La hermana rompe con el pacto de silencio y denuncia por fraude a toda la familia. Los herederos, de ambiciones incalculables, se ocultan. La madre de la dinastía sale al proscenio para pedir respeto y discreción pero consigue el efecto contrario: que el tema vuelva a estar en boca de todos y el escándalo crezca. No se trata de una novela colombiana. Es la trama que involucra al ministro de Agroindustria de la Nación y ex Presidente de la Sociedad Rural, Luis Miguel Etchevehere, que junto a dos de sus hermanos y su madre tienen pedido de indagatoria desde diciembre, en una causa por administración fraudulenta y evasión impositiva que inició en 2011 su hermana Dolores. Lejos de ser un “asunto de familia”, la saga de los Etchevehere da cuenta de la construcción política empresarial sostenida en pactos de impunidad y entre ‘caballeros’.

Dieciocho denuncias presentó la mujer contra sus hermanos en medio de una millonaria sucesión, tras la muerte en 2009 del patriarca Luis Félix Etchevehere. La familia tiene cinco mil hectáreas de campo y es dueña de El Diario de Paraná, que fundó el bisabuelo de Dolores; y también de Etchevehere Rural (consignataria de hacienda), Las Margaritas y varios inmuebles. En una entrevista que brindó a FM La Patriada el 30 de diciembre pasado, la hermana Etchevehere comentó que le “pusieron un bozal legal para que no hable más, pero hasta que me llegue la notificación los voy a seguir denunciando”. El mismo día fueron allanadas en Paraná la sede de El Diario y el domicilio de la empresa Construcciones del Paraná SA, en la que participa como socio Luis Miguel Etchevehere y que coincide con su domicilio particular.

“Macri es un cínico o es un ganso”, expresó Dolores Etchevehere en esa misma entrevista realizada por Juan Amorín. Luis Miguel Etchevehere asumió como ministro de Agroindustria el 21 de noviembre de 2017. “Cuando Macri nombró a mi hermano como ministro sentí que mi presidente me estaba fallando”, y se preguntó: “¿Por qué eligió como ministro a una persona cuyas empresas tienen balances contables que están todos desaprobados? ¿Por qué eligió como ministro a una persona que hoy tiene causas penales por evasión, por lavado de dinero, por vaciamiento de empresas?”

Tras estas denuncias, el funcionario y ex presidente de la Sociedad Rural deberá prestar declaración indagatoria el próximo 27 de febrero. Macri aún no se pronunció al respecto. La citación alcanza también a otro funcionario del gobierno nacional, Juan Diego Etchevehere, hermano del ministro y delegado en Paraná del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom). Y al resto de la familia: Arturo Sebastián Etchevehere, el cuarto hermano, y la madre de todos ellos, Leonor María Magdalena Barbero Marcial de Etchevehere.

Pero Dolores Etchevehere no sólo criticó el silencio de Macri, también apuntó contra el jefe de Gabinete, Marcos Peña. Lo acusó de avalar el controvertido bono de $500.000 que el ex presidente de la Sociedad Rural recibió de la Comisión Directiva de la SRA como “compensación por la pérdida de ingresos que le significaba aceptar el cargo en el Gabinete”. “Peña defendía ese bono, para mí está mareado, repite como un loro”, atinó la mujer.

La voz de la madre Etchevehere no se hizo esperar. Leonor eligió el diario La Nación para expresar su posición en lo que el diario de Mitre tituló “un conflicto familiar”. ¿Por qué sería un asunto de familia una denuncia de evasión impositiva y fraude? ¿Será porque la denuncia la presenta una mujer? La madre y abuela Etchevehere aclara en las primeras líneas de su misiva su adscripción a los valores de la tierra y la palabra, “diarios y campos”, y a los principios sostenidos en honrosas instituciones como la Asociación de Empresas Periodísticas Argentinas (ADEPA) y la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP),  de la cual es directiva. Luego, como si el paraguas moral desplegado no fuera suficiente enuncia que sus empresas llevan cinco generaciones de “ancestros”. “Mis hijos respetaron obras materiales que entre mi esposo y yo creamos, pero forjaron también sus propios sueños, marcados de igual modo por el olor a tinta y a la tierra”, continúa, sin explicar por qué los “sueños propios” de sus hijos incluyen el vaciamiento arbitrario y la creación de nuevas empresas para el desvío de fondos. Leonor se detiene y usa la palabra “disidencia” para referirse a su hija, la díscola: “Luego la disidencia, seguramente fundada en errores de los que todos participamos. Cosas de familia”, pretende, como si las 18 denuncias presentadas por Dolores fuesen fruto de una locura sólo explicable bajo el techo estanciero de los Etchevehere. Qué lugar común tildar de locas a las mujeres que se corren de lo esperado, las “disidentes”. Y por si no quedase claro aún a quién ya no considera parte de la dinastía, Leonor remata: “Somos una familia mayoritariamente muy unida: Luis Miguel, Sebastián, Juan Diego y yo”, Dolores ha quedado afuera. Lo personal es político.

“El golpe al corazón no existe, acá hay fraude”, arremetió la hermana Etchevehere en respuesta a la carta de su madre, en una entrevista radial realizada el 11 de enero. Y aseguró que tanto ella como la Justicia tienen pruebas certeras de que “la ’unión familiar’ ha declarado ingresos brutos irrisorios”. “Hay firmas falsificadas, créditos desviados ya comprobados por el Banco Central de la República Argentina”, precisó y calificó la irrupción mediática de su madre como “una novela berreta de verano” para desviar la atención de las sospechas fundadas.

 Desafiar el pacto entre caballeros

Las mujeres pueden ser el cabo suelto inesperado para las tramas de complicidad que garantizan la impunidad. El empresario, el político, el CEO, el CEO político cuentan con el silencio de sus pares asegurado, calculan cada porción de su territorio, pero allí donde menos vigilan puede desatarse la catástrofe. Es lo que le pasa a Luis Miguel Etchevehere: el proyecto de conquista de los fanáticos del poder se ve súbitamente alterado por un deliz, una mujer de la familia que rompe con el mandato de sumisión y los enfrenta.

“Que sea mi hermano no lo santifica”, dijo Dolores. Así como la menor de los Etchevehere desafía la estructura de una familia conservadora y patriarcal al llevar a la justicia y al debate público la sospecha de estafa al fisco y a la misma familia, a la vez apunta contra la malla de contención de la corrupción política: el pacto entre caballeros. Ella simplemente no guarda las formas. Bajo la estructura tradicional, una mujer no debería ventilar asuntos familiares, considerados del fuero íntimo, ni debería desafiar al varón. Pero Dolores se ríe del pacto de silencio machista y lo denuncia: “Esto dejó de ser una cuestión familiar (…). Por eso tengo la obligación de presentarme ante la Justicia”, dijo en una entrevista de hace un año en un medio entrerriano.

¿Qué es lo que denuncia la hermana díscola? En 2011, el Banco Itaú le dio a la empresa familiar Las Margaritas 250.000 dólares para operaciones de soja a tasa subsidiada por el Estado; ese dinero entró a la caja de Las Margaritas y se retiró en mano, “algo que se presentó en un balance oficial, con sellos”, según declaró en medios de comunicación la denunciante. El uso de ese crédito no es lo único controvertido en Las Margaritas: “Mi hermano solicitó un crédito al Banco Nación para emergencia agropecuaria. Nunca tuvo ninguna emergencia, las 5.000 hectáreas gozan de excelente salud”, dijo Dolores, que denuncia un vaciamiento y el desvío de fondos.

Además de las causas por administración fraudulenta y evasión impositiva, Luis Miguel Etchevehere tiene pendiente una en la que dos empleadas de la SRA denuncian a la Dirección de la institución por violencia machista.

La denuncia de la hermana disidente tocó la puerta de la casa del ministro, y desde el lado de adentro. La complicidad machista da soporte a las posiciones de poder enquistadas; la estructura patriarcal es la estructura misma del poder empresarial político, porque se cimenta en el deseo de conquistarlo todo. Con lo que no contaba esta saga tan antigua es que el desmadre puede comenzar en casa, donde se cree que la lealtad es ciega. Una mujer puede, así, convertirse en el cabo suelto impensado con el que tropiecen los pies de un imperio.