Con la gran multitud de fieles congregada ante el escenario montado en la Plaza Libertad, el arzobispo de Rosario, Monseñor Martín, brindó una homilía en el marco del día en que se conmemora la muerte del patrono del trabajo, San Cayetano.

En sus palabras, llamó a una clara reflexión sobre la fe, el pan, el trabajo, la dignidad y la idolatría. La primera gracia por la que Martín le ha pedido a Dios es “que aumente y renueve” la fe. “La fe es la raíz de todo, con ella podemos agradar a Dios, alcanzar la vida eterna”, continuó.

“En esa mirada en la fe, Jesús en el evangelio de hoy nos hace caer en la cuenta de dónde está y dónde ha de estar o debe estar el tesoro de nuestra vida. Como lo tuvo Abraham y lo tuvo San Cayetano: en Dios. Y no poner el tesoro de nuestras vidas en la riqueza, en el dinero, en la avaricia. Es una idolatría que tanto daño causa”, prosiguió Monseñor Martín, para luego agregar: “el ídolo es un falso Dios y la idolatría es el culto al falso Dios”.cayetano

Ante la atención de una multitud de fieles congregadas en la Plaza, el arzobispo de Rosario dijo: “Nosotros no somos Dios, no tenemos el poder absoluto, a nosotros se nos ha dado como en administración para que se la entreguemos con frutos y con creces. Qué distinta sería la vida si viviéramos conforme a estas palabras del Evangelio, y entonces en nuestra querida patria cuántas situaciones no tendríamos que vivir. Porque si se vive conforme a la fe y sé está en donde se tiene que estar, entonces nace una mirada distinta sobre las cosas y sobre las personas. Por eso venimos acá a darle gracias a San Cayetano, porque tenemos el pan y el trabajo o a pedirle si no lo tenemos, y creo que es importante reflexionar sobre estas dos palabras: pan y trabajo. Las dos tienen que ir siempre juntas, no puede ir una sin la otra”.

En este sentidio, siguió con la reflexión, relacionándolo directamente con la dignidad: “La gente menosprecia a quienes viven de arriba, porque arteramente atisban en ellos una falta de dignidad. Esto es un aspecto cuando se vive de arriba, cuando se vive de una forma que no es auténtica. Pero hay otra dimensión del pan sin trabajo que es muy dolorosa, y que humilla y no dignifica, que es cuando se le da el pan a alguien como diciéndole: ‘Vos no servís para nada, vos no tenés nada que aportar a esta sociedad. Tus manos no sirven, tu inteligencia tampoco, pero para que no te mueras de hambre te vamos a dar un poco de dinero, o esto o lo otro, para que sigas viviendo’. Pero eso no es digno, porque el pan tiene que llegar a la mesa con el sudor de la frente. El trabajo es el mandato de Dios, pero si busco el trabajo y no lo tengo, entonces el trabajo es necesario. Es un derecho humano, como dice el papa, junto con la tierra y el techo”.

Entonces, en las palabras de Monseñor Martín, «cuando pedimos trabajo para llevar el pan, pedimos dignidad», y por eso «es necesario un trabajo que no sea explotación, sino que lleve el pan a la casa». A su vez, cuando uno se refiere al pan no se refiere «el pedazo de pan sólo», sino «el alimento, la salud, el techo, la vivienda», que son «un conjunto de condiciones que hacen que la persona pueda sostener su familia, integrarla y progresar mínimamente».

Como reflexión final, el arzobispo de Rosario pidió porque en nuestra patria «se dé la unidad entre el trabajo y el pan, y el pan y el trabajo».

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