La cuenta corriente exige ponerse las pilas. El dólar a $24,50 implica una devaluación neta (libre de inflación) en torno del 30% desde diciembre, con lo que de hecho se consuma una recuperación cambiaria, que se atenuaría si se compara con las demás monedas en el mundo, que también retrocedieron frente a la divisa estadounidense en distintas magnitudes. Pero contra el real brasileño (que es el país con que Argentina tiene el mayor intercambio comercial), nuestra paridad lleva ganado 7,3% de competitividad en lo que va del año. Sería una buena noticia para la cuenta corriente de la balanza de pagos, que es en lo que se fijan las auditorías internacionales, como el FMI, si se reflejara en una mejora de las exportaciones y en una contención de las importaciones vinculadas al consumo, como el turismo al exterior, indumentaria, calzado, marroquinería y electrónica, que es donde más quejas había contra el atraso cambiario de arrastre hasta el año pasado. Pero el éxito de las ventas externas no depende únicamente de la cotización doméstica del dólar, como lo demuestra el hecho de que seamos el país de la región con peor performance exportadora del siglo XXI, según señala en un informe Marcelo Elizondo, de DNI. Hubo en esta década y media desde dólar recontraalto, hasta equilibrado o atrasado sin que ello modificara demasiado la ecuación comercial. El especialista destaca que la prioridad sería estabilizar el entorno de negocios para que las firmas privadas puedan conectarse con sus pares de afuera y concertar operaciones. Los Ministerios de la Producción y de Relaciones Exteriores deberían tomar nota y, de una vez por todas, sentarse con los empresarios a sincronizar las regulaciones cruzadas para favorecer el intercambio, cosa que no se hizo con los biocombustibles en Estados Unidos y Europa y así nos fue. Recostarse en las observaciones macroeconómicas tiene el encanto de sacarle el cuerpo al bulto del trabajo.

El oficialismo ganó la elección de medio término en noviembre y, contra lo que podría suponerse, poco más de 6 meses después el peso se devaluó 36%, la tasa de referencia perforó el 40%, el IPC viene relegado pero a un ritmo ascendente del 23% anual y el medio millar de convenios salariales entró en un impasse respecto de cuando se estaban cerrando en torno del 15%.
La cuenta corriente del balance de pagos (donde confluyen exportaciones, importaciones, préstamos e inversión extranjera) acumuló un rojo del 5% del PBI, con el agravante de que se sostiene únicamente con endeudamiento y necesita de un permanente rollover, porque la economía nacional no genera excedente de divisas para el repago y también el intercambio de bienes y servicios da negativo.