Domingo Faustino Sarmiento, considerado como el » Padre de las aulas», tuvo un papel fundamental en el salto cualitativo de la educación argentina en las últimas décadas del siglo XIX. Su proyecto de desarrollar un sistema educativo gratuito y laico encontró oposición permanente en la Iglesia, y en la sociedad conservadora educada en escuelas confesionales.

El modelo Sarmientino, basado en la escuela Normal de formación de maestros, obtuvo resultados visibles con una baja significativa en el elevado índice de analfabetismo. En los inicios del siglo XX, el segmento de población menor a 10 años estaba alfabetizado en un porcentaje cercano al 90%.

La celebración del Día del Maestro fue en sus orígenes una conmemoración con una fecha en común en todo el continente americano. La primera conferencia de ministros y directores de educación de las Repúblicas Americanas, realizada en Panamá en 1943, reconociendo la trayectoria del maestro argentino, estableció que el día de su muerte, 11 de septiembre de 1888, se recuerde como el día de todos los maestros.

En el ámbito local, se puede referir a Olga Cossettini, maestra y pedagoga nacida en Santa Fe, que dedicó su vida a cambiar el paradigma de la escuela tradicional, que hacía foco en la reproducción de contenidos enciclopedistas y apelaba al castigo pedagógico. Incorporó una mirada distinta del niño al que se educa, respetando su personalidad, asegurando que «en ese aprendizaje espontaneo, natural, el niño busca, siente, observa, reflexiona, y sin saberlo estudia».  Siempre fue su objetivo tender puentes y aumentar la relación entre la escuela y la comunidad aumentando la presencia y la relación del maestro y los habitantes del barrio.

La escuela como institución y el maestro como sujeto social fueron tomando nuevos roles con el correr del tiempo, y ante cambios económicos y sociales por los que la sociedad debió atravesar.

El ejercicio de la profesión no refiere solamente a aspectos pedagógicos y enseñanza de contenidos. En el segmento que representa los sectores marginales y de bajos ingresos, los ciclos de crisis económicas transformaron las relaciones en las aulas, el aprendizaje quedó relegado a un segundo plano y la escuela comenzó a ocupar un rol distinto, ocupándose de la alimentación y de aspectos que no se resuelven en el ámbito familiar.

Como sociedad, se debe este reconocimiento diario a quienes en el transcurso de los días llevan a cabo la tarea de formar a las generaciones que sucederán en el tiempo, y plantear un debate de fondo que permita resolver la educación en su conjunto. Es una deuda pendiente que no se puede seguir posponiendo en el tiempo.