Por Carlos Duclos, desde España

En las calles de la capital andaluza las vísperas de la Navidad se viven con intensa religiosidad. Luces, colores, villancicos y mercadillos navideños hacen de Sevilla un lugar para el regocijo.

La noche ha caído en Sevilla y el frío se hace sentir, tanto como las castañuelas y el toconeo de una maja que, en una plaza de las ciudad, hace del baile flamenco un arte. Pero este invierno andaluz, como siempre, no impide que los coros siguiendo la tradición navideña, se concentren en las esquinas céntricas y ofrezcan a los sevillanos y turistas los clásicos y tradicionales villancicos.

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Como en Madrid, Granada, y como está sucediendo en estos días en todas las ciudades de España y de Europa, Sevilla vive las vísperas de la Navidad con fervor, colores, música y, sobre todo, esperanza.

Las calles céntricas de la capital de Andalucía están pobladas de gente que recorre comercios y compra presentes para el día de Navidad. Los “mercadillos navideños”, pintorescas ferias vestidas de luces y colores, como en casi todo el Viejo Continente, ofrecen pesebres (aquí llamados “belenes”) y una variedad de productos que satisfacen las expectativas de los compradores más exquisitos.

El frente del Ayuntamiento de Sevilla (lo que los argentinos conocemos como la Municipalidad) está recubierto espectacularmente de luces, y un gran árbol espléndidamente iluminado parece el maestro de ceremonias de un festival de luminarias. Sin embargo, y para que no queden dudas de que así como hace más dos mil años nació un Niño que vino a decir a la humanidad: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”, hoy hay niños esclavizados. En efecto, una organización ha puesto frente al edificio de gobierno, carteles muy bien confeccionados con cruces, en los que se denuncia el maltrato infantil,  por parte de empresas internacionales, en todas partes del mundo. No puede negarse esta afligente realidad.

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En la noche sevillana, y desde el alto mirador de las famosas Setas, la construcción de madera más grande del mundo, construida por el arquitecto alemán Jürgen Mayer, se aprecia la gran cantidad de cúpulas de templos católicos. No es casualidad; luego de la victoria de los Reyes Católicos por sobre los moros, poniendo fin a siglos de dominación islámica, hubo un afán de reafirmar la fe triunfante. Con todo, esta región española no ha dejado de tener la influencia de la cultura árabe de la época, admirada y admirable, desde luego.

Es harto evidente para el visitante, que el fervor cristiano está presente en cada balcón, en cada esquina de Sevilla. Ayer,  festividad de la Virgen de la Macarena, una multitud de personas aguardaba para besar las manos de la preciosa imagen de esta angustiada Virgen que llora por el dolor de tantos seres afligidos sobre la faz de la Tierra.

La noche ha caído en Sevilla y el frío se hace sentir, pero no tanto como para impedir que el coro de San José Obrero arranque aplausos en una esquina cuando las afinadas y melodiosas voces entonan un clásico villancico que anuncia el nacimiento del Salvador.