Por Pablo Bloise 

La pelota fue, es y será protagonista en tierra argentina. Sea cual sea el terreno. Pero la impronta del potrero ha quedado en el olvido en Rosario y cada vez son más difíciles de encontrar. Es cierto: las plazas siguen estando y los chicos siguen jugando, pero ¿por qué es una imagen que se ve con muy poca frecuencia?

No se necesitaba mucho: dos arcos, que no necesariamente debían parecerse a los tres palos tradicionales (a veces con cuatro remeras alcanzaba); una pelota que ni cerca estaba de ser la profesional; de 2 a quién sabe cuántos jugadores; y tan sólo un espacio físico: el potrero.

Esa suerte de estadio repleto de tierra, que  sólo exhibía pasto en algún que otro córner, ha quedado en el olvido. Los chicos nunca dejarán de jugar a la pelota, pero ¿es una situación alarmante? ¿Por qué no existen más?

Conclusión dialogó con Adrián Ghiglione, subsecretario de Recreación y Deporte de la Municipalidad, que si bien enfatizó que el estado trabaja en los playones deportivos, aseguró que «hay mucho menos espacio, sobre todo en los barrios. Esos lugares se volvieron más céntricos y la canchita donde solían jugar los chicos hace varios años, ya no existe«.

La inseguridad es una de las principales causas. “Están mucho más seguros en el club”, es el pensamiento común de muchos padres. Razón no les falta. No les agrada la idea de que siete u ocho nenes estén a merced del peligro.

La realidad atenta contra los potreros en este caso, pero la idea se extiende a cualquier actividad que se pueda realizar de la puerta de casa para afuera. Hoy por hoy es casi imposible toparse con nenes jugando en la vereda, corriendo, escondiéndose y quién sabe cuántas cosas más.

En otro orden, la aparición de la tecnología también juega su papel “destructor”. No sólo el entorno social ha contribuido en la ausencia de los potreros. Las mentes de los jóvenes hoy disparan para otro lado, y eso también forma parte de una realidad casi imposible de modificar.

No es ninguna novedad que los videojuegos son la principal atracción para un chico. Hoy en día, los motores gráficos permiten crear un jugador con el nombre y con exactamente la misma cara de quien esté jugando y, a la vez, ese jugador puede compartir una cancha con Lionel Messi. ¿Qué puede haber más atractivo que eso para un nene? Muy pocas cosas. Y jugar en la calle y compartir cosas con otras personas, no parece ser una de ellas.

Por último, el boom de las canchas de fútbol 5. Dentro de lo “malo”, es lo rescatable. La esencia de juntarse con amigos, jugar al fútbol y compartir una bebida después del partido, son todos elementos que reúnen estos complejos que cada vez crecen más.

Hay días que tenemos la jornada entera alquilada. No hay rangos de edad: vienen nenes de 10 años y vienen adultos de 50”, le dijeron a Conclusión en un complejo céntrico de canchas de fútbol 5. En definitiva, es lo más parecido al potrero, aunque sean todavía muy distintos.

A las tres circunstancias, el subsecretario de Recreación y Deporte de Rosario añade el crecimiento de los barrios. «Antes había muchos espacios que pertenecían a privados. Había césped y los chicos jugaban ahí, porque era un terreno baldío y no pasaba nada. Ahora, esos lugares se fueron cercando por la problemática de la usurpación», sostuvo.

«Otra de las razones está directamente relacionada con el crecimiento de la ciudad. Rosario ha incrementado su plaza inmobiliaria y cada vez se construyen más casas y edificios. La población aumenta y esa gente necesita dónde vivir. Por eso, los barrios en los que solía haber potreros, hoy se volvieron más céntricos y los espacios verdes son más difíciles de encontrar», añadió.

Los padres consultados adhieren: “La inseguridad es la problemática principal. Uno no puede dejar a los chicos en la vereda, y mucho menos en la calle. Es una realidad lamentable porque nosotros nos hicimos de la puerta para afuera”. Además, aseguraron que “la tecnología también juega su papel. En caso de que uno decida privarlos de jugar a la Play o de usar el teléfono y los obligara a jugar en la calle, estarían solos porque ya casi nadie hace eso”.

Por último, Ghiglione aseveró que «la opción que queda es ir a los más de 50 playones deportivos que se han ido desarrollando a lo largo de la gestión de Lifschitz y la actual, o dirigirse hacia los clubes«.

Todos los factores confluyen en que los valores que enseña el potrero, caminar por la calle y sentarse en el cordón de la vereda con amigos, quedaron en el olvido y será una esencia difícil de recuperar.