El orfebre Juan Carlos Pallarols, de 74 años, cuyo padre fue uno de los artistas convocados en 1952 para la construcción de un gigantesco mausoleo a Eva Perón, aseguró que la máscara mortuoria labrada en plata de la líder justicialista que integraba el complejo fue un trabajo que su papá «comenzó a mediados del siglo XX y yo culminé en el XXI», 53 años después de que el golpe de Estado de 1955 truncara el proyecto paterno.

Los impulsores del que habría sido el monumento más alto del mundo hasta 2008, cuando se erigió el Buda del Templo de la Primavera, en China (de 153 metros), le habían encargado a Juan Carlos Pallarols padre una talla de cuerpo entero, tamaño natural y en plata de la por entonces declarada «Jefa Espiritual de la Nación».

Sería una estatua yacente y recostada en una especie de altar que adornaría la tapa del féretro, con una figura labrada sobre láminas de plata forjadas de un milímetro de espesor, una obra que mediría 1,80 metros de largo por alrededor de un metro de ancho.

«Mi padre comenzó la labor a mediados del siglo XX, yo la culminé en el XXI», cuenta Juan Carlos Pallarols (hijo), aunque se refiera solamente a la cabeza de Evita y no a escultura completa.

Sexta generación de plateros, Pallarols todavía hoy se conmueve al recordar el costo económico y emocional que tuvo para su padre destruir con sus propias manos la que iba a ser la obra de su vida, y cómo registró todo esto desde la mirada de un niño de ocho años.

«El decreto 4.161 ordenó destruir todo lo que tenía que ver con el peronismo: se rompían las botellas de la Fundación Evita, se quemaban las frazadas y se abandonaron todas las obras iniciadas», contó en su taller en el barrio porteño de San Telmo.

«A mi padre destruir su trabajo lo dejó realmente tristísimo, no se recuperó nunca y pocos años después murió», agregó.

Es que además de ver frustrada su obra, Juan Carlos Pallarols Cuní sufrió un importante perjuicio económico con el cambio de planes dado que, al no haber aceptado ningún anticipo, había contraído fuertes deudas para comprar, entre otras cosas, los 40 kilos de plata.

«Y con la Revolución del ’55 no es que le dijeron sólo ‘Fúndalo’, sino ‘fúndalo e inicie un juicio que el gobierno le va a pagar todo lo que usted considere justo’. Pero mis padres decían ‘¿cómo le vamos a hacer juicio al país, que cuando estábamos muertos de hambre en España nos abrió las puertas?’ Y así perdieron hasta la casa, todo un drama», relató.

El creador de los bastones presidenciales relató que lo único que pudo guardar oculto su padre fue la maqueta a escala reducida de la obra completa, así como la máscara de Eva tamaño natural que fuera confeccionada en yeso a partir de un molde de gelatina tomado directamente del rostro inerte de quien fuera esposa del tres veces presidente Juan Domingo Perón.

«Eso había quedado roto en pedazos y así como estaba se envolvió con manteles y se enterró en una quinta que tenían mi papá y un tío en Rafael Calzada. Cuando volvió la democracia, yo desenterré todo y lo rearmé», dijo Pallarols, quien tiene dedicado un pequeño espacio de su taller a la exhibición de estas reliquias.

Pero las cosas no quedarían allí. «El estímulo de un grupo de amigos y la intención de honrar la memoria de mi padre, hicieron que yo entre en escena. Tomé el molde (la máscara) celosamente guardado y decidí dar a luz una obra renovada», contó.

Y como hizo con cada bastón presidencial, Pallarols en 2008 dio por concluido su trabajo recién después de haber paseado la escultura por todo el país y de haber recibido unos 500 mil golpecitos de cincel realizados por igual cantidad de argentinos en ese trayecto.

La máscara mortuoria réplica de la que hizo alguna vez su padre, se encuentra hoy en el Museo Histórico Nacional y sendas copias son exhibidas en el Museo Eva Perón y el Museo 17 de Octubre de la Quinta de San Vicente.

«Con orgullo puedo decir que padre e hijo, dos generaciones de orfebres, hemos dejado marca en dos momentos de la historia de nuestra querida Argentina», concluyó.