SáBADO, 30 DE NOV

Van Gogh, aquel genio loco

Este sábado se cumplen 166 años del nacimiento del notable pintor holandés cuya obra excepcional sólo fue reconocida en forma póstuma.

Por Rubén Alejandro Fraga

Un día como hoy, hace 166 años, nacía Vincent van Gogh, el pintor holandés que vivió en los límites de la locura y cuya obra excepcional sólo fue reconocida después de su prematura muerte.

“No puedo cambiar el hecho de que mis cuadros no se vendan. Sin embargo, el tiempo hará que la gente reconozca que mis cuadros valen más que el valor de las pinturas utilizadas en ellos”, profetizó Van Gogh, quien a los 37 años de edad decidió poner fin a su atormentada vida.

Aquella trágica decisión fue el punto final para un artista dueño de un tesón y unas ganas de trabajar arrolladoras, demostradas en sus 900 cuadros (entre ellos 27 autorretratos y 148 acuarelas) y 1.600 dibujos, además de 800 cartas, la mayoría de ellas (unas 650) para su hermano Theo, una figura clave en su vida.

Vincent Willem van Gogh nació el miércoles 30 de marzo de 1853 en Zundert, Holanda. Era el mayor de los seis hijos de un humilde pastor protestante, y mantuvo con su hermano Theo, cuatro años menor que él, una relación que sería determinante en su vida y su trayectoria artística. La correspondencia que ambos intercambiaron a lo largo de toda la vida es el testimonio de la intensidad de esta relación.

Vincent asistió en forma irregular a la escuela, ya que su familia lo envió a diferentes internados, hasta que a los 15 años dejó los estudios para dedicarse a la pintura. Su carácter era temperamental y difícil, y pese a que muchos de sus maestros no veían en él talento como pintor nunca abandonó sus dibujos y pinturas.

En 1869 entró como aprendiz en la filial de La Haya de la galería de arte parisina Goupil & Co. (que luego pasó a llamarse Boussod & Valadon), una importante compañía internacional de comercio de arte de la que su tío Vincent era socio. Tres años después ingresó a trabajar con él su hermano Theo, abnegado e incondicional apoyo de Vincent, sin cuya ayuda no hubiera sido posible la corta e intensa carrera artística de Van Gogh.

Los desengaños amorosos

En 1873 Vincent fue trasladado a Londres, para vender obras de arte a los comercios de la capital inglesa. Allí sufrió un primer desengaño amoroso, con una joven llamada Úrsula, hija de la dueña de la pensión donde se hospedaba, quien estaba comprometida y lo rechazó. Esto hizo que se aislara, se volviera cada vez más solitario, perdiera el interés por su trabajo y comenzara a leer libros religiosos.

En 1875 fue destinado a una sucursal en París, ciudad donde reverdeció el amor de Vincent por el arte. Sin embargo, a comienzos de 1878 fue despedido de Boussod & Valadon por no adaptarse a las normas de la compañía, ya que anteponía sus gustos personales sobre las ventas que debía realizar.

Luego de un período de desconcierto, Vincent aumentó su fanatismo religioso e intentó seguir la carrera de su padre como pastor, ayudando a un predicador metodista en Inglaterra. Pero cada vez le resultaba más difícil adaptarse a un cierto orden y someterse a alguien que lo dirigiera. Entonces, tras fracasar en su intento de estudiar teología, y luego de trabajar un tiempo como empleado de una librería, en 1878 decidió satisfacer su vocación misionera uniéndose a los mineros de Borinage, en Bélgica, donde en condiciones extremadamente duras realizó durante 22 meses un trabajo evangelizador y produjo una serie de dibujos de los mineros.

La pintura, su vocación

Hacia 1880 descubrió en la pintura su auténtica vocación, considerándola una vía para consolar a la humanidad. En los primeros años de esa década estudió con diversos pintores, entre ellos Anton Mauve. Mientras tanto, su vida amorosa siguió sumando desencantos. El primero fue con una de sus primas, Cornelia Adriana Vos-Stricker (a quien llamaban Kee), quien acababa de enviudar. La joven rechazó de plano su propuesta matrimonial.

Desesperado tras el rechazo de su prima Kee, o tal vez por compasión, Vincent recogió de la calle a Clasina María Hoornik (apodada Sien), una prostituta alcohólica, embarazada y con una hija, con la que vivió durante un año. Madre e hija le sirvieron de modelo para obras como Dolor (1882) o Niña de rodillas delante de una cuna (1883).

En 1884 se enamoró de nuevo, esta vez de la hija de un vecino, Margot Begemann, diez años mayor que él. Pero la relación tampoco prosperó, por la férrea oposición de la familia de Margot. De este año es su obra El tejedor en el telar. Luego, durante la primavera de 1885, pintó la que se considera una de sus grandes obras tempranas, Los comedores de patatas, para la que contrató modelos, y realizó diversos esbozos de dibujos de las figuras y estudios sobre detalles.

Su estancia en Francia

En 1886 se mudó a París para vivir con Theo. Allí conoció a artistas como Émile Bernard, Henri de Toulouse Lautrec, Paul Gauguin, Georges Pierre Seurat, Paul Signac, Armand Guillaumin, Camille Pissarro y Paul Cézanne, lo que coincidió con la definición de su pintura. Su paleta se tornó definitivamente colorista y su visión menos tradicional, dando forma a su personal visión del postimpresionismo.

Su interés por el color y por la captación de la naturaleza lo indujo a trasladarse a Arlés, en el sur de Francia, donde su obra fue progresivamente expresando con mayor claridad sus sentimientos sobre lo representado y su propio estado mental (posiblemente un trastorno bipolar o un síndrome de epilepsia). De esa época son las obras El Sembrador, Casa amarilla, Jarro con doce girasoles y La habitación de Vincent en Arlés (1888).

Con la pretensión de crear el grupo de los “impresionistas del sur”, Van Gogh alquiló una casa donde invitó a los artistas con quienes compartía intereses y en la que Paul Gauguin pasaría dos meses. Pero, con el paso de las semanas, la convivencia de los dos artistas fue empeorando debido a sus diferencias personales, acentuadas por el carácter muy temperamental de ambos.

La oreja de Van Gogh

La primera gran crisis mental, en la que Van Gogh se cortó parte del lóbulo la oreja izquierda, ocurrió el 23 de diciembre de 1888, en vísperas de Navidad. En abril siguiente, ante el temor a perder su capacidad para trabajar, pidió ser ingresado en el hospital psiquiátrico de Saint Rémy de Provence, donde permaneció 12 meses.

Tras sufrir diversos ataques y ante la imposibilidad de salir al exterior a pintar, realizó obras relacionadas con el hospital, retratos de médicos y reinterpretaciones de obras de Rembrandt, Delacroix y Millet.

Sin conseguir superar el estado de melancolía y soledad en que se encontraba, en mayo de 1890 se trasladó a París para visitar a su hermano Theo. Por consejo de éste, viajó a Auvers sur Oise, donde fue sometido a un tratamiento homeopático por el doctor, y pintor aficionado, Paul Ferdinand Gachet.

Pese a que unos meses más tarde el doctor Gachet consideró que se encontraba plenamente curado, su estado de ánimo no mejoró debido a los sentimientos de culpa provocados por la dependencia de su hermano Theo y por su fracaso profesional.

Sumido en esta situación de angustia, el domingo 27 de julio de 1890, Van Gogh se descerrajó un disparo en el pecho; murió dos días más tarde. Tenía tan sólo 37 años.

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