Por Carlos Duclos

“Para ser periodista es necesario tener una base cultural importante, mucha práctica y también mucha ética”, decía García Márquez. Y esta expresión puede ser desentrañada, desmenuzada y analizada en un país (el nuestro, la Argentina), en donde la ausencia de cierta cultura ha calado en los medios, la práctica se reduce no a la búsqueda de la información en los mismos lugares donde se producen los hechos, y por la confirmación de al menos dos fuentes, sino a la copia o “levantamiento” de expresiones de fuentes dudosas (a veces por teléfono o de otros medios o redes) y en el que la ética fue desplazada por la grotesca defensa de los intereses económicos e ideológicos a los que representan muchos medios.

La verdad, como parte importante de la ética periodística, que consiste incluso en informar todo, chequeado, sin guardarse nada, importa poco, lo que importa es primero proteger los intereses del sector o propios y, si es posible, acrecentarlos con el respaldo de la difusión de las noticias que van embaladas en el disimulado (o no) papel de “el fin justifica los medios” (vale todo).

Así, si para lograr el fin hay que desvirtuar, hacer trastabillar a la equidistancia informativa, a la imparcialidad a la que se pueda arribar, y convertir al medio y a la noticia en un operador político o económico y nada más, pues que así sea. Por ello mismo, hasta hay noticias que se construyen a partir de una verdad relativa o de una mentira que tiene una partícula de verdad, que es una forma de estafar al lector.

Cristina, el diablo y Macri una Hiedra

Esta trágica realidad para el periodismo y por supuesto que para la sociedad especialmente, puede observarse a cada instante en esta Argentina condenada a la aflicción y a la angustia. Basta ver algunos canales de televisión, leer algunos diarios, escuchar ciertas radios (sobre todo porteños) para comprobar esto que es más proverbial en grupos mediáticos hegemónicos y conservadores, pero que es palpable también en medios más chicos y llamados progresistas, justificándose estos últimos en que “debe haber otra campana”. Una campana que suena en la misma escala musical que la otra, con la diferencia de la agudez y merma de la intensidad en su volumen porque es más diminuta, pero nada más.

Para los medios conservadores argentinos, por ejemplo, Cristina Kirchner fue el mismo diablo y nada bueno podía esperarse de ella (aunque nadie olvida el enamoramiento antes de que los pactos se rompieran), un demonio que, dígase de paso, merece la acción ¡todavía! de ciertos medios que la desguazan a más no poder, sólo para mantener a flote a los nuevos amigos actuales en funciones, de cuyos yerros no hay que acordarse. A la mente desapasionada, “centrada” no puede dejar de llamarle la atención que semejante diablo, ni los grandes demonios de su gobierno, aún no estén presos, a pesar de las grandilocuencias de algunos medios y periodistas conservadores o liberales (ex “progresistas”) y de algunos jueces y fiscales mediáticos de cuya ecuanimidad y talento hay que dudar.

Y para ciertos medios de centro izquierda o “progresistas”, hoy, Macri es una Hiedra devoradora de pobres que no merece sino el periodista Heracles que lo destripe sin más cada vez que se pueda, aunque a veces la información esté distorsionada o provenga de un fuente de cartulina. Ha de preguntarse la mente centrada ¿qué harían estos medios y algunos de sus periodistas si tuvieran el poder de los “grandes”? ¿El mismo puchero pero con otra salsa?

La ausencia de aporte ciudadano para contribuir a la verdad

Desde luego, el empresario periodístico y el periodista son seres humanos y estaría bueno que algunos lectores argentinos, adalides de la justicia informativa, comprendieran esto. Porque es dable escuchar que ciertas informaciones se flexibilizan (a veces, no siempre) en razón de la bendita “pauta oficial”. Pero cuando se les pide a estos justicieros que compren y paguen un diario 40 pesos el ejemplar para solventar a la verdad y a las familias que la proclaman y liberarse del supuesto compromiso de la pauta, allí a la justicia de los actos si la ven ni se acuerdan. Es justo decir que algunos quisieran comprar y pagar y no pueden, pero otros, pudiendo, sólo se van en cuestionamientos a la información y a los informantes y a la “pauta”, ¡pero nada de aportar a la verdad, eh!
Y a propósito de esto, y de refilón, en Rosario hay un diario que ha procurado siempre mantenerse fiel a la ecuanimidad informativa, que ha derivado en cooperativa de sus buenos periodistas por razones ajenas a su voluntad, un diario que merece que los lectores rosarinos lo compren, por la noticia y por las familias: El Ciudadano ¿Quién se acuerda? ¿El diario de papel desaparece sólo por la irrupción de lo digital e informático? No. Desaparece por la gratuidad (momentánea) de lo informático; por la ausencia de reacomodamiento del contenido del papel y también porque muchos lectores son conservadores en su molde cultural y sólo han aportado a los “histórico”, aunque no siempre la historia esté a la altura de las necesidades.

Un medio no puede ser un animal político partidario

El ser humano, como dijo Aristóteles, es un animal político, por supuesto, pero el filósofo no lo entendió como un animal político partidario o ideológico, sino como un animal político capaz de pergeñar acciones en favor del bien común, del bien de todos. Que un ciudadano se transforme en un animal político partidario o ideológico, no obstante, es aceptable y hasta necesario (sin que pierda de vista el bien común y la necesidad de no buscar el exterminio del que piensa distinto), pero que un medio de comunicación social se transforme en un operador político o económico y que estructure campañas para moldear el pensamiento social a su antojo es un crimen. Que un medio esté al servicio de su interés y nada más, que un periodista esté al servicio de su ideología política o religiosa cuando elabora una crónica y no de la verdad, lo transforma en cualquier cosa menos en un periodista.

Que el espacio en un medio no sea el mismo para todos es la base de toda desgracia periodística. Que la pregunta en la entrevista esté cargada de opiniones encubiertas o no y de subjetividades por parte del periodista, forma parte de la nueva forma de moldear la mente del lector, televidente u oyente de radio y condicionar la respuesta del entrevistado. Por eso, y nada más que por eso, hoy el periodismo argentino ha dejado de ser creíble, y de cuarto poder descendió al sin poder por vía de la noticia.

Manipulación psicológica

En razón de esta realidad, ahora algunos medios han apelado a la manipulación psicológica como forma de obtener ese poder que por medio de la información nata y neta del ejercicio de la profesión, no pueden lograr. Decorados, colores, entonación de voces, mensajes, gestos, intensidad y frecuencia de la misma noticia una y otra vez, imágenes, están finamente pensados para cautivar y aprisionar la mente del hombre común. Nada está librado al azar. Si alguien cree lo contrario se equivoca.

La irrupción de las redes sociales, la difusión de sucesos por estos canales de noticias (a veces falsas) es otro fenómeno que atenta contra la verdad. Pero si hay medios degradados es porque hay quien consume degradación. Seguiremos…