Por Alejandra Ojeda Garnero

Todo se resuelve con violencia. Puñaladas, heridas de arma de fuego, golpes de puño o patadas y en algunos casos hasta la muerte, son algunas de las consecuencias de la violencia interpersonal que se despliega en distintos ámbitos. La escuela, los estadios de fútbol, la casa familiar, la calle o algún edificio público son escenario de estos hechos que por distintas razones se desatan y no se pueden controlar.

Estos hechos suceden por distintas razones. La pérdida del principio de autoridad, la legitimación y un modelo de sociedad capitalista que impone la competencia como medio para conseguir las metas para lo cual la herramienta más utilizada en la violencia.

Para comprender la magnitud de la problemática Conclusión dialogó con el sociólogo Kevin Lehmann quien hizo un análisis sobre las causas y consecuencias de este fenómeno que crece cada día, focalizó en que el nudo del conflicto es la pérdida del principio de autoridad y la legitimación.

“Este principio daba por hecho que quien estaba en posesión de un cargo estaba autorizado para tomar ciertas decisiones”

Lehmann sostuvo que “hubo un fenómeno de la sociedad reciente en el que cayeron los paraguas de autorización en automático, los paraguas de legitimación, cayó el principio de autoridad”.

“Este principio daba por hecho que quien estaba en posesión de un cargo estaba autorizado para tomar ciertas decisiones”, sostuvo.

En este sentido, Lehmann explicó que “este principio de autoridad protegía al docente en el aula”, y citó como ejemplo que “si un docente ponía una mala nota el chico,  éste tenía un problema con la familia porque se suponía que estaba legitimado”, es decir “la sociedad había autorizado de manera informal pero efectiva a esa persona para que haga y diga determinadas cosas, entonces podía adoptar una sanción disciplinaria, podía poner una nota, podía evaluar y  se suponía que podía fijar las reglas y Los criterios”.

Asimismo, indicó que “ese mismo principio de autoridad es el que tenían los jueces”, y añadió “los jueces hablan a través de su sentencia y eso quiere decir que no tienen que dar más explicaciones que las que ya han puesto ahí”.

Pero las cosas cambiaron y “ahora la maestra en el aula, el juez en la función, el padre en su casa que mandaba a dormir a los chicos y hasta los hacía callar con la mirada, ahora tiene que dar un montón de explicaciones porque los chicos cuestionan, no aceptan un ‘porque si’ esperan una razón”.

De esta manera se ve reflejado que “es el principio de autoridad que cae y lo que hace es, en principio, poner en crisis la autorización, la legitimación para hacer y para decir”.

Es decir que “los criterios que estaban delegados, dejan de estar delegados y la sociedad es un fenómeno de hiper democratización que reasume determinadas delegaciones que había hecho, es la sospecha institucionalizada”.

En consecuencia, “ahora cuando un docente dice algo,  la madre o el padre pueden ir y decir ‘usted le puso un cero a mi hijo, pero a él se le había escapado el perrito el día anterior. Estuvo estudiando todo el fin de semana, pero como se le había escapado el perrito estaba deprimido y estaba llorando. Pero para usted como son todos un número, tomó la prueba igual porque fue incapaz de darse cuenta que mi hijo estaba mal y usted es una insensible’, entonces la maestra le responde que ‘acá tengo la prueba y la hoja está en blanco, que nota quiere que le ponga’ y la discusión continúa, porque la madre sigue reclamando que ‘usted tendría que entender que son personas, no son números y no le puede preguntar en cualquier momento. A usted lo único que le importa es hacer las evaluaciones y no le importa que aprenda’, ejemplificó Lehmann.

En el ejemplo se ve claramente que “el criterio del maestro compite con otro criterio, que es el del padre. Entonces la primera explicación global que existe es la caída del principio de autoridad y en este contexto hay otra destreza social”.

Esa destreza social, mencionó Lehmann “es la frustración,  asumir la frustración” porque “tu hijo puede ser un chico estudioso, pudo haber estudiado todo el fin de semana, le pudo haber pasado algo, como que se le escape el perrito y ese esfuerzo que hizo lo ve frustrado, no encuentra la recompensa”.

La frustración es algo difícil de aceptar, porque “él chico hizo todo el esfuerzo, hizo todo lo que tenía que hacer, lo que sucedió no dependía de él y le fue mal. Sin embargo tengo que porder convivir con las frustraciones y no asumo que algo pudo haberse frustrado, eso deriva en un problema”, ejemplificó el sociólogo.

A la vez, siguiendo con el mismo ejemplo, puntualizó que “los problemas tienen solución, entonces a partir de este problema ¿qué hago? Bueno lo que ya estudiaste lo tenés, prepárate dale una explicación a la maestra, pedile que te tome otra prueba o esperá el recuperatorio y vas a poder salir adelante”.

Cuando suceden las frustraciones, es necesario “hacer el ajuste sobre uno mismo y así se acepta su nivel de frustración”, señaló y en este sentido resaltó que “en la vida, en esta sociedad se ha perdido, la capacidad de esa destreza, de aceptar la frustración”.

Esta situación deriva en que hay que encontrar un responsable fuera de si mismo, por lo tanto, “ahora todo requiere o muchas cosas requieren una responsabilidad institucional, es decir si pasa algo, por ejemplo si estoy infringiendo una norma de tránsito, tengo un accidente y me pasa algo. De todos modos voy a hacer un reclamo: ‘si hubiesen controlado que ese señor hubiese cumplido con las reglas, hubiese ido más despacio a mí no me hubiese pasado nada’, es decir que no asumo que yo tengo algo que ver algo con eso que pasó, entonces acá aparece la cuestión que va emparentada con la no aceptación de la frustración”.

Otra cuestión vinculada a la violencia manifestó Lehmann es “es lo que se pierde junto con el estado de bienestar, que según Zygmunt Bauman en vez de estado de bienestar es estado social. Este estado social tiene un proyecto colectivo que sostiene que hay que asegurar a la gente respecto de los avatares de la vida. Porque necesitamos que las sociedades enteras funcionen y en ellas hay un principio de solidaridad y este principio tiene adherido un principio de responsabilidad”

En tanto, respecto de la conducta violenta de la sociedad, el especialista sostiene que esto tiene anclaje en la ruptura de algunos códigos sociales que planteaba Bauman, por un lado “yo soy responsable por cómo me va a mí y por cómo le va a los demás”, en cambio “cuando se rompe se principio de bienestar, cada uno es responsable de sí mismo y a mí no me importa si el tipo que no consigue trabajo es porque el modelo de acumulación capitalista deja expulsada una cantidad enorme de mano de obra. Para mí es un planero o es un vago y no depende de mí solucionar este tema”.

Al respecto, señaló que el individuo se plantea que “este no es un tema sistémico en el cual está involucrado”. En consecuencia, el problema “entonces si es de cada uno y no es solidario yo no tengo por qué ser solidario con el otro, yo no le reconozco ninguna autoridad, no lo autorizo a nada al otro y lo único que me importa es cómo impacta en mí lo que el otro hace”.

Este comportamiento se traduce en que la sociedad comienza a reclamar, y sostiene que “esto a mí no me importa nada, no me lo explique, yo lo que quiero es que tal cosa” y en consecuencia se traduce en reclamos y así “aparece la violencia en lugares institucionales, en las guardias de los hospitales, en los estadios de fútbol, en las escuelas y otros espacios.

El punto en este dilema está en que las personas quieren establecer prioridades según sus necesidades y este genera violencia cuando se enfrenta con otro que está legitimado para establecer esas prioridades. En consecuencia, la reacción es violenta “y si vos no reparas en mis prioridades yo te pego, te apuñaló, te disparo, te agredo. Yo establezco las prioridades y a vos te retiré la posibilidad de decidir, entonces yo reasumo esa autoridad y las prioridades de su asignación”, esto pasa en las aulas, en los estadios de fútbol, en los hospitales, en los tribunales, entre los adolescentes o en la calle por una discusión de tránsito.

El tema de la violencia hay que tomarlo globalmente, “el primer punto es la caída del principio de autoridad y segundo los lazos de solidaridad, si eso no se reconstituye si no se recupera, con educación, no hay solución posible”, y además agregó que “es necesario asumir que existe la frustración, que algo puede salir mal y le toca a cada persona asumir la responsabilidad de hacerlo de nuevo”.

Para concluir, Lehmann resumió que “el problema gira en torno a la caída del principio de autoridad y en la legitimación en la autorización que otro da para que uno haga o diga”. Y esto está dado, “está en la legitimidad funcional del docente que está funcionalmente legitimado, porque hizo un concurso, porque fue nombrado y es idóneo y eso lo habilita para estar frente al aula. Y por otro lado está la legitimación social que es una autorización no formalizada para hacer y para decir, pero por ejemplo: yo asumo que el hombre que está en la cabina del avión es piloto. En realidad yo no lo sé. Pero si todos ponemos en duda eso los aviones no saldrían”, ejemplificó.

Por consiguiente, “yo asumo, autorizo o no autorizo, la legitimación es la clave de la capacidad de sostener la autorización para hacer y para decir más allá de que funcionalmente puedo hacerlo”.

«Cuando vos no argumentas y no tenés capacidad de sostener lo que vos haces y lo que vos decís, hay una prevalencia de la acción sobre la palabra y parece que la acción es mejor que la palabra»

Mientras, “socialmente necesito tener y renovar esa autorización junto con la caída del principio de autoridad son los que juegan en esta problemática”, pero no es lo único, “otro fenómeno en paralelo es el modo de la violencia. Entre los adolescentes se ha perdido también una capacidad que es la de argumentar. Entonces cuando vos no argumentas y no tenés capacidad de sostener lo que vos haces y lo que vos decís, hay una prevalencia de la acción sobre la palabra y parece que la acción es mejor que la palabra”, sostuvo en relación a los comportamientos de ciertos adolescentes que se agreden físicamente sin importar las consecuencias.

De la misma forma se ve reflejado en la sociedad en su conjunto, porque “es lo mismo que reclamamos públicamente al poder político, le pedís acciones, quiero que resuelva la inseguridad, entonces el funcionario responde que tenemos que hacer mejores viviendas, tener mejor educación en los lugares pobres, pero mientras tanto qué hacemos, yo quiero la acción, usted haga algo, mande a los delincuentes a la cárcel, aumente las penas y con eso no vamos a solucionar nada, pero la acción es mejor que la palabra”.

El sociólogo sostiene que “hay algo de eso detrás de la violencia y otro tema es que hay un fuerte segmento social que no tiene la posibilidad de pensar un futuro por los canales normales. Por ejemplo, alguien que nace en una Villa y que va un colegio muy malo, no tiene ninguna chance de movilidad social, no tiene ninguna chance de mucha cosas, entonces no es que la violencia sea sólo de unos sectores, sino que se convergen en muchas cuestiones y es una sociedad violenta porque no es una comunidad cooperativa sino societaria. En vez de cooperar con el de al lado, compite y lo hace por todo, por trabajo, por escuela, por un consumo”.

Este modelo lleva a un “modo de relación en competencia y la competencia es violenta y el modo de relación en cooperación no. Por lo tanto esta ruptura con la caída de un modelo de estado social a un modelo de estado de consumo, la herramienta de ese modelo es la violencia”, concluyó.