Es común que desde muy pequeños nos enseñen la historia escondiendo del relato la verdadera procedencia o participación de sectores de trabajadores que fueron condenados a la “desaparición” de las páginas de la historia, negándonos como protagonistas de nuestro propio destino y el de la Nación.

Norberto Galasso, en su “Otra Historia”, recientemente editada por el Centro Cultural Enrique Santos Discépolo, al contar cómo se sucedieron los hechos en Mayo de 1810, enumera los sectores que participaron de la gesta y cita textualmente: “En la Revolución de Mayo participaron un sector de clase media de la pequeña burguesía comercial (donde prevalecían abogados). Sectores populares; peones, empleados de comercios aledaños a la plaza, empleados del Estado y de las quintas de los alrededores de Buenos Aires”.

Destaca también a los integrantes de la Legión Infernal, y dice que “ellos son los que juntan a la gente en la Plaza, son los que suben a las escalinatas del cabildo para prepotear a los cabildantes para que acepten la junta popular, de los cuales, French era cartero, Berutti empleado del Estado (empleado de las Cajas del Tesoro), Donado tipógrafo”, para concluir más tarde que “fueron trabajadores los que encabezaron la agitación y tomaron contacto la noche del 24 con Moreno”.

Esa marginalidad en el relato de la Historia Nacional, que tanto se repite cuando se ahonda en los hechos fundamentales que le dieron entidad a este país, es un hecho adrede que dificulta esa búsqueda de identidad a través de los testimonios existentes. Siempre se esconde la participación de los trabajadores y tal vez nunca se sepa, por ejemplo, cuántos trabajadores participaron de las milicias voluntarias rosarinas, que lucharon con San Martín en San Lorenzo, en 1815, por la Independencia.

Podríamos enumerar una infinidad de hechos descartados como el de la noche del 5 de abril de 1811, cuando en un gesto político sin precedentes, los “orilleros” (jornaleros, peones, artesanos y quinteros desplazados hacia las orillas de la ciudad por la expansión de la nueva clase comercial) ocuparon la Plaza Victoria (actual Plaza de Mayo) para apoyar un petitorio en el que solicitaban la expulsión de los españoles sospechosos, la nulidad de la separación de la Junta de Rodríguez Peña, Vieytes, Azcuénaga y Larrea. En las escuelas y libros no cuentan este acontecimiento al que tiempo más tarde, Gorriti, lo bautizó como “la primera montonera”.

Esta negación constante en los textos es un reflejo de la práctica política de los sectores dominantes en Argentina y no sólo un olvido gramatical.

Según el escritor Julio Mafud, en su libro “La vida obrera en Argentina”, los sectores de poder oligárquico siempre marginaron a los trabajadores y no tuvieron una política de integración, como otros países del mundo.

Esta predisposición, este odio de clase, se ve reflejado en la clasificación de “vagos y mal entretenidos” que se le imputaba al gaucho y que luego se repetiría con la mano de obra inmigrante del fin de siglo XIX y con el movimiento obrero peronista de 1945.