Por Franco Albornoz

Hay un camino donde la memoria se hace historia, y la historia se vuelve memoria. En ese recorrido hacia el pasado existen personas, que por estar en un tiempo, y un momento determinado, pasan a ser testigos de hechos que serán recordados para siempre.

La madrugada del martes 5 de septiembre de 1972, Múnich se convirtió en tragedia. La 20º edición de los Juegos Olímpicos no fue una más. Quedó manchada de sangre cuando ocho terroristas palestinos, del grupo «Septiembre Negro», irrumpieron en uno de los edificios del equipo israelí de la Villa Olímpica. Allí ejecutaron a dos de los atletas y tomaron a otros nueve como rehenes. Los extremistas solicitaban la liberación de 234 palestinos detenidos por Israel. Todo terminó en un atroz tiroteo. En total murieron once deportistas israelíes, cinco de los terroristas y un policía alemán.

Los rosarinos Omar Vergara y Hugo Aberastegui eran 2 de los 92 deportistas que representaron a Argentina en aquella recordada cita olímpica. Ambos presenciaron los hechos en primera persona. El edificio donde se alojaron durante la competencia estaba ubicado a 20 metros de la residencia de los israelís. Un primer plano al lugar de la masacre.

A 43 años y 10 meses del horror charlaron con Conclusión para revivir el dramático suceso.

“Era de madrugada cuando realizaron el primer ataque. Había un túnel subterráneo que terminaba en el comedor, las calles eran todas peatonales. Cuatro o cinco israelís iban a desayunar y justo ahí los interceptaron. Ya tenían toda la logística planificada. Desde donde estábamos podíamos ver al jefe de los ‘fedayines’ (NdR: combatientes palestinos que, mediante la guerrilla, luchaban contra Israel por la independencia de Palestina) que estaba con la cara descubierta. Los demás con pasamontañas. Nosotros estábamos en el edificio 28 y los hechos sucedieron en el 31. En el lugar estaban alojados los uruguayos en la planta baja y en el departamento de arriba los israelíes”, relató Aberastegui, de 74 años, que en aquel momento integraba el seleccionado nacional de remo.

Vergara, por su parte, formaba parte del plantel argentino de esgrima y tenía 29 años cuando participó de sus segundos juegos, ya lo había hecho en México 68. Lo haría nuevamente en Montreal en el 76.

“Nosotros nos levantamos alrededor de las 8 para ir a desayunar. Quisimos salir a la calle principal y estaba todo cerrado. Habían bloqueado las salidas. Estábamos en el último edificio, justo al lado de una medianera por donde el grupo terrorista ingresó”, contó el esgrimista y abogado que, hoy con 73 años, es miembro permanente del Comité Olímpico Internacional y presidente de la Federación Argentina de Esgrima.

“Fue así que nos trasladaron al comedor por otro camino, ahí había policías con esos cascos típicos. Comimos y cuando estábamos volviendo a las habitaciones apareció un helicóptero y se empezaron a subir personas. No teníamos idea de lo que pasaba, nadie se acercó para informarnos. Justo cuando terminaron los Juegos pasé por París, compré una revista y ahí me enteré de todo”, recuerda Vergara.

El remero, por su lado, aseguró que lo sucedido en Alemania modificó la esencia de la competencia. “Con el tiempo tomé dimensión de lo que había pasado realmente. Desde entonces cambiaron la filosofía de las olimpíadas. Fue un antes y un después. Nadie podía entrar ni salir de la Villa Olímpica. Cuatro años después, en Montreal, íbamos en fila y con policías armados que acompañaban adelante y atrás. Los Juegos Olímpicos cambiaron para siempre”, se lamentó.

Durante los hechos, que se extendieron por 34 horas, la actividad deportiva estuvo suspendida por primera vez en la historia olímpica moderna. Y mediante una votación se decidió continuar. El 6 de septiembre, se ofició un servicio conmemorativo en el Estadio Olímpico al que asistieron 80.000 espectadores y 3.000 atletas. El presidente del COI, Avery Brundage, apenas hizo referencia a los atletas asesinados durante un discurso en el que ponderó la fuerza del movimiento olímpico. Israel retiró a su equipo al igual que Noruega, Holanda y Filipinas.

“Con mucho criterio las autoridades del Comité decidieron continuar con los Juegos. Suspenderlos definitivamente hubiera sido darle la razón a los violentos. Se pensó en el esfuerzo que habíamos hecho cada uno de los deportistas para llegar a ese lugar con el que habíamos soñado toda la vida”, explicó.

Para el esgrimista que, a excepción de Moscú, no faltó a ningún juego desde México 68 hasta Londres 2012, nada volvió a ser igual. “Todo lo que viví en ese lugar me marcó. De hecho el año pasado decidí volver. Necesitaba caminar por ese suelo otra vez. Una de las cosas que me movilizó fue enterarme que el día anterior al atentado competí en florete con una de las víctimas. No lo podía creer. Fue muy fuerte”.