unnamedCarta al que escuche.

Carta al que lea.

Carta para recordar, homenajear,

para pensar, para sentir,

para seguir luchando…

 

 

Este 11 de noviembre de 2016, nuestro Julián hubiera cumplido 30 años. A esa edad, los jóvenes han transitado experiencias fundamentales y por las que pueden definir los grandes asuntos de la vida: el amor, la sexualidad, los estudios, la ocupación laboral, las amistades. Julián no pudo. No se lo permitieron.

Con 18 años recién cumplidos, concurrió a un recital en un boliche llamado República de Cromañón, el 30 de diciembre de 2004. Allí lo perdimos para siempre. La codicia empresaria y la corrupción estatal se asociaron para terminar su vida y la de otros 193 jóvenes. Todo su futuro, truncado en una sola noche.

Desde ese momento, los familiares luchamos -junto a muchos otros y otras- por justicia para todas las víctimas. Pero no ha sido suficiente, ya que la lógica Cromañón sigue imperando, modelada desde el poder económico y político. Como colectivo social se nos impone preguntarnos: ¿qué país queremos, qué sociedad, qué mundo?

Para nosotros y nosotras, como familia, cada 11 de noviembre es una fecha de particular tristeza, aunque la ausencia es para siempre. Sabemos que no somos los únicos, probablemente cada día del calendario tiene un significado similar para otras familias. Ese día que uno se levanta para cumplir con los quehaceres cotidianos, alguien llora por otra víctima de la desidia y la impunidad.

No sólo bajo dictaduras se violaron los derechos humanos sino que nuestra sociedad toda parece construirse sobre cimientos de violencia y muerte, como si fuera una máquina de producir fechas luctuosas.

Julián llegó apenas a los 18 años, lleno de proyectos e ideas, con broncas, sueños y esperanzas. Hoy lo extrañamos. Atesoramos su breve, enriquecedora presencia en nuestras vidas y lamentamos que tantos otros no hayan podido conocer su sonrisa, su gesto, su rebeldía.

En este día que ya no será de su cumpleaños, expresamos el deseo de un mundo donde quepan muchos mundos y Cromañón tenga lugar sólo en las pesadillas más absurdas. Hacer ese mundo, que es el que soñaba nuestro Julián, es la tarea que hemos asumido.

Es una tarea de todos los días.