MIéRCOLES, 27 DE NOV

Siempre nos quedará Merlí

Crítica sobre la serie catalana de Netflix que es furor en Argentina y el mundo, protagonizada por un entrañable profesor de filosofía que hace rebelar a sus alumnos.

Por Fabrizio Turturici

Siempre nos quedará Merlí, una serie donde la filosofía se convierte en una fastidiosa mosca que sobrevuela por distintos ámbitos de la vida cotidiana: historias de amor, amistad, soledad, esperanza y muchas otras situaciones que nos sacuden de pies a cabeza, protagonizada con sentido del humor y calidez por un profesor de filosofía (Francesc Orella) cuyo objetivo es desafiar el establishment y rebelar a sus alumnos contra el sistema en el que están inmersos.

Las múltiples tramas de la serie -y sus giros inesperados- convergen en una obra maestra que llega al televidente con una característica totalmente innovadora a lo que está acostumbrado. Uno se siente crecer a la par de los alumnos en esos tres años de cursado, se ve reflejado en el niño que fue durante la escuela, aprende lecciones de vida y, sobre todo, comienza a reflexionar sobre temas tan complejos como la sexualidad, la religión y la propia muerte.

Los testamentos filosóficos explicados en clase por Merlí se van relacionando de manera directa con los acontecimientos diarios de sus alumnos, personajes maravillosamente logrados con quien fácilmente se puede empatizar. ¿Quién no compartió salón con el estereotipo del tragalibros, el payaso, el tímido, el ganador, el gay, la aplicada, la loca y la rebelde?

Es difícil entender dónde radica el verdadero éxito de Merlí, una producción única que roza cuestiones impopulares para el público pochoclero de Netflix, lo que supone un cambio de paradigma en la manera de hacer televisión. Es probable que su sello distintivo sea la manera tan superficial y profunda al mismo tiempo con el que aborda tabúes para la sociedad ortodoxa.

A confesión de parte, relevo de pruebas: al apagarse la pantalla luego de tres años emocionantes, resulta poco probable encontrar a una sola persona que olvide al polémico maestro que encarna Orella, o que no haya derramado una lágrima al acabar la serie, cuando los chicos acaban el último año de bachillerato. Por este motivo y muchos otros, siempre nos quedará Merlí.

Calificación: Excelente.

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