Por David Narciso

“La crisis de los diarios de papel en todo el mundo se cobró una nueva víctima en Argentina. El diario UNO de Santa Fe, propiedad del Grupo Vila-Manzano, anunció que desde el sábado abandona la edición papel y se concentrará en la edición digital”.

Así reflejaba el sitio La Politica On Line desde Buenos Aires el cierre de la edición papel del diario santafesino el 31 de marzo de 2017. Ni los periodistas que redactaron esa noticia, ni los que trabajaban en el diario imaginaron que un año después la medida sería revisada. En lo que constituye toda una rareza para un momento histórico en el que los medios gráficos parecieran sentenciados, el Grupo Uno volvió sobre sus pasos y comenzó a editar La Capital Santa Fe todos los días.

El diario Uno Santa Fe editó papel por última vez el 31 de marzo del año pasado. Los argumentos que justificaron el cierre en su momento son archiconocidos: altos costos de impresión, distribución, logística, redacción, y caída de ventas.

Como las visitas on line se hicieron fuertes, incluso superando a El Litoral, la empresa apostó al diario digital exclusivamente, lo que implicó retiros voluntarios de personal y achicar la redacción. De más de 80 empleados en febrero de 2015 y un suplemento con redacción propia en Reconquista, pasó a 30 puestos de trabajo hoy.

Once meses después el grupo empresario reincide en el papel, aunque con una marca más fuerte y mucha menos gente. La Capital Santa Fe es un suplemento local que acompaña la edición rosarina de La Capital de Rosario (un formato similar al de Página12 y Rosario12).

Pablo Abdala, gerente de La Capital, explicó que la decisión obedeció a dos estrategias: “Tenemos un diario joven, el UNO, enteramente digital que lidera las visitas on line en esa región. Por otro lado introducimos un diario en papel con 150 años de historia aprovechando la estructura de periodistas locales (del UNO on line) y los de La Capital en Rosario”.

La Capital Santa Fe es “un mix entre los materiales periodísticos que produce la redacción web del UNO y el trabajo de edición y logística que se hace desde Rosario”.

¿Error de cálculo?

El regreso del Grupo Uno al papel abrió distintas interpretaciones en el universo de los medios de comunicación. La más difundida es que la idea de hace un año fue desprenderse del papel con la idea de facturar los mismos ingresos publicitarios pero con una estructura mucho más chica en tamaño y costos.

Según esta interpretación, la necesidad de volver sobre sus pasos obedeció a la necesidad de descargar publicidad, ya que la tarifa de pantalla cotiza más baja y es difícil volcar los volúmenes de avisos que sí permite el papel sin que se disperse.

El mercado publicitario, al menos en los sitios periodísticos de Argentina, parece indicar que no está lo suficientemente maduro. No al menos como para comprar boleto directo al paraíso digital como viene ocurriendo en los últimos años con diarios importantes de Europa y Estados Unidos.

Consultado Abdala, admite que “puede ser visto así, entiendo, pero la estrategia resultó positiva porque tenemos un diario como el UNO que funcionaba muy bien en la versión digital y no tanto en el papel. Ahora con este nuevo producto extendemos nuestra influencia a una parte de la provincia donde La Capital no estaba”.

-¿Eso quiere decir que La Capital va a competir con El Litoral?

-No, El Litoral está muy consolidado, es un diario histórico. Tenemos una excelente relación con ellos, nosotros buscamos más presencia. Y de hecho ellos hacen el Mirador (por el suplemento diario que distribuye junto con Clarín en toda la provincia, incluido Rosario).

Nahuel Caputto, propietario del vespertino de la capital provincial, tampoco ve como una amenaza el nuevo desembarco del Grupo UNO. “No vienen a competir con El Litoral, lo de ellos responde a la necesidad de expandirse y tener papel donde volcar publicidad”.

Caputto es otro empresario que a contramano de lo que marcan los tiempos cada vez imprime más papel. Desde 2012, distribuye Mirador Provincial junto con Clarín. Y en la segunda mitad de 2017 sumó una edición matutina de El Litoral a la tradicional de la tarde. Los contenidos de una y otra prácticamente no varían, ya que la redacción es la misma (y mucho más chica que la de hace un año y medio atrás), pero ahora dispone del doble de espacio papel para publicidad.

Se puede citar también el caso de El Ciudadano. Tras la salida del Grupo Indalo, los trabajadores constituyeron una cooperativa que apuesta a la versión digital pero sostiene la versión papel, a pesar de los mayores costos, porque le permite capturar anuncios publicitarios (en precio y cantidad) imposibles en la web.

El lado oscuro

Estas maniobras para estirar la sobrevivencia del papel tienen entre sus variables de ajuste a los trabajadores gráficos y de prensa. En los casos aquí mencionados, la reconversión cuesta decenas de puestos de trabajo, multiplicación de la carga laboral y cada vez más contenido generado por redactores free lance.

También se sacrifica calidad periodística y diversidad informativa. Experiencias como las mencionadas tienen como premisa el reciclado permanente de notas que fueron elaboradas para medios digitales, con escaso despliegue y una temporalidad distinta. Copiar y pegar es la principal herramienta que las empresas que promueven estos productos ponen a disposición de los equipos de trabajo, que se achicaron y a la vez ya no hacen un diario sino dos o tres.

El “activo” del papel

La composición puede resultar contradictoria: se imprimen nuevos diarios a pesar de que la gente los compra menos y el mercado publicitario está a la baja y asediado por la competencia de gigantes como Google o Facebook.

Hay un fenómeno particular que explica esa contradicción. Si bien los diarios venden menos, conservan capacidad de influencia y fijan agenda. Esto lleva a que los gobiernos cada vez tengan mayor peso en su financiamiento, en sentido inversamente proporcional a la caída de la inversión publicitaria privada. Diversificar productos les permite sumar más anuncios, que no necesariamente significa más anunciantes.

Los cambios que intentan las empresas gráficas para sostenerse generan tensiones. Con el Estado cuyo presupuesto publicitario está sometido a mayor demanda; con los trabajadores y sus organizaciones por la multiplicación y recarga de tareas; y con los lectores porque la calidad de los productos baja inevitablemente.

Planes a futuro

-¿Cuál es el futuro de los medios gráficos?, preguntó Conclusión al gerente Pablo Abdala.

-Nadie sabe todavía dónde vamos. Parecía que todo se iba a lo digital, y después la caída se detuvo. Por ahora seguirán conviviendo. Quizás sólo el New York Times lo sepa porque se trazó un plan a 2020 y lo está cumpliendo.

-¿Todavía no está claro el futuro inmediato?

-No, esto es muy dinámico. Incluso hay un tema generacional muy fuerte que impacta y que todavía no lo tenemos muy claro. En un momento se registra una baja en las visitas a la página web y crece el mobile (celulares, tabletas, etc). Luego este también baja y de pronto se estabiliza. Sabemos que el mobile más las redes sociales captaron el público joven. Y a la vez este dentro de este segmento de pronto hay una migración de Facebook a Instagram. Por eso digo es muy dinámico y no tenemos un patrón definitivo”.

-La apuesta del momento es monetizar los contenidos periodísticos. ¿La Capital está pensando cobrar por sus contenidos digitales?

-Lo estamos analizando, por ahora miramos cómo evolucionan otras experiencias. No hay una decisión tomada. En Brasil la mayoría (de los diarios digitales) cobra suscripción. Acá lo empezó no hace mucho La Nación y ahora La Voz del Interior. Lo de La Voz para nosotros es importante porque nos comparamos bastante.