Nación continúa con su política de recortes en salud afectando a los más vulnerables
La realidad es abrumadora para aquellos que deben soportar a duras penas tanto las trabas burocráticas como los recortes. Conclusión recabó dolorosos testimonios tanto de damnificados como de familiares.
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- May 7, 2018
Por Alejandro Maidana
Desde octubre de 2017, las respuestas de Desarrollo Social de la Nación en torno al abastecimiento de medicamentos a pacientes con distintas patologías, se ha estancado de una manera más que preocupante.
El peregrinar incesante, tanto de familiares como de los damnificados directos, ha convertido sus días en un verdadero calvario. Los trámites burocráticos fueron completados en su totalidad, sin embargo, el silencio que proviene desde Nación es tan llamativo como repudiable.
Resulta desesperante la situación que deben atravesar aquellos que esperan del Estado, nada protector en estos casos, la contención que parece no llegar empujando a que distintos cuadros médicos se agraven. Una resistencia que se afianza desde lo físico y lo anímico, un sendero que debe estrechar lazos con el equilibrio para no perder de vista el único horizonte iluminado.
Para conocer en detalles el espinoso camino que vienen transitando los que sólo encuentran argumentos volátiles desde Desarrollo Social de la Nación, Conclusión dialogó con algunos de ellos.
Natacha Rubio tiene 44 años, su diagnóstico es Esclerosis múltiple, recibe la asistencia en el Hospital Centenario de nuestra ciudad. Raquel, su hermana, brindó detalles sobre su caso, “lamentablemente desde octubre del año pasado está sin su medicación a pesar de cumplir en tiempo y en forma con todos los requerimientos nuevos que impusieron”.
Su número de trámite es el 1610857 de la Dirección de Asistencia Directa por Situaciones Especiales ubicada en Rivadavia 870 8 piso (CABA), la misma es dependiente de Desarrollo Social de la Nación, del que nunca tuvo respuesta.
“La medicación que no está recibiendo Natacha es Interferón, durante 6 años mi hermana fue asistida en el Hospital Centenario debido a que se le gestionó el certificado de discapacidad que tiene la potestad de cubrir los requerimientos de todos aquellos que no tienen obra social”, indicó.
Cabe destacar que de manera regular y sin inconveniente alguno, la medicación de Natacha Rubio llegó a destino hasta octubre del año pasado, fecha que quedaría marcada como un estigma.
“Ella se queda sin su medicación pese que se cumplía a rajatabla con los requisitos burocráticos que nos solicitaban. Después de los análisis que le enviamos vía correo electrónico, los médicos que los evaluaban daban el visto bueno para que pudiéramos retirarla en la droguería asignada”, relató.
Un cambio de normativa que traería inconvenientes, “me comunican que ya no aceptarían mails, sino un CD con los estudios y las placas que debía realizarse Natacha. Desde nuestro lugar cumplimos con todos los requerimientos solicitados, pero aún no hemos recibido respuestas, algo que nos alarma. Hoy mi hermana sólo accede y de manera particular a paliativos, su tratamiento de cabecera está estancado, no sólo tenemos que hablar de su parte orgánica, también se desestabiliza subjetivamente. Esta es una realidad que atraviesa a un importante grupo de personas, como trabajadora social que soy puedo dar fe de eso, ya que llevo gestionadas dos pensiones por discapacidad en el Anses, y las mismas están petrificadas hace dos años”, concluyó Raquel Rubio.
Romina Alioto tiene 41 años y afronta un cáncer de mama, es mamá de 3 de hijos y abuela de Fiorela de 3 años, vive en barrio 7 de septiembre y trabaja de lo que puede, como ella así lo definió. “La primera semana de diciembre del año pasado comencé con mi tratamiento en el CEMAR, cada 21 días durante tres meses debía aplicarme una medicación bastante fuerte y la misma me la cubrió la Municipalidad”, sostuvo.
Enero sería el mes en donde comenzarían algunos cambios que traerían consigo los problemas actuales. “Después de la segunda aplicación me informan que debo iniciar los trámites con Nación para solicitar la medicación, exigiéndome también la participación de una asistente social. Como estudiante de tercer año de enfermería de la Universidad de Rosario, conozco muy bien el funcionamiento de la salud pública de la provincia, y debo decir que es de excelencia comparada con lo que ofrece Nación”, indicó Romina.
“Acá buscan atender todos los requerimientos, pero desde Nación parecen jugar a la ruleta con nosotras, al que le toca le toca, de lo contrario que espere. No es nada agradable seguir un tratamiento oncológico, ni para quién lo padece en carne propia, ni para la familia”.
Romina será operada en junio, y desde allí la espera un nuevo procedimiento que durará un año, pero mientras tanto no puede discontinuar su tratamiento, ya que demandaría una dilación en los tiempos. “El 15 de abril recibo la medicación y la llevo directamente al CEMAR, me habían solicitado 7 ampollas, estas contienen 3 drogas de las cuales dos me las facilita el CEMAR y la otra, la más costosa, Nación. Esta última oscila entre 200.000 y 250.000 pesos, para mi es inviable. Lamentablemente aún me adeudan 3 ampollas, algo que hace que mi tratamiento se dilate”, contó.
“Más allá de la lucha que debemos enfrentar como familia, debo decir que creo en la salud pública, creo en los médicos y el tratamiento. Es fundamental no estar vulnerable, ya que esto te empuja más abajo, y la falta de apoyo estatal colabora de manera notable. Tenemos que seguir dando la lucha por todos nosotros, por aquellos que se encuentran en una situación aún más complicada que la mía, porque los recursos económicos están, sólo falta decisión política”.
El caso que debe afrontar una mamá como Mónica Gutiérrez, es tan particular que sensibiliza al más duro. Su vida se reparte en tres, el mismo número de hijas con discapacidad, que tiene. Una historia entre tantas otras, una mujer fuerte que no le teme a las arbitrariedades.
“Alejandra tiene 10 años y padece una parálisis cerebral con epilepsia refractaria, convulsionaba todo el día, las 24 horas, era un solo movimiento, una constante convulsión y descargas convulsivas”, indicó Mónica.
El requerimiento de aumentar las dosis para poder controlar el cuadro por parte del neurólogo de cabecera de Alejandra, no encontró un eco favorable en los laboratorios municipales. La edad de la niña sería uno de los impedimentos, “debido a la imposibilidad de acceder a la medicación, se decidió someterla a una dieta cetogénica, a esto se llega después de experimentar con pruebas anteriores. Lamentablemente ella es intolerante a la lactosa, tenía que sumarle al reflujo que le producía la misma convulsión, a la generada por lo que consumía, debido a esto se broncoaspiraba y generaba un estado cianótico, debido a ello repetía neumonías. Un cuadro muy complejo y de un cuidado permanente”, enfatizó.
Para Mónica no hay obstáculos que no puedan ser derribados, creó en su propio hogar un equipo de cuidado especiales para poder asistir a su hija. “Decido montarlo yo misma, porque para recibir asistencia del estado la nena debía estar con anterioridad internada por varios meses. Prioricé su calidad de vida y la unión familiar, ya que tengo dos hijas más con discapacidad, Rocío de 27 años y Brisa de 12. De esa manera arrancamos con la dieta cetogénica, algo que la fue mejorando y haciendo convulsionar menos. Gracias a eso pudimos prescindir del oxígeno entre otros, hoy Alejandra redujo sus crisis convulsivas a 4 o 5 veces al día”.
Desarrollo Social de la Nación le entregó por última vez a Mónica Gutiérrez 28 latas para que Alejandra pueda seguir con su dieta, en octubre del año pasado. Una lata tiene duración de 7 días, viendo que las mismas se iban acabando, decide reiniciar los trámites para solicitar otra tanda, algo que hasta el día de la fecha no ha sucedido.
“Las chicas de Desarrollo Social de la Nación de nuestra ciudad, me informaron que el pedido aun estaba en trámite y me indicaron que me comunique con Nación. Acto seguido realizo la llamada, recibiendo de Buenos Aires una respuesta escalofriante, me dicen que el mismo estaba hace 115 días en contaduría, ya que el auditor era nuevo y las salidas estaban demoradas”.
Un grupo de madres consigue donarles Ketocal, el producto que ingiere Alejandra, el vencimiento de los mismos resultaba un obstáculo, y debido a eso la niña los toleró mientras pudo. “El problema proviene desde Nación, es allí donde existe el recorte y atraso de las entregas. Es inhumano que mi hija este consumiendo productos vencidos y gracias a donaciones particulares, no pueden dejar todo en manos de un alma bondadosa”.
Mónica vuelve a intentar comunicarse con Desarrollo Social de la Nación, y allí recibe otra negativa que impactó profundamente en su corazón, “me dicen que hace 148 días que está en contaduría y que no se va a firmar, porque no están autorizando ningún tipo de alimentos o medicamentos que superen los $ 4.000. A todo esto le pregunto cómo continuar, y esta chica llamada Victoria me aconseja sacar un crédito si el mismo está a mi alcance, eso me bajó la guardia de un manera notable”, dijo una mamá agotada pero que no piensa bajar los brazos.
Cuando a Mónica le sale la adopción de Alejandra, rápidamente inicia los trámites para recibir la pensión, pero allí se percata que las mismas están suspendidas por dos años. Una encerrona que habla a las claras que los recortes llevados adelante por el Gobierno Nacional, golpean las necesidades básicas de los más vulnerables. Sólo tres testimonios bastan para poder graficar la magnitud de lo que están atravesando aquellos que jamás imaginaron del Estado tanta desidia. Un camino que no puede ni merece ser transitado en soledad, un grito que emerge desde las entrañas del dolor, y que sólo busca despertar a la sociedad de su largo sueño individualista.