Por Juan Fernández de la Cueva

El sistema capitalista nos secuestró el sentido del domingo, el ocio y tiempo libre. En los tiempos de la Revolución Industrial el descanso para los obreros solo servía para reponer fuerzas y seguir trabajando. Ciertamente la producción y la riqueza crecieron exponencialmente pero los obreros tenían que ganarse el pan con jornadas de 10 o 12 horas.

Ahora bien, el objetivo del trabajo no es primordialmente la producción y la ganancia sino la realización de la persona y la sociedad; en definitiva, la felicidad del ser humano. Y una manera de alcanzar esta meta es conseguir satisfacción en el trabajo.

Eso nos dice la primera página de la Biblia al poner a Dios descansando después de poner en orden el cosmos: “cuando terminó todo lo que había hecho, descansó”. (Gn 2, 2). El autor bíblico en un lenguaje narrativo afirma que la creación lleva a la celebración y al gozo. Dicho en el lenguaje conceptual de occidente, el trabajo y el descanso están inexorablemente unidos para el ser humano, ya que estamos hechos a su imagen y semejanza de Dios.

Así pues, en el trabajo humano van íntimamente mezclados los dos sentimientos: cansancio-fatiga y satisfacción-descanso. Mª Dominique Chenú, el primer teólogo del trabajo, definió acertadamente el descanso “como un estado de intensa satisfacción que corona toda actividad laboral”. La alegría por el resultado alcanzado y por el descanso después de la fatiga es una prueba de humanidad.

Por el contrario, si nos hacen trabajar como burros, nos secuestran la dignidad humana, la semejanza al Dios, quien se detuvo al terminar su obra creadora para gozar “viendo que todo era muy bueno”. Quitar esta satisfacción al trabajador ofende la gloria de Dios. Eso quería decir al principio con que “nos han secuestrado el sentido del domingo”.

El sentimiento de satisfacción en el trabajo ha sido sofocada por la dictadura del capital, quien ha reducido el trabajo a una mercancía con salario. Este sistema nos ha convencido a la inmensa mayoría de trabajadores que merece la pena trabajar si me pagan bien, aunque sea una deshumanización. Eso no deja de ser esclavitud. Ahora bien, el salario no sustituye a esa satisfacción primaria y eminentemente humana del trabajo.

Esta reducción del valor del trabajo nos ha secuestrado también el sentido del ocio y tiempo libre. Ahora el trabajador que termina la semana laboral con grandísimo estrés, siente la necesidad de expandirse como un muelle que ha sido comprimido largo tiempo. Busca entretenimiento en las grandes superficies, en los conciertos musicales, o en viajes divertidos.

En vez del sentido bíblico del descanso y la fiesta, ahora es la economía de mercado la que marca el trabajo como fuente de renta y el ocio como fuente de consumo para desquitarse del yugo de la semana laboral. Va en el mismo paquete. Se trabaja para ganar y consumir: en este binomio se encuentra la satisfacción.

La Iglesia debe reaccionar ante esta situación por limpiar el honor de Dios que ha unido el trabajo, el descanso, la fiesta y el ocio. Y debe hacerlo no solo para conseguir un espacio más favorable a lo religioso, sino por conseguir realizar el plan de Dios con los no creyentes.

La plataforma el «Domingo libre» para todos, no está lejos de esta pretensión. La Alianza Europea por el Domingo Libre de Trabajo es una coalición de 65 organizaciones cívicas, sindicales y eclesiales para defender mejor la conciliación de la vida personal, familiar, social y laboral, y conseguir una regulación más humana del tiempo de trabajo.

El “Domingo libre” para todos es una defensa de la persona frente a un modelo social que tiende a someterlo todo a la lógica economicista de la rentabilidad, dificultando así gravemente el derecho a la vida y a una vida digna. Por eso es importante para avanzar hacia una sociedad más justa y humana.

El papa Francisco lo ha expresado así: “El domingo libre de trabajo –exceptuados los servicios necesarios– afirma que la prioridad no es la economía, sino lo humano, lo gratuito, las relaciones no comerciales, familiares, de amigos, y para los creyentes la relación con Dios y con la comunidad” (Discurso del papa Francisco al Mundo del Trabajo en Molise, 5-7-2014)