Por Alejandro Maidana

Para qué, para qué se pregunta el viento de ayer, 
aquel que besó la frente del que cayera
inocente, muerto por el cañadón, para que
la pura sangre derramada en la ambición
por una tierra que aún sigue siendo un desierto hoy
Ay! tierra mía, ay! tierra mía,
para qué te despoblaron si no te saben poblar,
para qué tantas orejas si no saben escuchar. 
  

Aonikenk (Hugo Giménez Agüero)

Los procesos de etnocidios producidos contra la población indígena de lo que hoy es Argentina, se debería analizar en dos contextos históricos, el colonial y el estatal. Suponer que el territorio que conforma la actual República Argentina se encontraba casi despoblado para el momento del contacto con los invasores europeos, resulta una falacia. Si bien la densidad poblacional no era mayúscula, lejos estaba de ser un “desierto” como se lo denominaba en esa época.

El genocidio colonial

El mayor peso de la colonización, recayó sobre los pueblos agricultores del actual noroeste (NO) argentino. Fueron sometidos a la encomienda, a trabajos forzados y a brutales traslados compulsivos para su explotación. Las rebeliones fueron insuficientes para poder sobrevivir, se cree que durante la época colonial fueron extinguidos la mayoría de los grupos locales. Víctimas de la violencia, de las epidemias y de la dilución étnica derivada de las «recongregaciones», que conjugaban a pueblos de diversa filiación lingüística y cultural, así como de las «desnaturalizaciones» que suponían traslados masivos a grandes distancias. El primer etnocidio se ponía en marcha.

Se supone que, para la época de la revolución independentista de 1810, ya habían desaparecido los huarpes, los olongastas, los comechingones, los sanavirones, los diaguitas, los calchaquíes, los pulares y los tonocotés del NO.

La conquista del “desierto”: el genocidio republicano

Conquistar y consolidar sus ·fronteras interiores” a las que denominaban “desierto”, fue la premisa fundamental del estado centralista. Los pueblos preexistentes de la Patagonia y el Gran Chaco deberían ser barridos del mapa. Había que despoblar la tierra de esos «otros» irreductibles e irreconocibles, para reemplazarlos por blancos afines a la imagen del «nosotros» que manejaba el Estado «nacional» emergente.

El resultado era inevitable; los hijos de la tierra fueron derrotados, sus aldeas incendiadas, las mujeres y los niños masacrados, se llegó incluso a recurrir a la guerra bacteriológica enviando prisioneros con enfermedades contagiosas a las aldeas que no se doblegaban. El estado argentino pondría en manos de unos pocos, la friolera de 30 millones de hectáreas.

La voz de un hijo de la tierra

La resistencia digna de aquellos que permanecen de pie aferrados a su identidad, no ha cesado. La conciencia de saberse Mapuche-Tehuelche, sigue firme como el Chaltén y vigorosa como las cuerdas vocales del nacido en Comodoro Rivadavia, Rubén Patagonia.

Para conocer en profundidad su camino y sus reivindicaciones, Conclusión dialogó con el “peñi”, quien consultado sobre un nuevo avance represivo dijo: “Ante todo quiero agradecer el compromiso y el acompañamiento de todos aquellos que entendieron que en la Pu Lof Resistencia Cushamen de Chubut, solo se persigue el recupero de aquellas tierras que fueron robadas”.

“Nuestros hermanos y hermanas nos están demostrando nuevamente el valor y la fortaleza que tienen los moradores originarios. No van a retroceder ante el acoso, la represión y el intento de sometimiento. El estado debe garantizarle una vida digna a todos los pueblos preexistentes, debemos estar más unidos que nunca para visibilizar esta problemática que ya no puede sostenerse más”, indicó.

Patagonia sostiene que el anclaje de la problemática está en los intereses económicos desbocados: “La contaminación que proviene en gran parte por los cultivos transgénicos fumigados y la deforestación masiva, atentan claramente contra nuestra Ñuque Mapu o Pachamama, Madre tierra. No podemos destruir a quién nos cobija y da vida, debemos tomar conciencia del mal que le estamos haciendo”.

La campaña al desierto vuelve como un boomerang que golpea nuevamente a la memoria: “Desde ese momento tan triste y doloroso, siguen estando presente aquellos que iniciaron los asesinatos, las desapariciones, todo aquello que significó poner de rodillas a nuestros pueblos. Mienten, confunden, pisotean derechos, cultura, identidad, y cualquier rasgo de soberanía, un monte, un río, la semilla”,  enfatiza quien traslada el canto en forma de kaani y loncomeo por todo el paí».

Entendiendo que el asedio a las culturas ancestrales se extiende de este a oeste, y de norte a sur, Rubén Patagonia hace un pedido desde los más profundo de su ser: “Tenemos muchos presos políticos, hermanos que para la justicia han cometido un delito tremendo, resistir el saqueo de sus tierras y de su identidad. Pedimos libertad para Facundo Jones Huala y Agustín Santillán, y aparición con vida de Santiago Maldonado, marici weu, marici weu”.

Desde 1971 Rubén Chauque “Patagonia”, aporta y genera un espacio concreto de encuentro y reencuentro cultural. Rescatando y reivindicando la esperanza como base fundamental de la vida. Los antiguos lo han poblado de sabiduría y newen (fuerza), para gritarle a los cuatros vientos que los “aonikenk”, los hombres del sur, están más vivos que nunca.