Michel Temer asumirá esta semana la presidencia de Brasil si, como indican todos los sondeos, el Senado destituye a Dilma Rousseff. Pero no son tiempos de festejos en la mayor economía latinoamericana.

La larga lista de desafíos económicos, políticos, sociales y hasta judiciales anticipan dos años arduos de gobierno, donde deberá oxigenar una economía en una de las peores crisis de su historia y atender a las presiones de la heterogénea base de partidos que impulsó su ascenso.

Todo, bajo la negra sombra del escándalo de corrupción en Petrobras.

Política

A los 75 años Temer es una pieza permanente del ajedrez del poder brasileño. Pero su popularidad es magra (en torno al 13%) y llegaría al poder de forma accidentada, sin la legitimidad que dan las urnas.

Hombre fuerte del mayor partido de Brasil, el PMDB de centro-derecha, este hombre que asumió de forma provisoria el gobierno de Rousseff, cuando esta fue suspendida del poder, aspira a quedarse hasta fin de 2018.

Para eso, construyó su gobierno con un equipo económico prestigioso y un gabinete multipartidario ligado al «centrao» (gran centro), un grupo mayoritario en el Congreso, conservador en lo político y liberal en lo económico. Y ahora estará bajo presión para cumplir con los sectores que lo auparon.

«Temer está apoyado por sectores conservadores y vio una oportunidad de llegar a la presidencia. Pero él es un conciliador y nunca defendió la privatización de Petrobras o la venta de tierras, todas ideas que están apareciendo ahora», dijo a la AFP Roberto Requiao, senador del PMDB contrario al impeachment.

«Y si no lleva adelante ese programa radical, no va a resistir las exigencias de esos grupos conservadores, y si lo hace, estallará otra crisis», añadió.

La fragmentación partidaria es parte del fenómeno que fragilizó a Rousseff.

En sus propias palabras, el expresidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) necesitaba tres partidos para lograr una mayoría simple y aprobar un proyecto en el Congreso. Ella precisaba 14, un sistema al borde del parlamentarismo.

Economía

Es el mayor desafío y la mayor apuesta: pasar de un modelo de mayor intervención en la economía a uno de sesgo liberal.

Con el país rumbo a su primer bienio recesivo desde los años 30, el equipo económico de Henrique Meirelles -jefe del banco central durante las presidencias de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010)- quiere frenar el gasto, flexibilizar el mercado laboral y reducir el costo de las jubilaciones.

Todos los caminos apuntan a la vuelta del rigor para restaurar los equilibrios macroeconómicos. Y todas esas iniciativas requieren enmiendas constitucionales.

«Ahora tiene que demostrar a qué vino», dijo Carlos Kawall, economista jefe del Banco Safra y ex secretario del Tesoro Nacional.

Con el desplome del 3,8% del PIB en 2015 y una contracción de 3,1% estimada para este año, Brasil cruje tras un largo aletargamiento. El desempleo marcó un récord de 11,3% en junio, la inflación es de 8,74% y el déficit primario equivale al 2,51% del PIB.

«El nivel de gasto público es insostenible y no hay opciones para resolverlo sin reformas. La llave hoy es el ajuste estructural. Si no lo consigue entraremos en una crisis más profunda», agregó.

Estallidos sociales

Temer representa el poder del «establishment» en Brasil y el Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff encarnaba la idea de cambio.

Ahora, el PT apuesta a un renacer de los movimientos sociales, que durante más de 13 años se beneficiaron con la amplia agenda de derechos y programas como Bolsa Familia.

«El ajuste hará perder fondos a los movimientos sociales, que durante los gobiernos del PT fueron próximos, quedaron muy ligados al poder, y ahora pueden reorganizarse», dijo Luiz Alberto de Souza, sociólogo de la Universidad Candido Mendes, en Rio.

«Los sindicatos se pondrán en movimiento con las reformas», apuntó Kawall.

 Corrupción

La corrupción en Petrobras, una confabulación empresarial y política que desvió millones de dólares de la estatal pertrolera, no esquivó al gobierno interino.

En su primer mes de gobierno interino, Temer perdió tres ministros por el «Petrolao» y su nombre fue mencionado en delaciones hechas por acusados que buscan una reducción de sus condenas.

Temer negó los señalamientos y no está siendo investigado. Pero el caso fue la bandera de las manifestaciones que sustentaron el impeachment.

También enfrenta una investigación del Tribunal Superior Electoral sobre presunta financiación ilegal durante la campaña que alcanza a la fórmula que integró con Rousseff.