Por Carlos Duclos

Atrás quedaron los días, no muy lejanos por cierto, en los que la tradicional y popular Plaza de la Puerta del Sol, en Madrid, era el centro elegido por los “Indignados” españoles que reclamaban, con razón y más justicia, una mejor calidad de vida. Aquel movimiento, que incluso llevó a los editores del influyente diario norteamericano The Washignton Post a titular en su tapa: Una primavera de frustración en España, y que inspiró a muchas sociedades, ha dado paso a una abigarrada multitud de personas que están viviendo las vísperas de la Navidad con otro aire, con otras emociones. La situación económica económica ha mejorada en España en los últimos meses; el “paro” (desocupación) ha mermado y las esperanzas jamás se perdieron y hoy tienen más vigor.

Un gran árbol de Navidad, colorido y magnífico, es el epicentro en el tradicional paseo madrileño de un espíritu navideño animado. “Las cosas han mejorado aquí”, dice Pilar, una vendedora de la  famosa tienda española “El Corte Inglés”. Con sus 17  años de servicio en la empresa y 47 años de edad muy bien llevados (dígase al pasar) la simpática  mujer reconoce, complacida, que tiene un sueldo promedio hoy de unos 1.800 euros. No obstante advierte que “los sumergidos” (así le llaman los españoles a los empleados que están en negro) aún son una realidad no querida y que atrapa especialmente a los más jóvenes, a los que llegan a su primer empleo.

Y aun cuando no todo está como en aquellos años dorados en los que la tierra ibérica fue la que más creció en Europa, todo parece confluir en una mejoría que todos reconocen. Coloridas ferias navideñas en todas las plazas, luces alusivas en cada rincón, villancicos cantados por coros y la tradicional “Gran Vía, que va desde la legendaria Puerta de Alcalá hasta la Puerta del Sol, está iluminada por el espíritu de una “natividad” a una nueva vida. Madrid es un verdadero espectáculo. Es que, después de todo, un país acostumbrado a pasar por la angustia del derramamiento de sangre, que ha tenido la sabiduría de elegir el “pacto” antes que la “grieta”, no podía permitirse sino la esperanza en alcanzar un propósito hacia el que parece, por ahora, ir decidido. Aun con las dificultades que sobrelleva, porque es cierto que si un alquiler promedio merodea un costo de 500 o 600 euros en general y un joven gana 1.000, no queda más remedio que los “inmuebles compartidos”, algo que ha prosperado en España. No todo es color de rosas ¡Qué va!

No obstante, hay que decirlo, ni aún en los tiempos más difíciles España ha sabido de robos como los que padece la sociedad Argentina. El dueño de la “Taberna de las Letras”, ubicada en el barrio del mismo nombre, en el que vivieron celebridades como Lope de Vega, Cervantes, entre muchos otros, queda estupefacto cuando el autor de esta columna le cuenta (con pena no disimulada)  que, lamentablemente, en su país hay quienes asesinan por un par de zapatillas. “Eso es muy fuerte”, dice. Tampoco puede entender como en un país tan rico se pasen tantas adversidades, ni como haya podido existir, recuerda dando muestras de cierto conocimiento de la realidad argentina,  un “corralito”. “Es inadmisible”, expresa mientras que en la fría noche madrileña unas jóvenes le reclaman una “caña”, que así le llaman los madrileños a la cerveza.

Es noche, el frío se hacen sentir, pero esto no es un obstáculo para que la gente permanezca en el centro madrileño entre cañas y vino riojano con alma entusiasta en estas vísperas de Navidad. Es que, después de todo, como dijo el Hidalgo Don Quijote: “cada uno es artífice de su propia ventura”.

Justo enfrente del Palacio Real, un caminante mira la casa donde vivió una parte de su vida Amado Nervo, el poeta entre todos los poetas, aquel que entre versos deslizó pura filosofía. Si hasta se escucha en la noche una voz que susurra: “porque veo al final de mi rudo camino,  que yo fui el arquitecto de mi propio destino…”