Por Carlos Duclos, desde Europa

Desde hace varias horas, y luego del atentado perpetrado en un mercadillo navideño de Berlín, Europa está en estado de máxima alerta. Esto no impide que los parisinos se vuelquen a los centros comerciales y a los mercados navideños para comprar sus regalos de Navidad.

Los ánimos de la policía y de las fuerzas de seguridad en estos días están sensibles. Un conductor parisino, por ejemplo, que hoy intentó doblar en un semáforo haciendo una maniobra anormal en un mercado navideño en la avenida Champs Elysees, fue rápidamente abordado por la policía. Aun cuando no se advierta a simple vista, en los lugares de mucha concentración de personas hay una fuerte presencia policial, pertrechados con armas largas de última generación y equipos antibalas. El patrullaje y presencia de móviles es contínuo.

No obstante, los dispositivos de seguridad no parecen corresponderse con la preocupación que existe entre las autoridades gubernamentales. Aunque claro, no se descarta la presencia de agentes vestidos de civil y, como se sabe, las cámaras de video vigilancia aquí están por todas partes.

Más allá de esta situación, los centros parisinos están abarrotados de personas que miran vidrieras, precios y compran. Todo en el marco de una ciudad más iluminada y colorida que nunca y de negocios que compiten en adornos y luminarias navideñas.

Hay de todo y para todos. Y hay, por supuesto, extremos que son un símbolo de la injusticia social en este planeta: una familia siria pide ayuda en una estación del metro, y en la puerta de la afamada casa de joyas y relojes Cartier, finamente decorada para estas fiestas, alguien ofrece una Ferrari descapotable para dar una vuelta de media hora a “sólo 90 euros”.

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