracks que brotan desde el verde césped y que, con muy poco tiempo transcurrido en sus clubes de origen, ya que la agenda del capital es muy prepotente, zarpan raudamente para pisar la gramilla del viejo continente. Pero claro, que sería de este maravilloso deporte sin su gente, esa que estoicamente banca desde las tribunas los presentes fuleros, gozando enérgicamente cuando asoman la cabeza los momentos gratos.

La historia de Aida Lascano, la abuela de Newell’s como la denominan, quizás pueda fundirse en muchas otras que aún no fueron relatadas, por eso mismo no dudamos en tirarle una pared para que ella pueda devolverla utilizando en este caso, la parte interna de su corazón que hará las veces de botín. Aida tiene 93 años y una pasión que le gana por goleada a las otras, el amor por la lepra, una hincha incondicional que sigue estoicamente al equipo cada vez que pisa el «Coloso» Marcelo Bielsa.

Siempre se dice que el metejón por los colores es un legado, y en el caso de Aida fue convidado por Héctor, su compañero de vida oriundo de San Vicente. “Mi marido era leproso al igual que sus hermanos, por el me hice ñulista, ya que en mi juventud no entendía la pasión del fútbol. Así fue como llegó el momento de la propuesta de hacernos socios y de aquel momento nunca deje de pagar la cuota, si bien soy vitalicia, sigo abonando mi platea para colaborar con el club. Hace mas de 60 años concurro a la cancha para alentar a Newell’s, un camino compartido con la gente que amo”.

Una mujer dispuesta a dejar cualquier cosa con tal de poder contemplar un partido de fútbol. Tan pasional como respetuosa del histórico rival, la abuela de Newell’s no esconde su fanatismo por el rojinegro cada vez que algún desprevenido la mete en el terreno de la pasión. “Vivíamos cerca de la cancha, cruzábamos el rosedal y nos instalábamos junto a mi marido en los viejos tablones de la popular que daba al museo para después continuar en la oficial que da al Palomar. Hoy por hoy me ubico en la platea de la visera junto a la grata compañía de algunos de mis nietos que continuaron el legado del amor.”

Desde que Aida pisó por primera vez el estadio, salvo por cuestiones extraordinarias , jamás dejó de decir presente. “No falto nunca, como lo hice con mi marido, debo admitir que a los clásicos de visitante no los veo ni los escucho, porque me ponen muy pero muy nerviosa. Debo admitir que soy fanática por demás y en muchas oportunidades me excede, el que siente amor por alguna camiseta me va a saber entender. Newell’s me dio muchísimas alegrías, como así también transité un profundo dolor cuando nos tocó descender. El fútbol tiene esto, por eso es tan atrapante”, sentenció la abuela de Newell’s.

Cuando la consultamos sobre su predilección por algunos jugadores, la metimos en un brete, ya que al reunir tantas décadas compartidas con quienes vestían la rojinegra, la complejidad a la hora de elegir se potenció. Pero debemos destacar algo, Aida no dudó al momento de hacer sobresalir a uno. “Me debilidad fue siempre Alfredo Domingo Obberti, el mago era un jugador único, capaz de realizar un golazo moviéndose solo en una baldosa. S bien después hubo muchos otros que me deleitaron. Cuando celebré mis 90 años tuve el privilegio de recibir un video con el saludo de muchos jugadores que me generó una alegría única, soy muy fanática, amo el fútbol y no lo cambiaría por ninguna otra actividad. Debo admitir que extraño ese fútbol donde se ponía por delante el profundo amor por la camiseta y se veían partidos muy interesantes. Ahora están mas preocupados por mostrarse para irse otro país, entonces a la primera de cambio dejan el club y lo que se pudo disfrutar de ese jugador es muy poco”.

Video de «Paso a paso» para TyC Sports.

 

Solo un año estuvo alejada del estadio, la muerte de su compañero de vida significó un cimbronazo tan fuerte que los recuerdos la maniataban. “Me resultó muy difícil, fueron muchos años compartidos siguiendo a Newell’s . El día que pude reunir fuerzas regresé y lo primero que hice fue buscar las dos plateas que nos cobijaron el último tiempo, ya que la popular se nos hacía complicada por nuestra edad, y ahí estaban libres. En esta oportunidad las ocupé junto a mis queridos nietos Antonela y Lucas que me siempre me hacen el aguante, ellos son los que me acompañan y me hacen de bastón, ya que estamos en la fila 22 y son varios los escalones a subir. Quiero comunicar, ya que para mi fue muy importante, que no mucho tiempo atrás fui recibida por la comisión directiva debido al tiempo que hace que vengo siguiendo a Newell’s, un verdadero mimo al alma”, enfatizó Aida.

Aida define a su pasión como una cosa extraña, ya que pasó de no gustarle el fútbol, a ser una hincha incondicional que no duda en dejar todo de lado para seguir a su Newell’s. “Que más puedo decirte, solo me ausenté un tiempito debido a la muerte de mi marido, quién fue el que me transmitió este amor. Mientras la vida me dé, voy a estar al lado de la lepra, el legado de amor que recibí y me transformó la vida, hoy continua con mi hija y algunos de mis nietos. Soy una persona inmensamente feliz de poder compartir un partido de fútbol junto a quienes amo, vamos ñubel”.

Una historia que merecía ser relatada, un camino anclado en la resiliencia de una mujer que debió enfrentar las cartas mas dolorosas que decidió jugarle la vida, y que preferimos no explicitar en profundidad en el desarrollo de este artículo.  Apoyada en el amor de su familia, pero por sobre todo en el que le transmiten los colores rojo y negro, la abuela de Newell’s sigue su rumbo. Allí va Aida subiendo los escalones del Coloso, y si bien sus piernas le sugieren otra cosa, el corazón es quién sigue manejándole la agenda.