SáBADO, 30 DE NOV

Milei y los mineros británicos

El cambio abrupto que traen la devaluación, el inédito ajuste y las reformas del oficialismo instalan la analogía con los años 80 del Reino Unido. Y lo que le pasó a la gente

Por: Hernán Lascano

Bajamos con un amigo al bar a tomar un café. El mozo que nos atiende nos dice al momento de pagar que se vino un aumento fuerte. Un café chico, 950 pesos. Mi amigo le dice que si siguen subiendo el precio se les va a vaciar el boliche. El mozo se balancea en un esfuerzo de comprensión y contesta que la dueña ya resistió un último aumento. El kilo de café hace una semana pasó de 16 mil a 21 mil. Pero esta mañana ante el nuevo precio no pudo mantenerse. El proveedor le dejó el paquete a 26 mil pesos.

El mozo pasa doce horas por día en el bar. Tiene cuatro hijos, es de religión evangélica, siempre nos ofrece sus bendiciones. Se deja la piel en el trabajo por los suyos, en la sonrisa se le adivina que está de vuelta de una vida que no siempre lo trató bien. Hace dos semanas expresaba con sobriedad sus ilusiones sobre el tiempo nuevo. No dijo que había votado a Milei. Sólo habló de su esperanza. Y que no había votado al otro candidato porque no le encontraba sentido. Cada vez trabajaba más y cada vez la plata le rendía menos.

Hacia fines de los 80 en una pantalla del Teatro San Martín de Buenos Aires dieron una serie de la BBC sobre la huelga de las minas de carbón que se desató entre 1984 y 1986 en el Reino Unido. Los realizadores siguieron de principio a fin la huelga en Cortonwood, en Yorkshire, en el norte de Inglaterra. Fue donde se desató el conflicto cuando Margaret Thatcher les quitó a los mineros una serie de derechos adquiridos que habían logrado con acciones reivindicativas desde el siglo XIX.

Lo de la Dama de Hierro como programa político fue la aplicación total del manual de bolsillo del neoliberalismo. Drástica disminución de la política de compensaciones del gasto público, levantamiento de impuestos a sectores dinámicos de la economía, privatizaciones, desregulación de las operaciones financieras, levantamiento de aranceles y guerra a los sindicatos.

En Cortonwood estaba la Coal Mine donde los mineros empezaron la protesta. Lo hicieron rehusándose a salir del fondo de la mina hasta conseguir mejoras en una negociación que fue durísima y muy larga. El documental de la BBC exhibía a toda la comunidad organizada política y emocionalmente en torno de los huelguistas. En el pequeño pueblo todos eran hijos, nietos y bisnietos de mineros. El gobierno anunciaba que el yacimiento debía cerrar de cualquier manera porque tenía una vida útil de no más de cinco años. No decía que estaba cambiando un modelo industrial por uno financiero. Y casi nada ofrecía para compensar a una comunidad con generaciones habituadas a ese mismo modo de vida.

Una metáfora de la desaprensión y el olvido. No habría existido el poder industrial del Reino Unido sin el carbón extraído en 200 años por millones de mineros. Pero el poder no mantiene deudas con el pasado. Y para ese momento la ecuación energética y el modelo de acumulación empezaba a cambiar. Y los trabajadores que por décadas habían fundido brazos y pulmones sacando el mineral estaban de retirada.

El documental trata en definitiva de las vidas, la melancolía y el pavor de los que se saben amenazados. Y tiene un final que sería durante la segunda sección de los años 80 un símbolo político tan fuerte como lo serían las imágenes de la caída del muro de Berlín o de la revuelta aplastada de Tiananmen.

Son imágenes que congelan el alma. Es el momento en que Thatcher consigue quebrar la huelga. Los mineros que habían pasado meses a 200 metros de profundidad empiezan a salir uno tras otro de los pozos. Son hombres enormes, con la cara renegrida del hollín, partidos en su amor propio y en su historia. Luchadores fornidos que hacen muecas con la cara deformada por los mocos y las lágrimas. Hombres que trabajaron toda la vida. Hombres derrotados, desorientados, sin futuro.

El gobierno de ultraderecha que elegimos en Argentina empezó con un ajuste del 5,2 del PBI que implica un recorte de 20 mil millones de dólares. La inflación de los próximos meses llegará según el propio gobierno al 30 por ciento mensual. Aunque Milei avisa que en 2026 estaremos mejor la recesión severa que ya se largó está quebrando a los sectores más pobres de la población y arrastrando a la angustia a la fracción de clase media que todavía venía aguantando la impericia del gobierno anterior. La devaluación de más del 60 por ciento tiene como favorecido al sector agroexportador en tanto que los trabajadores de ingresos medios y los jubilados que ya venían castigados viajan sin escalas al fondo del pozo. Las retenciones del 15 por ciento a las industrias que agregan valor a sus insumos ahondarán el seguro desempleo que también será efecto ineludible del recorte de obras públicas.

Los sectores masivos de la población oprimidos al máximo por estas políticas anticipadas en el programa electoral se encontrarán con algunos problemas más si quieren expresar su descontento. El protocolo antipiquetes de la ministra de Seguridad les asegura una represión segura. El que tenga un programa o subsidio estatal y proteste sufrirá la amputación de esa asistencia pensada para los que son el último orejón del tarro. La seguridad social se termina con la reforma laboral que anuncia el fin de las indemnizaciones o la caída de la cláusula de ultractividad que mantiene los convenios colectivos de trabajo. Una conquista que costó sangre del movimiento obrero desde el informe de Bialet Massé, el fusilamiento de Di Giovanni, la huelga aplastada por el integrismo de los talleres Vasena en la Semana Trágica con 800 muertos, los fusilamientos de la Patagonia Rebelde, las luchas durante radicalismo y peronismo, la CGT de los Argentinos, los sindicalistas exterminados en los campos de concentración de la dictadura militar.

Tradiciones similares con su derrotero histórico se fracturaban en toda Gran Bretaña en el 84: el 73% del total de 1.896.000 trabajadores mineros eran parte activa de la huelga cuando Thatcher la declaró ilegal. En ese momento su gobierno liberal aprobó leyes antisindicales muy duras, mandó a la calle a las fuerzas de seguridad a aplastar la solidaridad con los mineros. Y también se le ocurrieron represalias para disuadir la protesta. Una muy original que no extrañaría sea semilla para la imaginación local: los hijos de los huelguistas fueron excluidos de los comedores escolares.

De alguna manera inexpresable aquellas caras de los mineros británicos grabadas del informe que vi hace casi 40 años se me aparecieron en el gesto del mozo que con tristeza nos avisaba del aumento desmesurado del café. Del sufrimiento, la incertidumbre y el castigo de los sectores que trabajan ante una devaluación que es innegablemente una transferencia de ingresos a los sectores más privilegiados. Y que según la promesa electoral es primer eslabón de algo que recién empieza.

Cuando la huelga estaba a punto de expirar el escritor inglés John Berger redactó un texto breve ante la tremenda imagen de los trabajadores saliendo de los pozos enmudecidos y doblegados. Pocos años después abrió con él un libro con una pintura de Knud Stampe que retrata a mineros flotando en una atmósfera sin gravedad y ajena al tiempo.

“Cuando una causa justa es derrotada, cuando se humilla a los valientes, cuando se trata a hombres probados en el fondo y en la boca de los fosos como si fueran basura, cuando se aniquila la nobleza y jueces en los tribunales aceptan mentiras y se paga a difamadores para que calumnien con sueldos con los que podrían vivir las familias de una docena de mineros en huelga, cuando la policía de Goliat con sus cachiporras sangrientas no está en el banquillo de los acusados sino en el Cuadro de Honor, cuando se deshonra nuestro pasado y se ignoran las promesas y los sacrificios con sonrisas maliciosas, cuando familias enteras comienzan a sospechar que los poderosos no escuchan razones ni argumentos, y no hay apelación posible, cuando de a poco se cae en la cuenta de que no importan las palabras que figuran en el diccionario, no importa lo que diga la reina o lo que informen los corresponsales en el parlamento, no importa el nombre que elija el sistema para enmascarar su desvergüenza y su egoísmo, cuando de a poco se cae en la cuenta de que Ellos están dispuestos a destruirnos, a destruir nuestra herencia, nuestro talento, nuestras comunidades, nuestra poesía, nuestros clubs, nuestro hogar, y si es posible, también nuestros huesos, cuando finalmente el pueblo cae en la cuenta de todo esto, puede que piense que ha llegado la hora del crimen y la venganza justificada. En largas noches de insomnio, durante los últimos años en Escocia, en Gales, del Sur, en Derbyshire y en Kent, e Yorkshire, Northumberland, y Lancashire, muchos, en vela durante la noche, pensaron, estoy seguro, que había llegado la hora. Y no hay nada más humano, y más tierno que la visión de los piadosos ejecutando sumariamente a los despiadados. Esa palabra, “tierno”, tan plena de sentido para nosotros, es incomprensible para Ellos porque Ellos, sencillamente, no saben a qué se refiere. Esa visión comienza a recorrer el mundo. Los héroes vengadores aparecen en los sueños y pueblan las esperanzas. Los despiadados les temen pero yo, y tal vez tú, les damos nuestra bendición".

La ternura de los que trabajan y se defienden. Como una condensación de este tiempo esa palabra, «tierno», tan plena de sentido para nosotros, nos llevará a la calle. Para defender nuestra historia, nuestras tradiciones, lo que somos. Ahí estaremos cuando cuadre.

Fuente: Diario La Capital

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