Por Guillermo Justo Chaves (Noticias Argentinas)

La votación en la Cámara de Diputados puso sobre la mesa la verdadera discusión entre dos proyectos de país que son disputados entre el Gobierno de Mauricio Macri y la oposición política.

Un proyecto, el del oficialismo, que pone el eje en la reprimarización de la economía, la renta agropecuaria y minera, la concentración de la de la riqueza y un modelo de crecimiento con desempleo.

En 1968 Milton Friedman la definió como «tasa natural» de desempleo que no acelera la inflación, también llamada NAIRU por su definición en inglés: «Non Accelerating Inflation Rate of Unemployment».

Ese proyecto del oficialismo tiene una visión monetarista de la economía, lo que termina diseñando y configurando una «sociedad de mercado» con ganadores y perdedores, obviamente los perdedores son siempre los mismos, el pueblo trabajador.

El otro proyecto, el de la oposición articulada en torno a un panperonismo, se centra en la lógica de pensar un desarrollo sustentable pero con eje en las personas, las familias, los trabajadores, las pymes que son el motor de la economía.

Con el Estado como un articulador en el intento de estructurar una sociedad en torno al trabajo y la producción, con una lógica de distribución de la renta equitativa y progresiva, donde los sectores privilegiados en cuanto al ingreso tributen lo que por justicia distributiva corresponde y aliviar a los asalariados con la presión impositiva.

La discusión por el poder en las elecciones, la obsesión del jefe de gabinete Marcos Peña con su ejército de trolls para ganar la batalla en la producción de «sentido común» en las redes sociales, la embestida mediática y judicial continua contra el gobierno anterior, son solo decorados para lo que vimos el martes por primera vez en el Congreso en mucho tiempo y por eso es importante.

Se libró un combate por el poder real: el verdadero trasfondo de la disputa política en las democracias capitalistas, de la cual la nuestra no es la excepción.

Se transparentó la madre de todas las batallas en la visión contrapuesta entre gobierno y oposición: la puja distributiva. Y se plasmó en el proyecto acordado por la oposición que salió aprobado.

La suba del mínimo no imponible de Ganancias. La exceptuación del pago de ese impuesto para el aguinaldo, la posibilidad de deducir los alquileres de viviendas en ganancias trata de ordenar un tributo que fue concebido originalmente como un mecanismo redistributivo y de justicia social para financiar al Estado fiscal para poder cumplir su rol de Estado Social y rescata al trabajador reponiéndolo en el centro del dispositivo de la política económica, del cual había sido desplazado desde el 10 de diciembre pasado.

La incorporación los jueces al tributo es un claro mensaje de fin de privilegios. La corporación judicial venía resistiendo con argumentos propios de castas o estamentos. Esta decisión implica un avance claro en materia de igualdad y justicia distributiva.

Gravar la renta financiera por un lado y la renta minera por el otro, finalmente completan el combo. Una dura embestida para lo que se estaba transformando  desde hace un tiempo en la principal «industria argentina»: la timba financiera.

Al mismo tiempo, volver a gravar una actividad extractiva con alta rentabilidad, impacto ambiental y poca generación de empleo como la minera, emite un mensaje de límite a esa idea de neoliberalismo periférico de reprimarización de la economía.

Colateralmente, se ve la responsabilidad de la oposición, al buscar financiamiento genuino para el Estado que este mismo gobierno se encargó de desfinanciar.

Como conclusión, lo de ayer fue un paso muy importante. El mensaje de la oposición fue claro: Los trabajadores (personas y familias) en el centro de las políticas, basta de privilegios (jueces), no a la financiarización de la economía y la timba, y no queremos una economía primarizada, extractiva y con la riqueza concentrada en pocos.