La obra incluye una serie de cuentos que revelan el pasado histórico de personajes insoslayables y su vinculación con «el amanecer», ese primer encuentro del hombre con las divinidades en las que creyó y a las que confió su seguridad y la de los suyos. Posteriores «espejos» (esos destacados hombres, seguramente), vienen a replicar, incansables, esa misma conducta hasta el presente, además de los conocidos Ayatolas, Imanes, Papas, Pastores,Obispos, Pais, etc., etc.
¿Por qué existe, en algunos, la necesidad de creer en algo superior a lo humano? ¿En qué medida «se cree» sin pensar, sin razonar, sin interrogarse, al menos, porqué se hace lo que se hace al creer o practicar una religión? ¿Cuál es el origen de esa conducta repetitiva incorporada como una costumbre milenaria? ¿Por qué algunos se consideran «iluminados» y representante del Dios y otros -muchos, la mayoría-, les creen a esas «luminarias»?
Sabemos que hubo una primera vez, tenemos presente que fue un «amanecer» -tal vez paulatino, tal vez mágico- en que el hombre «divisó a la divinidad». Y sabemos, también, que esa conducta de «ver a los dioses» o «sentirse dios» o de ser los portadores de sus palabras y deseos se replica incansable a través de los siglos, desde que el humano empezó a serlo.
En «Espejos del amanecer», sobresale esa característica en hombres destacados –Akenatón (Amenofis III), Sidharta Gautama (Buda), Jesús, Mahoma, Alejando Magno- y nos lleva a preguntarnos los porqué. La libre conciencia humana alejada de los dogmas, tiene las respuestas.
El autor, también ha publicado, en 2014, la novela «El hombre que más sabe de mujeres», la que tiene favorable acogida por la crítica, en la que se destaca el amor entre el hombre y la mujer, con hechos que suceden en Rosario y París y los protagonistas, de distintas maneras, se preguntan y tratan de responder, ¿qué es el amor?, ¿es para todos lo mismo?, ¿hasta cuánto dura?, que sucede si se agota?, ¿se puede amar consecutivamente?, ¿y simultáneamente?.
En ambos libros, Daniel Di Capua demuestra que es posible hacer excelente literatura sobre la condición de la naturaleza humana.

FRAGMENTO DE «ESPEJOS DEL AMANECER»

En sus ojos

Los hombres se preguntan qué queda por hacer y pensar con quien no habla de dios ni de ídolos, no se envanece con promesas ni menciona elegidos, nunca proclama salvadores ni declama resurrecciones, no ilusiona vanamente con premios ni aterroriza con castigos, no infunda miedos ni pronostica inconmensurables eternidades, ni los avatares de juicios ni de recompensas, prescinde de alianzas y de traiciones, desconoce las guerras y las conquistas, jamás impulsa dominios ni demarca ni promete territorios, prescinde de teologías y de ritos, exhibe desinterés de transmigraciones y de supersticiones, no acude a los sacrificios ni a las mortificaciones, reniega de la intolerancia y de las castas. Unica y simplemente habla del hombre y de su manera de vivir la vida, excluyendo los odios y los rencores. Por tanto, se dice, sólo queda observar su conducta y sus actos. Prescindiendo de tantos abusados ardides, actitudes tan comunes en los que indican el camino del bien, advertir su coherencia y analizar profundamente sus enseñanzas, es lo único que queda.