Por Fabrizio Turturici

Central empató sin goles con Independiente en un partido cerrado y parejo que, sin embargo, se inclinó siempre a favor del Rojo. Al Canalla le sobró corazón, pero le faltó juego. De esta manera, sigue sin poder acomodarse en el campeonato.

Las revoluciones comenzaron a acrecentarse recién sobre el cuarto de hora de juego, cuando la visita pudo inclinar levemente la cancha producto de la vertiginosidad de sus atacantes, comandados por el pibe Barco, que ingresó por la temprana lesión de Meza.

En materia defensiva, los puntos más altos de preocupación para el equipo del Chacho eran dos, los mismos de siempre: el retroceso y el marcaje en pelota parada. Es que a diferencia de anteriores presentaciones, Martínez salió a marcar adelante en lugar de apostarse como tapón, lo que facilitaba las tareas al hábil Barco, que trabajó las espaldas del mismo y desequilibró constantemente.

A Central le estaba costando hacerse con el balón: le ganaron el mediocampo y, ya con la tenencia, jamás pudo darle juego a sus delanteros; tanto es así que no pateó una sola vez al arco en la primera etapa. El equipo estaba largo, de eso no había duda: bastaba tan sólo con mirar los gestos de desesperación de Coudet sobre la línea, casi ingresando al terreno de juego.

En el complemento, el técnico canalla movió el tablero de entrada con los ingresos de Herrera y Fernández, que dieron más aire, más juego y renovaron las ilusiones. Central salió decidido a buscar el partido, haciendo gala de la posesión y con el objetivo de romper líneas a una defensa roja siempre bien parada.

Así, la imagen canalla cambió en cuanto al juego y ambición y el partido se tornó más parejo. En esa paridad, Independiente seguía siendo más y Sosa continuaba luciéndose con sus tapadas. A pesar de la fuerza de voluntad auriazul, nunca pudo sobreponerse a la hegemonía del rival.

Con el Chaqueño Herrera como alma del equipo, Central se atrevió a mirar el arco de enfrente, pero le faltaron recursos para lastimar a la visita. A la hora de defender, seguía dando tantas ventajas como al principio.

Las expulsiones de Salazar y Cuesta, de un lado y otro, no fueron factores determinantes, ya que se dieron a pocos minutos del final. Sobre el cierre, cada equipo tuvo la suya, pero la falta de contundencia hicieron que el resultado se muera en cero.

La imagen que termina dejando el Canalla es de preocupación. Nadie discute que a este equipo le sobra corazón, pero tampoco nadie discute que le falta juego. Si los dirigidos por Coudet no perdieron, fue por imprecisión del rival y las atajadas de Sosa; y si no ganó, fue porque no tuvo recursos ni siquiera para intentarlo.