El inesperado golpe de timón que el pueblo colombiano le dio a la política nacional y regional con el rechazo al plan de paz con las FARC dejó una certeza y muchas preguntas, empezando por la elemental de por qué ganó el No en el plebiscito de ayer.

Una primera aproximación a la respuesta, apelando a diversos testimonios recolectados durante la cobertura de Télam en Colombia, permite hacer una enumeración tosca y brutal, pero real, que lleva a la certeza señalada: la mitad de los colombianos guarda un fuerte resentimiento hacia aquellos que abrazaron la guerrilla como medio de vida y de expresión política.

Es decir, si el Sí hubiera ganado por el mismo estrechísimo margen de medio punto porcentual nada hubiera cambiado y estaríamos hoy haciéndonos las mismas preguntas.
A partir de ahí, se encadenan diversos cuestionamientos, no tan parecidos entre sí pero que sumaron para la victoria del No, porque fueron varios los reclamos, pero la mayoría nació del resentimiento, o más bien del odio hacia las FARC.

«¿Por qué un guerrillero va a recibir un subsidio de 1.300.000 pesos? (450 dólares) ¿Y yo qué? Yo gano 700.000 pesos (242 dólares) y nunca maté ni secuestré a nadie», era una de las frases más repetidas por gente de a pie en referencia a la ayuda económica que el gobierno le iba a entregar a los desmovilizados para que se reintegraran a la sociedad.
«¿Por qué los guerrilleros no van a ir presos? Si quieren dejar las armas que las dejen. Si quieren entrar en política que entren, pero que primero vayan a la cárcel», era la segunda gran piedra en el zapato para los impulsores del Sí.

En este punto, el gobierno de Juan Manuel Santos nunca tuvo una respuesta demasiado convincente. El acuerdo ahora invalidado creaba un espacio judicial especial, en el que quienes confesaran sus delitos iban a sufrir pena de «restricción de libertad», una figura que no lograba garantizar penalizaciones efectivas para los desmovilizados.

El propio Santos admitía esta situación apelando a figuras tales como «si queremos que los guerrilleros vayan 40 años presos, nunca alcanzaremos la paz» o «no serán penas de cárcel tras los barrotes y el traje a rayas, pero tendrán una situación de restricción de libertad efectiva», y así…

Todo esto, se supone, jugó a favor de la derrota del Sí, y nadie arriesga -al menos hoy- que el resultado del plebiscito haga retroceder a Colombia cuatro años y se reinstale el conflicto armado que la desangró durante medio siglo. Por el contrario, la palabra de moda es «renegociar».

Y siguen las preguntas: ¿Cómo se recuperará Santos de semejante golpe político cuando le restan aún dos años de gestión? ¿Con el triunfo del No vuelve Álvaro Uribe a ser una opción de poder? ¿Qué dirá el papa Francisco, después de haberse jugado tan abiertamente para el Sí? ¿Y Estados Unidos y tantos gobiernos de la región de signos políticos tan distintos?
El plebiscito fue ayer, pero esto recién empieza.

El comando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), reiteró hoy su compromiso con el proceso de paz en el país, pero señaló que el plebiscito de ayer, que rechazó por escaso margen ese acuerdo, «no tiene efecto jurídico», sino «político».

En un comunicado difundido en Cuba y recogido por medios colombianos, el estado mayor guerrillero aseguró que “la consulta plebiscitaria no tiene efecto jurídico alguno, el efecto es político, el acuerdo final ha sido firmado como acuerdo especial y depositado ante el Consejo de la Federación Suiza en Berna, ello le concede innegable e irrevocable efecto  “Reafirmamos ante Colombia y el mundo que los frentes guerrilleros permanecerán en cese el fuego definitivo como medida de alivio a las víctimas del conflicto y en respeto a los acordado con el gobierno”, añadió el texto, leído por el líder de la insurgencia Rodrigo Londoño, alias Timochenko ”.

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