Por Guido Brunet

Conformar un Centro de Estudiantes implica muchas reuniones, discusiones y debates. Y por supuesto, en algunos casos, también soportar la oposición de docentes y directivos, más cuando el intento de organización comienza antes de que se apruebe la ley actual. No es algo sencillo. Cuesta, como todo lo que vale la pena. No por nada durante muchos años distintas escuelas carecieron de ellos.

En Rosario, los casos de la escuela Juan Mantovani, Normal 1 y el instituto terciario Iset 18 se transformaron en ejemplos paradigmáticos que demuestran que a través de la participación política los alumnos pueden luchar por los derechos del colectivo estudiantil.

En el Iset 18, los estudiantes de las comisiones de Periodismo de la mañana y de la tarde coincidieron en el año 2011 en la necesidad de crear un Centro de Estudiantes, ya que la casa de estudios no contaba con dicho órgano.

En el edificio de Moreno 965 se dictan desde hace 35 años las carreras de Periodismo, Locución, Fotografía, Publicidad, Diseño Equipacional y Bibliotecología. Es uno de los institutos de nivel terciario con mayor número de alumnos en Santa Fe, con casi tres mil estudiantes.

Así, varios de los alumnos comenzaron a pasar por los salones para invitar a los alumnos  formar parte de la propuesta y a elegir delegados. Luego, éstos se reunirían cada quince días y en ese camino se fueron formando agrupaciones. Javier Bianchi fue elegido como presidente por los representantes de los cursos, decisión que los estudiantes repitieron en comicios hasta 2015.

En aquel momento no existía una ley provincial de centros de estudiantes. “Fue una batalla para que nos reconozcan”, cuenta Bianchi a Conclusión. “Hubo mucha oposición porque no estaba la ley, nosotros dijimos que haya ley o no, las elecciones las íbamos a hacer igual”, destaca el periodista.

“Nosotros dijimos que haya ley o no, las elecciones las íbamos a hacer igual”

La ley a la que Bianchi hace referencia es la 13.392, que permite formación de organizaciones estudiantiles en escuelas secundarias e institutos terciarios de la provincia de Santa Fe. En el Iset se planteó la importancia de contar con un Centro antes de que se surja el proyecto de ley.

La norma que fue presentada por el entonces diputado provincial Eduardo Toniolli en 2014 significó un reconocimiento a la participación colectiva de los estudiantes terciarios. Y a partir de la reglamentación se logró que 23 instituciones creen su centro de estudiantes y que otras 75 regularicen la situación en la que funcionaba el órgano.

“La aparición del Centro ayudó a que se discutan cosas que estaban dormidas”, asegura Bianchi. Se trataban temas referidos a los planes de estudio, la cooperadora, la fotocopiadora, entre otras cuestiones. Uno de los grandes avances fue conseguir que la se extienda la regularidad en ciertas materias de la carrera de Fotografía. “Eso nos dio la pauta de que se puede transformar la realidad desde adentro y de que lo que estábamos haciendo tenía consecuencias”, destaca Bianchi.

Otro de los hitos fue la obtención de la administración del bar en 2015 a través de una sentada de la que participaron más de 300 estudiantes. “Logramos poner en pie el primer bar de un terciario de la provincia administrado por los estudiantes. Eso sentó un precedente”, se enorgullece Bianchi.

“Logramos poner en pie el primer bar de un terciario provincial administrado por estudiantes”

La de la cantina “es una tarea que hay que mantenerla para demostrar que se puede avanzar en ese camino”. Así como también se encargaron de “poner en pie” la fotocopiadora haciéndose cargo de ella.

En este marco surgieron los Centros de Estudiantes del Profesorado de Música y del instituto Galileo Galilei. “Fuimos un faro en lo que respecta a la organización estudiantil terciaria”, afirma Bianchi. En ese camino también surgió la idea de formar la Federación de Estudiantes Terciarios, que “abrió debates que antes no existían en relación a la organización estudiantil”.

 

La lucha estudiantil también a veces está ligada a otras causas. Este es el caso de la escuela 436 Juan Mantovani (Uriburu 549), donde muchos alumnos eran parientes de trabajadores de la fábrica Liliana, la cual atravesaba un conflicto. A partir de este hecho los alumnos se organizaron y en 2013 pudieron formar el primer centro de estudiantes de la historia de la escuela.

Brenda Rodríguez cuenta que fue “algo resistido”. “De parte de la dirección no se quería que se forme el centro de estudiantes para que los estudiantes luchen por sus derechos”, comenta quien hoy milita en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores.

Una de las demandas más sentidas -según Rodríguez- fue la del medio boleto, que en ese momento aún no se había implementado. La antigua estudiante cuenta que incluso había alumnos de Villa Gobernador Gálvez que debían abonar el boleto interurbano. Por esta razón y otras se realizaron marchas con sus respectivas asambleas previas.

Pero se propusieron defender no solamente cuestiones estudiantiles, “la idea era ligar esas demandas a las de los trabajadores, ya que las sentíamos porque se trataba de nuestros familiares”.

Más atrás en el tiempo, el colegio Normal 1 fue uno de los secundarios que abrió un camino en cuanto a organización estudiantil, ya que en el colegio de Entre Ríos y Mendoza en 2006 se pudo conformar un centro luego de muchos años.

Desde los años 70 hasta ese momento no había habido centro de estudiantes en el establecimiento. Y fueron los chicos de 4º, 5º y 6º año quienes iniciaron el proceso en 2004 para finalmente poder realizar elecciones dos años después.

Ese bache de tiempo sin espacios de organización no es casual, es que en la dictadura se decretó la prohibición de los centros de estudiantes en escuelas. En eso se basaba la directora para no permitir la participación política estudiantil.

“Había rechazo por parte de los directivos y mucho docente autoritario”, señala Mérida. Y completa que esas eran razones para organizarnos también.

Mérida Doussou participó del armado del centro y fue su presidente en 2009. La joven cuenta que los reclamos en aquel momento eran las condiciones edilicias y el trato por parte de la directora y otros docentes. Pero la gota que rebalsó el vaso fue la decisión arbitraria de una profesora de que un alumno no rindiera una materia debido a que ya había atravesado esa instancia en cinco oportunidades.

En el proceso, los adolescentes efectuaron diversas acciones como clases públicas, corte de calles y entrevistas con medios de comunicación. A las primeras asambleas asistían unos 200 alumnos. A esos encuentros Mérida los describe como “enormes”. Poco después, a raíz de las actividades realizadas los chicos lograron que el Ministerio de Educación intervenga la escuela y aparte a la directora.

“Había rechazo por parte de los directivos y mucho docente autoritario”

De esta manera consiguieron que se dé de baja el decreto gracias a lo cual se pudo hacer la ley de centro de estudiantes de 2006. Después de eso el organismo siguió funcionando con elecciones todos los años hasta el día de hoy.

“En aquel momento también hubo otros centros que estaban en formación con los que trabajamos juntos”, relata Doussou. Además de recibir ayuda por parte del los alumnos del Politécnico y el Superior de Comercio, que ya tenían su organismo formado y asistían a las asambleas.

“Hay muchos centros de estudiantes que tienen la lógica de juntar fondos para arreglar la escuela, nosotros creíamos que eso es responsabilidad del Estado”, detalla Doussou.

En ese entonces se conformó la Coordinadora de Estudiantes Secundarios que hoy se denomina Federación de Estudiantes Secundarios. Allí cada escuela tenía un delegado. Brenda Rodríguez cuenta que con la Coordinadora la idea era formar espacios de organización de los estudiantes en todas las escuelas de Rosario.

Militancia y aprendizaje

Doussou expresa que “tener un centro de estudiantes es fundamental por el hecho de la organización, porque hay que conocer los derechos y salir a reclamarlos, siguiendo la tradición de los chicos de la Noche de los Lápices, que no era solamente reclamar por un boleto, sino también cuestiones de la realidad”.

“La importancia es que los adolescentes puedan cuestionar la realidad y puedan ser personas críticas. Me parece que los docentes son importantes para que ayuden a impulsarlos. Si un chico puede votar a los 16 años como no va a poder defender sus derechos”, expone la ex estudiante del Normal 1.

“Con las tomas de escuelas en Buenos Aires se demostró que los secundarios tranquilamente pueden organizarse. La escuela no es una isla, está insertada en una sociedad”, dice Mérida. Sobre esto Rodríguez critica que “eso ni siquiera se discutió con los estudiantes”.

“La escuela no es una isla, está insertada en la sociedad”

Mientras que Javier Bianchi reafirma: “Es necesario que exista un centro de estudiantes para evitar cualquier tipo de abusos, para mí es totalmente positivo el balance, más allá de los errores que se puedan cometer”.

Por su parte, Rodríguez expresa: “Hay veces que se los subestima a los estudiantes por ser menores, pero es importante que se puedan organizar junto con los docentes, trabajadores, los sectores universitarios, para que puedan frenar lo que hoy está pasando como las medidas reaccionarias del Gobierno o luchar por mejores condiciones de los estudiantes”.

“Que los estudiantes no sean un mero espectador de las cosas que están pasando en la realidad y pasen a ser un sujeto político”, transmite Rodríguez.

En un momento en el que se discute si se debe o no hablar de política en las escuelas, la Mantovani y el Normal son ejemplos de que los estudiantes no solamente pueden hablar de política, sino que también pueden hacer política.